Capítulo 6- ¿Me das tu número de teléfono, por favor?

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Llegaba tarde a clase, me había entretenido por los pasillos hablando con mis amigas y me había dado la hora.

-Perdón, ¿se puede?- pregunté al pasar.

-Sí- el profesor de mates me miró con mala cara, ya estábamos advertidos de que no le gustaba que llegásemos tarde. Qué se le iba a hacer.

Por desgracia, el único sitio libre que quedaba en clase era al lado de Ansu Fati, el mejor amigo de Pablo (y repetidor).

Me senté a su lado sin hacer ningún tipo de comentario, aunque ganas no me faltaron, y abrí el libro por la página que estábamos dando.

Tras mucho tiempo, el profesor dejó de hablar.

-Chst- no había tardado ni cinco minutos en sacarme del ensoñamiento- ¿tú te estás enterando de algo?

-Sí- mentí. Había estado en Yupi durante toda la clase. No me sabía ni qué acabábamos de dar.

-¿Qué hay que hacer?- siguió preguntando.

-Emmm...

Se empezó a reír.

-No mientas, sé que al igual que yo, no te has enterado de nada. El año pasado me fijé que te pasaba lo mismo en clase: no hacías una mierda, te pasabas la hora entera pensando en tus cosas y luego el día antes del examen pasabas la tarde en la biblioteca viendo vídeos de Susi Profe.

Por desgracia, el año pasado, Ansu Fati también estuvo conmigo en matemáticas. Por suerte, él se sentaba en la última fila de clase, al contrario que yo, que siempre intentaba sentarme en la primera. No sabía que se fijase tanto en las cosas que hacía, incluso me atrevería a decir que nunca le había visto en la biblioteca como para que supiera que los días antes de mi examen de matemáticas le hacía el negocio a la Susi Profe, viéndome todos y cada uno de sus vídeos respecto al tema.

-¿Qué sabrás tú si me he enterado o no?- ni le di la razón ni se la quité.

-Bueno...- una sonrisa se dibujó en su cara a la vez que miraba hacia su izquierda, para preguntarle a otro compañero qué había que hacer- página 30, ejercicios 2 y 3, de nada.

Me tuve que tragar mi orgullo por más que me costara.

-Gracias- me puse roja. Ni siquiera estaba en esa página, estaba en la página 115. Qué vergüenza.

-Al menos dime que sabes hacer los ejercicios, por favor- se rio.

Esta vez, decidí no mentir, preferí ir con la verdad antes que él destapara la mentira.

-No tengo ni puta idea, lo siento- me reí.

-¿Ibáñez?- me llamó mi profesor.

-¿Sí?

-Cierre el pico, por favor.

Noté como todas las miradas se dirigían a mí, genial, pasando desapercibida siempre. Susurré un ligero "perdón" y me puse a hacer los ejercicios, que obviamente, no entendía, así que simplemente fingí que los hacía, pero en verdad estaba en la última página de la libreta haciendo dibujitos y rezando para que el profesor no se diese cuenta.

El timbre de la clase sonó, por suerte para mí, y salí de bulla y corriendo antes de que el profesor me parase para echarme la bulla. Me tocaba inglés, me gustaba el idioma, pero no la asignatura, lo único que me gustaba de ella era que podía estar con mis amigas.

Adrenalina • Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora