capítulo catorce.

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Maratón 3/3

Ángeles.

Valentín sacó de allí como pudo a Mateo, y quedé pálida al ver la cantidad de sangre que había en el piso. Aún no sabía a quién de los dos pertenecía, y esto me alteraba más de lo que ya estaba.

Un pequeño tumulto se formó en cuanto su familia se acercó a él mientras los chicos lo ayudaban a levantarse, y el recibidor de tantas golpizas huyó como rata absolutamente lastimado.

Entonces ahí entendí a quien le pertenecía tanta sangre...

—Me duele, la concha de mí madre. —se quejó mí novio, aún arrodillado en el piso, abrazando a su propia mano lloriqueando de dolor.

Y necesitaba acercarme, ser quien lo auxilie cuanto antes y llevarlo corriendo al hospital más cercano, pero ya veía acercarse a su hermano menor con los ojitos llorosos luego de vivir aquella escena.

Entonces mi preocupación fue otra.

—Emi, vení conmigo. —lo llamé, tomándolo de la mano. Me puse de cuclillas frente a él en cuanto me miró con carita de miedo, y mientras de reojo veía como los chicos se llevaban a Mateo al auto de su padre, hablé;—Quedate tranquilo, ¿Sí? No pasó nada.

—Lo lastimaron, An. Está mal. —murmuró, y con esas cortas palabras pude notar cuánto le costó hablar. Su voz temblaba, y su pecho estaba agitado.

Puse una mano en su pecho, y le enseñé a que respire de forma correcta.

Sus ojitos ya comenzaban a derramar aquellas lágrimas que tanto se contenía, y en cuanto pudo aprender a controlar su respiración, no tardé en abrazarlo con fuerza.

—Mateo está bien, Emi. No te preocupes. —lo consolé, y me daba ganas de llorar con él al notarlo tan preocupado.

Entonces justo en ese momento, me llegó un mensaje.

Sin separarlo de mi cuerpo, saqué mí celular del bolsillo y chequeé de quien se trataba. No tardé en abrir WhatsApp en cuanto leí el contacto de mi suegra.

[12/08 20:19] juli: An vinimos al hospital, por favor encargate de Emi que yo apenas pueda voy para allá.

Guardé mi celular luego de responderle que lo llevaría a casa conmigo, y le pedí que no se olvide de avisar cualquier cosa que suceda con mi novio.

—Vamos a mi casa, ¿Querés? Mateo apenas pueda va a ir y vas a ver lo bien que está. —lo animé, y él se encogió de hombros algo tímido.

—¿A tu casa? —murmuró, vergonzoso. Yo sonreí débil.

—Sí. ¿Cómo puede ser que no conozcas mí casa todavía? No sabes cuánto extraña jugar con vos Lina y la comida riquísima que te voy a preparar.

Y una sonrisa de oreja a oreja se formó en el más chiquito, haciéndome reír débil. La preocupación por mí novio seguía intacta, y me costaba fingir que nada sucedía mientras no sabía que mierda estaba pasando en ese hospital.

Tragué en seco, y tomé de la mano al menor para llevarlo directo a casa, pensando en tomarme algún auto antes de que oscurezca más. Pero una voz conocidísima, me hizo frenar mis pasos al instante.

—¡An, esperame!

Daniel. Daniel corriendo los pocos pasos de distancia que había entre nosotros.

Y mi ceño se frunció.

—¿No te fuiste con Mateo?

Negó con su cabeza, y saludó al chiquito revolviendo su pelo. Entonces continuamos camino, ahora con él a nuestro lado.

fame; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora