Los cuatro días que había estado admirando los bellos paisajes que le ofrecía el biohospedaje y disfrutando de la tranquilidad de su entorno le habían llenado de un apacible deleite y se sentía sereno, en equilibrio, complacido, sentía sus fuerzas renovadas, había tenido tiempo para reflexionar sobre su vida, no sobre lo que había pasado, no. Había pensado mucho sobre su futuro y la actitud que debería asumir en adelante.
Había entendido que las decisiones de Leticia no eran su responsabilidad.
Vivi, la hermosa propietaria del hospedaje había sabido entenderlo y lo hizo entrar en razón. Sus errores fueron situaciones que pudieron solucionarse conversando, no eran razón suficiente para que ella se decantara por tener otra pareja, a demás estaba su hijo, ese que justo ahora mismo necesitaba de él.
Cuando decidió salir de su casa era cerca de la medianoche, solo tomo dos cambios de ropa y una buena chaqueta, sabía que quería estar solo, lejos de todo, pero no tenia idea a donde iría. Tomo suficiente dinero como para vivir un mes fuera y solicito el servicio de transporte. Cuando salió de su casa lo hizo con la mayor discreción posible, evitó las cámaras de seguridad esperó el carro plateado frente a la casa de al lado. Sabía que si quedaba grabado iban a encontrarlo antes de que llegara a cualquier lugar.
Cuando le hablaron de ese hospedaje en el pueblo no lo pensó dos veces. Un lugar poco concurrido, discreto, cómodo y agradable, eso era justo lo que necesitaba y fue mejor de lo que esperaba.
El sonido de vehículos era poco frecuente, eso había notado en el tiempo que llevaba allí, y que se escuchara mas de uno llamó su atención.
Un suspiro de comprensión brotó de sus labios. Había llegado el momento de regresar a su vida, a la que ahora era su vida y buscar la manera de armar de nuevo los engranajes. Mirando el paisaje fue consciente de la persona que se sentaba a su lado y lo hizo en la misma posición que él tenía. Sus codos estaban sobre sus rodillas y, al igual que el tenía algo en la mano, una brizna del pasto que abundaba en esa zona.
Ela se quedó observando el paisaje, en verdad era hermoso e invitaba a quedarse allí, sintiéndose en paz, como si nada pudiera perturbar el mundo que la rodeaba, pero la realidad era otra, ella era quien venia a perturbar el espacio de Jorge, ella había sido quien asumiera la tarea de convencerlo de que era tiempo de volver.
Nunca había estado en una posición tan difícil, decirle a su jefe que debía ser un adulto y dejar de huir ante los problemas no era su ideal para la vida. Aunque esas no eran las palabras que debía usar, al final ese era su cometido.
¡Ah! Era tan difícil comenzar.
– Se acabaron mis vacaciones – Afirmó Jorge en un tono tan calmado que no mostraba molestia o ironía, ni siquiera resignación, era como si ya estuviera listo para lo que se venía o eso percibió ella.
El perfume de Ela parece haber puesto el toque perfecto para que se sintiera pleno. Era una fragancia suave, nada ostentosa y que transmitía la paz propia de ella, estaba tan acostumbrado a su olor que sin siquiera mirarla sabia que estaba cerca.
Si hubo sorpresa de parte de él no lo hizo ver, dos largos suspiros se escucharon y le dieron a Ela la valentía para hablar, solo que con unas palabras distintas a las que se había imaginado cuando su exjefe le había dicho que ella era la persona ideal para traerlo de vuelta.
– Esto es más que hermoso. – la suave voz de Ela hace mas real el momento y parece complementar la burbuja en la que Jorge se encontraba y no quería salir.
– Es... es el Cielo. – Alegó Jorge con un simple encogimiento de hombros haciéndolo ver más que obvio.
– Es el momento. – Confirmó ella entrando de lleno en su tarea.
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Déjame quererte
RomanceJorge Armando Mishaan, ha asumido el control de las empresas de la familia, todo debería estar bien para él, pero no, nada está bien, al parecer todo ha perdido sentido y él siente que su vida no tiene sentido. Su matrimonio se ha desvanecido y a pe...