𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 21

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Adara Santoro

—Adara—me agitan

Frunzo el ceño molesta mientras me reacomodaba en la cama bastante agotada, todo me dolía y aun tenía sueño.

—Adara ya despierta—insisten

Abro los ojos pesadamente y llevo mi mano hacia ellos, me los froto tratando de despertar y miro hacia el frente donde Zaria me miraba fijamente.

—ya era hora—suspira—es más de medio día

—¿como?—la voz me sale rasposa

—son casi las dos se la tarde y tu sigues durmiendo—dice Zaria acomodándose a mi lado

—ay dios—me quejo

—¿como estas?

—¿como crees tu que estoy?

Zaria hace una mueca y se cruza de brazos.

—¿te hizo daño? ¿Debo de gritarle todo en su cara?

—no me hizo nada—respondo

—¿como?

Me siento en la cama y tomo la liga de cabello de la mesa de noche para atar mi cabello en una coleta alta.

—no paso nada anoche, tenia las intenciones de que me dejara tocar por el, pero no fue así. No deje que me tocara, lo aparte apenas empezó a besar mi cuello—le relato

—¿no te forzó?

—no—niego

—¿no te golpeo?

—no

—vaya—se sorprende—. Sigues siendo pura entonces, ¿no?

Asiento rápidamente y Zaria asiente mientras que miraba mi mano vendada, luego alza su mirada hacia mi.

—¿cambiaste el vendaje?

—uhm no, creo que no

—dios Adara, puede infectarse por la humedad—se pone de pie y entra al baño, hago una mueca mirando mi mano donde reposaba mi argolla de matrimonio

Zaria vuelve con un kit de primeros auxilios y abre la caja sentándose frente a mi, comienza a desatar la venda de mi mano sacándola por completo y la deja aún lado dejando ver la herida que cruzaba la palma de mi mano.

Mi prima empieza a limpiar la zona con un algodón con alcohol, me queje por el ardor y empezó a limpiar los restos de sangre seca y sacando la humedad, luego empezó a limpiar la zona con un algodón seco y luego la vendo con cuidado.

—listo—sonríe—no entiendo porque hizo esto, pero no dejare que se te infecte—guarda todo en la caja—. Tu guardaespaldas es un pesado, me ha costado entrar a la habitación, según el nadie podía entrar por órdenes del jefe.

—Stephen sigue las reglas de Hades—murmuro

—una pena que yo no las siga—sonríe mi prima—. ¿Para que un guardaespaldas? No sales de esta mansión, ¿como no te aburres?

—tengo un libro de receta—sonrió y me estiro al mueble de la mesa de noche donde saco el gran libro—me lo regalo Hades hace un mes—hago una pequeña mueca al recordar todo

—¿no te ha gustado?—toma el libro

—no es eso, solo que no me ha gustado recordar el momento—respondo

—¿no te gusta Hades como esposo? ¿Es malo contigo?

—no es malo solo que... Ya no confío en el como antes—hago una mueca

𝑺𝒆𝒓𝒆𝒏𝒅𝒊𝒑𝒊𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora