Capítulo 27 - Final

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Tres años, ya es un adiós.

Donghae estaba de pie frente a la tumba de su...de él. De Siwon. Después de que pasaron tres agostos, de sentir que el mundo bajo sus pies se abría y era arrastrado a las profundidades del infierno, de que todo pareciera que habia acabado y lo único que le esperaba era el dolor para sus últimos dias de su vacía vida. Después de tanto tiempo y sufrimiento por fin podía ponerse de pie frente a la tumba y no sentir un dolor punzante y agónico que le quemaba el corazón. La lápida de mármol blanco tenía el nombre de Siwon en letra cursiva, las fechas talladas hasta que se vieran elegantes.

El castaño se inclino y quito las flores marchitas que descansaban sobre el césped para dejar un ramo fresco de rosas. Ya no había culpa, no había pena ni dolor. Solo una nostalgia tranquila, una extraña sensación de paz y un cosquilleo, como si su cuerpo y alma despertarán de un letargo. Jamás creyó que podría ponerse de pie frente a la tumba de quien una vez fue su amado, y sentir solo paz, recordar todo con una felicidad y dejar que una sonrisa se reflejara en su rostro.

—Estoy seguro de que querrías que fuera feliz—Habla al aire, al hombre que amo y ya no esta, pero sabe que lo escucha y le sonríe con sus hoyuelos marcandose y esa mirada de ojos negros y brillantes.—, que no sufriera pero era difícil sin tenerte a ti.—Siente lágrimas en sus ojos, pero no son por la misma razón de siempre, ya no.

Las lágrimas son más por él, por lo que había tenido que pasar, por lo que está pasando en su vida en estos momentos y lo que permitirá que llegue a pasar. Por lograr llegar al final de ese túnel oscuro y seguir adelante.

—Se que Hyukjae te agradaría, es realmente muy bueno conmigo—Se encoge de hombros con los recuerdos agradables que tenía del otro.

Donghae respira profundo y saca el anillo de bodas de su bolsillo, lo sostiene con cuidado entre sus dedos.—Te has ido y yo sigo aquí, ahora eres libre pero yo debo de seguir adelante—Se agacha en cuclillas, el aire fresco del invierno sopla con fuerza. Sacudiendo su cabello oscuro y refrescando la piel de su rostro.

—Siempre te guardaré en mis recuerdos, siempre serás alguien importante y te recordaré con felicidad, pero debo decirte adiós—Deja el anillo en la tumba, sobre el césped húmedo y verde, cerca de las rosas. La preciosa joya brilla como si ese siempre haya sido su lugar. Como si también le dijera adiós y le deseara buena suerte.

Hay una sensación en su pecho que burbujea, es cierta nostalgia que le hace rememorar aquellos momentos en los que fueron felices. Un par de lágrimas son derramadas pero no se aferra al pasado como antes, solo lo aprecia y lo ve como lo que es, un recuerdo.

Se pone de pie, se siente extrañamente fuerte, firme. Ve su mano, donde el anillo antes estuvo y extrañamente no le hace falta, no lo añora y no le duele no tenerlo. Simplemente ese momento ya pasó. Esa agonía había terminado, al igual que lo hizo su matrimonio. Podía amar a una persona, pero si amaba un recuerdo, estaría amando a un muerto.

—Después de tres años, después de morirme en vida junto a ti, he salido adelante y solo puedo decirte gracias y Adiós. Fuiste el amor de mi vida pero ahora he encontrado a mi alma gemela y tu te has marchado.—Una suave reverencia y la sensación de una lágrima cayendo por su mejillas.

Se da la media vuelta y se va. Por un momento el dulce aroma de Siwon se cruza por su camino pero solo es una milésima de segundo en la que es registrada por su cerebro. Sigue entre las tumbas, avanza por el largo camino de piedra hacia el auto estacionado a unos metros. Se permite sonreír porque cualquier cosa que sintiera se ha sustituido por una paz y calma que hace mucho no sentía. Ya no iba a cancelar citas con culpa, ahora iba a una con felicidad innensa.

Al dejar el anillo, el único objeto que lo unía a Siwon, siente que ha dejado su pena atrás. Ha aceptado su separación, el final de lo único a lo que se aferraba. Desde hace tres años fue un hombre libre pero por fin siente que lo es. La figura de Donghae se aleja, sube al auto y se marcha mientras se vuelve una imagen difusa que se pierde, que se ha ido de ese valle de tristeza que fue el cementerio.

Después de tres años, después de todo por fin pudo decirlo...

Adiós.

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