Capítulo 10- Sed de venganza

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-Con que un viaje, ¿eh?- le pregunté a Pablo en cuanto nos sentamos juntos para hacer el trabajo.

-Sí, veo que lo escuchaste bien ayer- me dijo sin levantar la vista del ordenador.

-Qué gracioso- le piqué- ¿puedo preguntar a qué se debe el viaje?- le miré con una sonrisilla.

-Ahora no- me devolvió la sonrisa- cotilla.

-Uf- suspiré y giré mi cuerpo hacia él- venga Gavi- le di un puñetazo flojo en el hombro- No seas aguafiestas.

-Un beso y te lo digo- me dijo sin ni siquiera mirarme.

-Vete a la mierda- me reí- bueno pues no voy.

-Pues no vengas, ya ves tú- me dijo sin importarle un mínimo el que faltase.

-Tonto, dímelo- le insistí. No le importaba que yo no fuera, lo había dejado claro, pero tampoco iba a joderme yo sin ir cuando ya había aceptado delante de mi entrenadora.

-Ya te he dicho lo que tienes que hacer para que te lo diga- no cambió su propuesta.

Inspiré. Pues nada. A joderse.

Cambié de tema.

-¿Cómo llevas tu parte del trabajo?- pregunté como si nada. Se rio- ¿de qué te ríes?- se me fue la sonrisa de la cara.

-Eres cabezona, ¿eh?- por fin se dignó a levantar la cabeza del portátil y mirarme a los ojos. Le aguanté la mirada unos segundos, aunque al final tuve que apartarla. Odiaba el contacto visual con él, siempre acababa yo quitándole la mirada, para eso que hubiera seguido mirando al portátil el cabrón.

Tras esto, cada uno siguió haciendo su parte del trabajo hasta que el timbre del instituto sonó, para indicar el final de las clases, por lo que ambos recogimos nuestras cosas y nos despedimos para ir a comer.

-Adiós Martín- me despedí y me dirigí hacia el comedor, donde me esperaban mis amigas.

Comencé a andar, pero él me siguió.

-Eh, antes de que te vayas, que sepas que el otro día te estuve viendo jugar el partido- me dijo, como si yo fuese tonta y no le hubiese visto en las gradas.

-Ya, te vi- le dije.

-¿Y...?- me preguntó.

-¿Y...qué?

-¿No quieres saber lo que opino?- me preguntó directamente.

-Tu opinión no es que me importe mucho, ya tengo la de mi entrenadora, que es la que me interesa, así que no- le miré con una sonrisa en la cara de oreja a oreja. Que se joda. ¿Qué se creía? ¿Que por estar en el primer equipo puede ir dando lecciones allá por donde vaya? Pues no. Que se baje de esa nube en la que vive y aterrice al mundo real.

-Bueno, pues nada, me voy a comer- se despidió. Pude notar decepción en su voz. Probablemente no se esperaba mi respuesta, pero me daba igual. No sentía ningún tipo de pena por él.

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-Pero bueno, mira quién viene por ahí, la MVP del partido de ayer- me saludó Iria, la cual ya estaba sentada en la mesa donde siempre comíamos con Sonia.

-Ven, que te hago un hueco a mi lado- me dijo la otra.

-Gracias- me sonrojé.

-Traigo noticias del viaje- me sorprendió Sonia.

Adrenalina • Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora