Capítulo 6. ¿Te estas escuchando?

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Bastante incómoda se subió al carro de su jefe. Era un vehículo bastante lujoso, pero discreto y tenía un olor bastante agradable, tal vez era una mezcla de un ambientador con el del perfume de Jorge.

– Muchas gracias, señor. La lluvia está fuerte. Ahora le toca desviarse de su camino, yo vivo hacia el noroccidente de la ciudad.

– No te preocupes por mí, veinte minutos más en el carro no me harán excesivamente viejo. A demás, no es que sea tanto el desvío que hay que hacer.

– De todas formas, gracias, no era su obligación recogerme.

Estuvieron conversando un poco de trabajo, en ese momento había algunos proyectos nuevos. Tenían al menos cuatro obras en ejecución a lo largo del país, tres por comenzar y unas nuevas adquisiciones que les ampliaban su campo laboral. Tubos de la Costa, la empresa que estaba liderando el hermano de su jefe, era algo completamente diferente, ellos tenían empresas de construcción en varios sectores, hotelero, habitacional, recreacional y acciones medios de comunicación y entidades financieras que les significaban ingresos interesantes, pero la construcción de grandes tubos era algo realmente diferente.

Cuando faltaba poco, Jorge cambió el tema y le preguntó por los niños.

– ¿Cómo están sus hijos? – La cuestionó viendo como agarraba su cartera.

– Gracias a Dios bien, estudiando todos. – Una sonrisa se le escapó, es que pensar en sus hijos la hacía sonreír.

– Me di cuenta de que todos tienen los ojos de igual color que usted, pero el niño no se parece a usted en nada más. – Aseguró como si lo hubiera estado pensando por largo tiempo.

– Si, él solo sacó de mi familia los ojos, en lo demás se parece a su papá. – Murmuró ella con la imagen de su esposo en mente.

– Bueno, salúdelos de mi parte. Descanse. – Dijo cuando el carro se detuvo frente al edificio de cinco plantas donde ella vivía desde hacía más de siete años.

Jorge sabía que era viuda, su padre se lo había comentado antes de que tomara posesión de su cargo, le contó grosso modo su historia y sabiendo que era una excelente trabajadora, decidió dejarla en su lugar.

Les costó un poco adaptarse a sus modos, pero con Alejandro tenía suficiente, Ibáñez hacía un buen trabajo y le gustaba su buen humor, en realidad se había dado cuenta que su antigua secretaria era buena, pero Ela era más eficiente y su temperamento calmado lo tranquilizaba cuando era necesario. Esa mujer no parecía estresarse con nada y siempre portaba una sonrisa conciliadora. Si se aguantó a Leticia con todas sus actitudes, era porque de verdad era una santa.

Jorge la miró bajar del auto y correr hacia la portería con un juego de llaves en la mano, el edificio no tenía un vigilante, al parecer cada habitante tenía llaves para abrir la reja de acceso y ella solo demoró un par de segundos en hacerlo.

Ese no sería el único día que Ela bajaría del carro de su jefe frente al edifico. La semana siguiente Alejandro se cayó en baño de su apartamento y tuvo un esguince de tobillo que lo mantuvo incapacitado por más de diez días y ella tuvo que cubrirlo, lo que implicó que tuviera que trabajar horas adicionales y llegar a casa más cansada de lo normal.

Algunos días Jorge Armando tenía reuniones por fuera de la oficina, así que salían desde temprano y él mismo la llevaba, ella le insistió en que podía tomar el transporte tradicional o un taxi para que no se preocupara, pero el insistió y la llevó cada vez.

Jorge llegó a su casa y se quedó un rato con su hijo en la consola de video juegos, cuando preguntó por Leticia su hijo solo se encogió de hombros. Los últimos meses casi no se veían y cuando lo hacían muchas veces discutían, si no era porque él estaba trabajando, era porque ella no estaba en casa.

Déjame quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora