Capítulo 7. Mantenimiento gratis

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Buenos días, Pautt. Necesito que le entregue a Ibáñez el itinerario del viaje a Europa de este mes, aun debemos concertar unas citas con algunos proveedores. – Hizo una pausa mientras pasaba algunas hojas de la carpeta que tenía entre manos y la miró sostener la libreta que siempre llevaba con ella – Recuerde que esta vez Carlos Alberto también va conmigo y como siempre él me ayudará durante las visitas, hay algunos espacios de su agenda que no se pueden tocar, también tiene cosas de la nueva empresa que debe gestionar.

– Si, señor. Ya lo tengo listo. Los hoteles y los vuelos están confirmados, si necesita hacer alguna modificación solo debe hacérmelo saber. – Ela revisó su agenda y lo miró señalando con el bolígrafo otra carpeta sobre el escritorio – Brenda me informó de los detalles de la visita del señor Carlos y ajusté todo de tal forma que pudieran trabajar cómodamente.

– De momento todo se mantiene, pero debo confirmar con los alemanes una visita a su planta y con eso definiríamos todo. Ah, Pautt, muchas gracias por sustituir a Ibáñez, su ayuda fue muy valiosa. – Jorge le sonrió y fue una expresión que la impresionó, él poco sonreía y más si se trataba de algo laboral.

– Fue con mucho gusto, señor, antes hacia lo mismo con su papá, bueno hace ya muchos años de eso, fue hasta... – Recordó antes de qué y prefirió no seguir esa línea de pensamientos – hace mucho tiempo ya.

– Ya sé que, si un día a ese hombre se le ocurre abandonarme, puedo contar con usted. – Ahora hasta bromeaba, el señor Jorge Armando Mishaan estaba bromeando, eso sí era nuevo.

– Si señor, con mucho gusto. – Ella sonrió satisfecha, algo debía ir bien en la vida del señor para que estuviera con esa actitud, ella no era una metiche, pero al ser la persona que estaba más cerca de él diariamente era capaz de observar esos cambios, y ciertamente él parecía estar pasando por un buen momento.

Estaba tan equivocada, para Jorge lo único que iba bien era lo laboral, porque su hogar ya no podía recibir ese nombre, su matrimonio estaba al borde del precipicio y se sentía incapaz de dar un paso a hacia atrás y eso que era lo que más quería.

Jorge tenía al menos dos meses planeando el viaje a Europa. Faltaba más de un mes para llevarlo a cabo, pero necesitaban coordinar todo. No había querido que fuera en diciembre, sin embargo, en los negocios muchas veces no se puede escoger. Lo bueno era que iba a estar de regreso antes de navidad. Ese año se perdería la fiesta navideña para sus empleados, pero dejaría todo en manos de su madre, ella estaría ese día, le encantaba esa celebración y tenía la experiencia de muchos años.

Las semanas se pasaron volando, toda la empresa se veía vestida de los colores de la navidad. Había un ambiente muy agradable en cada piso del enorme edificio.

Ela estaba que se lanzaba por el balcón y eso que era la más calmada de todos los empleados de Jorge Armando. Nunca la había visto con el ceño fruncido y esa semana se la había pasado con ese gesto, que lejos de hacerla ver desagradable, le generaba ganas de acercarse y borrarle con el dedo el gesto, en realidad se veía tierna.

¿Desde cuándo mi secretaria se ve tierna? Fue la pregunta que se hizo a sí mismo, mientras dejaba los lentes sin marco sobre su escritorio.

– Pasado mañana saldremos a primera hora, así que por hoy puedes retirarte, Ibáñez. Aprovecha la tarde de hoy y el día de mañana para lo que necesites.

– Señor, mañana hay una reunión con los ingenieros del condominio de Cali, aún faltan cosas por terminar. – Se apuró a decir en tono profesional.

– No te preocupes, Pautt estará acompañándome. Vete, haz tus maletas y descansa un poco, allá serán diez días intensos, sin descanso. – Se levantó y caminó hasta el baño y de camino le indicó – Dile a Ela que venga un momento, por favor.

Déjame quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora