Capítulo 15. ¡Eso no existe!

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Rogar se había convertido en su último recurso y se arrepentía en demasía, porque al verla salir sin mirar atrás se sintió patético, ¿Qué podía hacer? la amaba y ese sentimiento lo estaba acabando. 

Había llegado el momento de aceptar que no podía seguir luchando solo.

En su desesperación solo se le ocurrió llamar a su hermano. Carlos era la persona que mejor conocía su historia con Leticia, en algún momento él había sido cómplice de sus locas decisiones.

Carlos Alberto estaba en Cartagena y sabía que a esa hora aun estaría despierto, ambos tenían hábitos de sueño similares y así fue, Carlos le respondió. Solo fue capaz de decirle con la voz estrangulada por las ganas de llorar que su matrimonio se había acabado.

Era consciente de que su hermano no podría estar en ese momento con él, pero no era capaz de llamar a sus padres y si llamara a Oscar seguramente no le respondería por estar encima, o debajo, de alguna mujer de llamativas curvas. Esa noche se emborrachó, él, que no tomaba mas de dos tragos en reuniones o eventos sociales o un par de copas de vino en comidas de negocios, él, que siempre se había caracterizado por ser el más ecuánime de todos sus amigos se había emborrachado hasta perder la conciencia y si por él fuera permanecería en ese estado hasta que se le borrara del cuerpo y del alma el recuerdo de Leticia.

Con Carlos siempre habían sido bastante unidos, las edades similares y formas de ser que se complementaban y la crianza recibida, los habían hecho casi inseparables en su juventud, ahora cada uno vivía de forma distinta, sin embargo, eran bastante conscientes de lo que le sucedía al otro, solo que Jorge no podía aceptar delante de nadie que su matrimonio se había ido al garete.

El fin de semana nadie supo nada de Jorge, apagó su teléfono y se dedicó a lamerse las heridas, sobre todo por su orgullo, el que había tirado y no había servido de nada.

Ser responsable era su mayor virtud, pero también su castigo, porque el lunes estuvo en la empresa bien afeitado y con toda la disposición de ponerse a trabajar como si estuviera en quiebra.

Notó unas flores en el escritorio de su secretaria, pero no le prestó mucha atención, a ella le gustaban las plantas y seguro las había colocado como decoración. Se reunió con Oscar y organizaron reuniones con los caleños, con el equipo de Panamá y con diseño, pues tenia unas cuantas ideas que quería compartir.

– Ahora sí, dime, que te tiene en este estado, porque si hoy lograste organizar suficientes reuniones como para dos meses de trabajo extenuante, es que estas queriendo escapar de algo y – Levantó el índice derecho cuando Jorge intentó decir algo – no me digas que nada, porque tu sabes que te conozco y no voy a aceptar una respuesta como la que le darías a tu secretaria, quien por cierto tiene pretendiente y a mi ni me da la hora. – Jorge se quedó viendo a Oscar y no sabia si preguntar por el pretendiente de Micaela o negar que se estaba muriendo por lo acontecido con Leti. Oscar al ver su expresión confusa le hizo seña con las manos – ¡Desembucha!

– No hay nada que contar, Oscar, solo... no he tenido... un buen fin de semana. – No era la verdad al cien, pero no estaba mintiendo, al menos no completamente, porque lo que no ha tenido ha sido un buen mes o mejor dicho un buen año.

– Es que se nota, ahora quiero saber el motivo... Lo instó a hablar haciendo un gesto con las manos mientras se acomodaba en su silla.

– Leticia y yo nos vamos a separar. – Soltó con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Todo su cuerpo gritaba como se sentía: derrotado.

– ¡No me jodas! Casi gritó su mejor amigo al tiempo que se inclinaba hacia él con las manos apoyadas en sus piernas.

Era el momento de sacar lo que tenía dentro. Le contó todo a su amigo. La distancia que fue creciendo, las discusiones, la ausencia total de intimidad, el abandono emocional de ella hacia Mauro, lo del restaurante, para terminar con lo que pasó la última vez que se vieron.

Déjame quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora