2006
Ela estaba colocando la ropa que habían usado en la temporada de fin de año en la lavadora, se habían quedado unos días mas con sus suegros en la finca de estos, el lugar era encantador, no estaba dentro del pueblo, pero tampoco estaba muy lejos de él, sencillamente era el lugar ideal para descansar, cada vez que iban ella entendía por qué su esposo lo extrañaba tanto. Allí había crecido, ese lugar era ideal para criar hijos, muchos hijos, tal vez por eso David era el quinto de ocho hermanos.
O tal vez era porque antes no tenían luz y seguramente sus suegros no tenían ni un dominó para jugar, quien sabe.
Solo había colocado el detergente y el suavizante cuando sintió que un líquido caliente recorría su pierna izquierda desde arriba hasta llegar al piso.
Era lunes, por el tiempo de embarazo ya tenía la baja médica, sus cuentas daban para que su hijo naciera el siguiente jueves, aunque con ellos nunca se sabía, sus dos pequeñas habían nacido una semana después.
Sin perder la compostura se fue al baño, tomó una ducha y limpió esas zonas que sabía debían estar libres de vellos y se colocó un vestido amplio. Con esa misma paciencia tomó el teléfono celular, un pequeño Nokia 1100, llamó a David y este se sorprendió, pero salió eufórico para encontrarla en el hospital donde sería atendida.
Las niñas estaban con los abuelos en la finca, se quedarían hasta que el bebé naciera, pero ese plan había cambiado porque Esteban tenía afán, así que no sería por mucho más tiempo, solo el día anterior se habían despedido de ellas y ya hoy tendrían que regresar.
Tomó su maleta y la del bebé y salió hasta la esquina y tomó un taxi, apenas estaba empezando a sentir contracciones, pero eran tan leves que nadie pensaría que estaba a punto de tener un bebé. El conductor del vehículo iba conversando con ella, de lo gris que se veía el día, pero es que Bogotá siempre se veía gris.
– Este nuevo año parece traer mucha agua, mire no mas el aguacero de ayer en la madrugada. – Afirmó el hombre que alternaba la vista entre el tráfico y el encapotado cielo.
– Eso escuché, yo llegué ayer de Anapoima y cuando llegué aun se sentía bastante frío. – Comentó Ela que en ese momento estaba resistiendo una pequeña contracción.
– Mire no más el trancón que hay y eso que aun no empieza a llover, ayer creí que iba a granizar. – Comento el hombre que se le notaba tenía toda una vida tras el volante.
– Ojalá no se demore mucho, creo que este bebé tiene prisa por nacer. – Dijo ella que estaba descansando en ese momento del dolor.
– ¿Cómo así? ¿Usted no va para un control? ¿Está de parto ya? – Prácticamente gritó el hombre sorprendido de ver que ella estaba bastante tranquila. Cuando le pidió que la llevara al hospital nunca se imaginó que era porque su hora había llegado.
– Si, así es, se está adelantando unos días. – Explicó con tanta tranquilidad que el hombre se sintió confundido.
– ¿Por qué no lo dijo antes? Espere un momento. – Tomó el radio y se encargó de hacer lo que tenía que hacer – Central, tengo un bebé en camino, estoy en el trancón de la Boyacá, necesito espacio.
Ela escuchó un ruido ininteligible a través del radio del taxi y varios taxis comenzaron a pitar y de forma increíble empezaron a avanzar, era como si en lugar de un taxi estuviera a punto de pasar una ambulancia, los taxis que estaban adelante abrieron paso para ellos y solo 20 minutos después estaban en el hospital. El conductor la acompañó hasta la recepción y se despidió deseándole lo mejor cuando la enfermera la conducía hacia una de las salas del lugar.
Mientras entregaba los documentos y la pasaban a preparación llamó a sus padres y a sus suegros y les dijo que pronto nacería Esteban. Todos aplicaron los protocolos para llegar lo mas pronto posible. Lastimosamente sus suegros tendrían que llegar al día siguiente con sus niñas, pero su mamá ya estaba en camino.
Le extrañó no ver a David cuando llegó, pero las contracciones se hicieron mas fuertes en cuanto entró, era como si su pequeño estuviera esperando que ella llegara para acelerar el trabajo de parto.
La pasaron pronto a sala de partos porque había dilatado ocho centímetros y a ese ritmo, seguro en una hora ya tendría a su bebé en brazos. Le había preguntado a la enfermera por su esposo, pero esta le decía que aún no había llegado nadie preguntando por ella.
Llegó el momento, aunque en ese lugar no permitían la entrada del padre durante el parto, el saber que él estaba afuera era un aliciente y un tranquilizante, pero ahora no había nada de eso, estaba ansiosa y eso estaba dificultando la tarea. Ela necesitaba saber que él estaba afuera y aun no llegaba. La que si llegó fue su madre y así se lo hizo saber la enfermera.
– Debes pujar, Ela. Tu bebé necesita tu ayuda, él solo no podrá. – Le habló la enfermera que la había estado acompañando desde que llegó.
– Pero David no ha llegado, necesito saber que él está afuera esperándonos. – Gimoteó ella, sentía una extraña opresión en el pecho, sentía la ausencia y ella quería sentirse acompañada.
– Vamos cariño, él va a llegar, debe haber trancón, sabes como es esta ciudad. Debes pujar con la próxima contracción, si no la haces se puede complicar el parto y estarías poniendo en riesgo a tu bebé y a ti, o tendremos que hacerte cesárea ¿Qué dices? ¿Lo haremos? – Ela asintió y cerró sus ojos suspirando y provocando suspiros también en los que estaban en sala.
– Vamos a hacerlo, está bien. – Dijo dejando de lado cada uno de sus pensamientos.
Con fuerza apoyó su barbilla en el pecho y pujó cuando se lo indicaron, tuvo que hacerlo en tres oportunidades, justo cuando de su garganta salió algo parecido a un rugido que fue acallado por el potente llanto del recién nacido.
– Es un hermoso y saludable varón de tres mil doscientos gramos y cuarenta y nueve centímetros. – Anunció la misma enfermera que le había hablado anteriormente.
Ela se dedicó a observar como preparaban a su bebé y luego lo vestían con el conjuntito blanco con un barquito bordado que escogió para ser su primer vestido, los envolvieron en la hermosa manta azul cielo y lo llevaron hasta ella para que lo amamantara.
Pudo disfrutar por un momento de ver a su hijo por primera vez, disfrutó ver su boquita que succionaba con desespero y sonrió, en un solo movimiento capturó su pezón y se alimentó como todo un profesional.
No se dio cuenta en qué momento había salido su placenta y los médicos la habían dejado lista para ser llevada a una habitación. En realidad, parecía haberse quedado en una burbuja donde solo estaban ella y su pequeño.
Esteban la hipnotizó.
La enamoró.
La cautivó.
Ah, que bellos se sentía ser mamá.
Parecía estar en otro mundo, todo lo que podía ver, sentir, oler y escuchar era a su bebé, ese pequeño de cabeza desprovista de cabello y que seguramente iba a tener el cabello claro de su padre, porque las niñas cuando nacieron tenían el cabello oscuro y abundante al igual que ella.
Casi dormida pudo sentir que su madre le besaba la frente. En cualquier lugar del mundo ella siempre iba a reconocer esos labios y ese aroma. En ese momento su paz fue casi completa, allí estaba la persona que siempre daría todo por ella y sabía que nada malo podría suceder si ella estaba allí.
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Hola, hola. este es el segundo capítulo, vamos algo lento pero seguro, perdonen si hay faltas, mas a delante me detendré a corregirlas. Ela es un amor de mujer, se que la van a amar.
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Déjame quererte
Roman d'amourJorge Armando Mishaan, ha asumido el control de las empresas de la familia, todo debería estar bien para él, pero no, nada está bien, al parecer todo ha perdido sentido y él siente que su vida no tiene sentido. Su matrimonio se ha desvanecido y a pe...