Desde ese terrible día Leticia no volvió a dormir en su casa. Según su escolta se estaba quedando en el apartamento de Karime y solo había ido a su residencia por unas pocas cosas.
El jueves a media tarde Ela, junto con toda la planilla de la central de Andes, estaba a punto de explotar. Jorge estaba de un humor de perros, el único que podía capotearlo era Oscar y no se había portado por allí desde hacia dos días. Una llamada de su jefe de seguridad lo hizo salir a toda prisa de la empresa.
– Pautt, cancele lo que tenga para esta tarde y después le confirmo si vengo mañana.
Hubo una exhalación de alivio generalizada en la oficina, la noticia de que su jefe se había ido pareció calmar los nervios de todos.
Se le había informado que Leticia estaba en su residencia y con más determinación de la que tenía se dirigió hacia allá. Algo era seguro, no iba a mendigar su atención, pero debía dejar las cosas claras con ella.
No podían seguir en el aire.
En el momento en que se bajaba de su carro observó como su hijo salía por el lateral de la casa a recibirlo. Con una sonrisa se saludan y entran al vestíbulo conversando del próximo viaje a Cartagena, se irían juntos para compartir con el tío Carlos, Jorge se quita su abrigo y deja el maletón en las manos de Estefanía la encargada de la casa. No estaba en sus planes que se encontraran los tres, menos en esas circunstancias.
Se quedaron en silencio y sus sonrisas se desvanecieron en el momento en que vieron a Leticia en la cima de las escaleras con una maleta enorme y en apariencia pesada.
Ella se quedó congelada, haber llegado a esa hora tenía como finalidad no encontrarse con su esposo. No quería tener esa conversación con él. El viernes anterior se había ido luego de un enfrentamiento que la dejó casi tan lastimada como a él.
Ya estaba allí, aunque hubiera preferido que su hijo no se diera cuenta de lo que estaba pasando, no era como que pudiera desaparecer o devolver el tiempo.
Los dos la observaron y era como si fueran simples espectadores, el escolta de Leticia se acercó y le ayudó a bajar la maleta y ella se quedó con su cartera en la mano al pie de la escalera.
– Te vas. – La afirmación de Jorge Armando la hizo levantar la cabeza y mirarlo. En su mirada se observaban varias emociones entre ellas angustia, miedo, ansiedad y cualquier otra que él prefirió ignorar.
– Es lo mejor, no hay más alternativa, aquí ya no tengo nada.
– Porque así lo decidiste. – La frialdad en su voz, esa que usaba solo en el ámbito laboral los sorprendió a todos, especialmente a él mismo.
Mauricio los miraba confundido. Hacía días no veía a su madre y, aunque no era extraño, había notado a su padre más ausente, su trato con él era igual, pero estaba más tiempo en la oficina, siempre estaba ocupado.
– Al parecer yo soy nada para ti. Gracias por dejármelo claro. – Con esta respuesta de Mauricio, Jorge rodeó a su hijo con su brazo izquierdo y fulminó con la mirada a la mujer que tanto había amado.
– No... Mau, yo... no... es solo que en este momento no puedo... no puedo explicarlo ahora mismo, después lo comprenderás, eres muy pequeño para entender... – La suplicante mirada de ella había tocado a su hijo, mas no así a su padre.
– Entonces explícamelo a mí, yo sí que soy perfectamente capaz de entender cualquier cosa que quieras decirme. – Refutó Jorge en un tono bastante ríspido.
– Tampoco lo entenderías, Jorge. No, n-no puedo. – Titubeó Leticia incapaz de exponer sus razones.
– Hijo, déjanos solos, yo iré contigo en un rato, debo hablar con tu madre. –Habló Jorge a su hijo en un tono mas conciliador y mirándolo con entendimiento.
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Déjame quererte
Roman d'amourJorge Armando Mishaan, ha asumido el control de las empresas de la familia, todo debería estar bien para él, pero no, nada está bien, al parecer todo ha perdido sentido y él siente que su vida no tiene sentido. Su matrimonio se ha desvanecido y a pe...