Ángeles.
—¡Dale alegría alegría a mi corazón...! —canté frente a la camara del celular en modo selfie, mientras mi novio me observaba callado con su peor cara, masticando una medialuna de manteca—¡La copa libertadores es mi obsesión! —proseguí, elevando mis manos en modo de festejo. Mientras tanto, Daniel, apretaba con fuerza su boca para evitar carcajear al ver su serio semblante desde el rabillo de su ojo.
—¿Terminaste? —preguntó, arqueando una ceja. Luego suspiró.—Sos gallina cuando te conviene vos.
—Para descansarte soy re gallina, mi amor. —bromeé, y Daniel no se contuvo la risa.
Si supiera que esa canción de cancha la saqué de YouTube tan solo para descansarlo, se cae de culo.
—¿Vos qué te reís, chupa pija? Acabamos de perder.
—¡Les hicimos el orto! —soltó Valentín, desde el baño. Mauro, del mismo equipo, lo siguió con las burlas.
—Solo yo lo puedo descansar, ey. Déjenlo. —lo defendí, solamente porque noté como le estaba cambiando la carita—¿Ya te estás preparando para el show, amor?
—Ponele. —se encogió de hombros, luego le dio un último sorbo a su chocolatada—Estoy haciendo todo a las corridas culpa del partido choto, mi viejo me va a cagar a bifes.
—¿Y Camilo dónde anda que no esta gediendote con querer cortarme la llamada? —bromeé, buscándolo en la pantalla desde el poco fondo que se le veía a mi novio. Solo pude notar que se encontraba en una habitación de hotel.
Por alguna razón, el morocho se quedó unos cuantos minutos tildado mirando a la cámara como si hubiese visto a un fantasma, y noté el tenso clima que se formó en el ambiente. Mi ceño se frunció, y enseguida giré mi cabeza para observar a mis amigos; los mismos, miraban a la pantalla aterrados como si se hubiesen puesto en complot con mi novio.
—¿Qué pasa? —pregunté un tanto perdida, pasando de un semblante alegre y feliz a uno de extrema preocupación y desconfianza.
—Te explico cuando llego a Argentina, gorda. —contestó un tanto incómodo, rascando su codo con nerviosismo—Y ustedes cambien la carita de boludos, wacho, que la hacen flashear. —habló a nuestros amigos. Ellos rieron.
—Escuchame, cuando vuelvas se pica jodita en lo de Pía. —informó Daniel para cambiar el clima, y la pícara sonrisa que mostró mi novio me hizo retener una risa para demostrar que las cosas no estaban del todo bien al saber que algo me ocultaba.
—Lo único que va a picar es el pito de Dani y ya sabemos a quien. —comentó Mauro, quien concentrado en su celular, viciaba con el Geometry Dash cómodo en mi cama desde que llegó.
—¡Hijo de puta! —exclamó el morocho, estallando en carcajadas junto al resto de nuestros amigos. Yo rodé los ojos. Fue desagradable.—¿Qué onda, negrito?¿Te seguís viendo con la wacha?
Le di el mando del celular a mi amigo, y yo me recosté junto a Mauro para hacerle caricias en el pelo mientras observaba su partida. Parecía un infante por lo concentrado que lo traía aquel juego.
—Ya no tan seguido, pero a veces pinta juntarnos.
—Yo la quería de cuñada, loco. —se quejó, chistando su lengua. Luego soltó una risita que le achinó los ojos.
—Y mi mamá la quería de nuera. Una lástima.
—¡Eh, vos, infiel! —soltó, y...yo haciéndome cargo como su novia, no entendí porque Mauro también se sintió zarpado.