Dulce y Agraz

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A pesar de ser un beso más largo que cualquiera que haya dado antes, para Catra, el momento fue tan efímero como la breve luz que invadió la habitación del hotel. De la nada, el cielo volvió a oscurecer y cántaros de agua se escuchaban caer al rededor de Serenia. Para Adora el sonido fue el complemento perfecto para un momento tan íntimo y feliz; sin embargo, para Catra fue un recordatorio de que cada momento feliz en su vida se desvanecía con inexplicable rapidez.

Adora se acurrucó por debajo del cuello de la morena, mientras esta tenía los ojos abierto de par en par, qué sucedía si este bello rayo de luz en su corazón de veía destrozado por una tormenta que arrasase con todo. Incluso los lugares perfectos pueden ser opacados súbitamente. Aunque lo que Catra ignoraba es que los árboles más fuertes crecen en agua de tormenta, que se necita oscuridad para que entre la luz.

- ¿Estás bien? - preguntó ansiosa Adora, considerando que su mente trabajaba igual de rápido que la de Catra.

- ¿Por qué no iba a estarlo? - dijo forzando una sonrisa.

- Por tu sueño... por lo que acaba de pasar... por todo.

Catra se negaba a autosabotearse sin una justificación real, el tonto clima no era una presagio de nada, y a pesar de las dudas, nunca se había sentido así. 

- Creo que lo que acaba de pasar es algo que ansiaba, a pesar de no haberme dado cuenta, Adora. Pero me siento preocupada.

- ¿De qué? - dijo mirándola a los ojos.

- De salir dañada. De lo que pase desde ahora. De Luna Brillante.

- ... Desde ahora... Quiero disfrutar el ahora, este lugar, tu compañía - Adora se sonrojó antes de continuar la oración. - ... de otro beso. Del ahora, gatita. Solo tenemos el ahora.

Catra sonrío, y volvió a besar a Adora. Pudiendo ambas por fin conciliar unas pocas horas de sueño.

***

A pesar de seguir en su fin de semana libre, ambas chicas habían planeado una salida a la arquitectura antigua mejor conservada de Serenia; un tanto turístico, porque ambas amaban la idea de ir, y un tanto de trabajo, considerando que sería un lugar idóneo para investigar. Casi un trabajo por placer, pero para ello, debían desayunar para recobrar las energías no recuperadas en la noche anterior. 

Ambas se prepararon para bajar de la habitación entre miradas coquetas y mejillas sonrojadas, incluso pequeñas sonrisas escapaban cuando cruzaban sus miradas. Una vez en el comedor, seleccionaron sus desayunos y la atención de Adora fue captada por la mano de Spinerella, quien le indicaba que podían sentarse junto a ellas. Debido a lo agradable de la última comida compartida, decidieron aceptar la invitación.

El desayuno transcurrió con las mismas miradas cómplices de antes, pero también en una amena conversación con la pareja, a quienes le comentaban sobre el trabajo pendiente para el día.

- Iremos a un teatro maravilloso y muy antiguo, donde los primeros celebraban tradiciones y ritos que aun pueden verse reflejados en los dibujos y escrituras de los primeros. - dijo la rubia.

- Admiraría a cualquiera que entendiera esos trazos. - señaló Netossa.

- Adora es lingüista, he leído increíbles artículos sobre sus investigaciones. Es totalmente admirable. - comentó Catra, dejando ver, como pocas veces, sus sentimientos hacia su compañera.

Mientras la conversación fluía, Catra notó que en reiteradas ocasiones Netossa acariciaba la mano de su novia, o que Spinerella apoyaba la cabeza en el hombro de la peliblanca. Lo que generaba en ella unas incontrolables ganas de imitar aquello, así que sin pensarlo, apoyó su mano sobre la mano de la rubia y entrelazó sus dedos por encima de la mesa a la vez que su colita, como de costumbre, buscaba la cercanía de la rubia. Gesto que, por qué no decir, derretía como un helado a Adora.

Tempus Fugit - Catradora AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora