¿Quieres saber qué se siente?

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A la mañana siguiente el dolor en el pecho de Adora no desapareció, notó con rapidez que Catra no se hallaba en su cama. Ni siquiera tenía las fuerzas como para intentar buscarla, en este momento y como en tantos momentos anteriores, solo se dedicó a pensarla, estando allí, tensa en su cama.

Cerró los ojos con fuerza ¿Qué punto tenía llorar a esta altura? Ya lo había hecho muchas veces antes por ella. Se desvelaba pensando en Catra, se imaginaba el olor de su piel, la suavidad de sus orejitas, la sedosidad de su cabello, el sabor de sus labios; y cada que recordaba que eran deseos de cosas imposibles, soltaba lágrimas de anhelos cayendo al vacío en picada.

Lo cierto es que para la rubia no fue fácil aceptarlo. Se obligaba a apartar la vista de Catra en la oficina, se imponía trabajo extra para mantener su cuerpo y mente ocupados, intentó salir con otras mujeres, pero su cabeza no cooperaba con nada, únicamente era capaz de enfocar aquellos ojos distintos. Y es que era lógico que no fuera fácil, cuando puedes sentir el desdén de la otra persona. 

Se cuestionó en innumerables ocasiones qué era lo que le cautivaba de ella. Evidentemente, su belleza, pero Adora era más que solo superficial, su belleza no podría cautivarla si esta no estuviera acompañada de una persona que vale la pena conocer. ¿Fácil de aceptar? No, por supuesto que no, pero sentía con pasión y fluidez sin entender por qué.

Adora pensaba que esos momentos eran difíciles, pero resulta que la vida encuentra maneras de dificultarse cada vez más. No sabía qué sentimiento era peor, la ignorancia, o el haber conocido el cielo al tomar su mano, oír su risa, entender su mundo y besar sus labios. Ahora entendía por qué, y es que Catra era fascinante, graciosa, gentil, sarcástica, cálida, suave, frágil, hermosa, delicada, complicada. Todas las cerraduras de antes guardaban una persona especial, y eso respondía a todas sus preguntas, le daba un sentido a cada sentimiento y lágrima.

¿Pero ahora? Valía la pena llorar por eso... No. Ya no es un llanto de frustración o de un deseo no correspondido. Ahora era el eco de un corazón roto. 

Cuando Adora abrió los ojos no cayeron lágrimas, simplemente no era capaz de producirlas, solo sentía vacío y dolor; pero también, una fuerte determinación. Si era necesario construir una escalera para llegar al universo de Catra, ella lo haría. Serenia estaba llena de historia, y quería dejar escrita la suya con Catra, en sus playas, sus ruinas, en todos lados. Eso es lo que se hace cuando se ama a alguien, y Adora la ama.

No se iba a quedar allí esperando a que fuera Catra la que atravesara la puerta y le ofreciera felicidad. Adora iba a ir a buscarla. Llevada demasiado tiempo observando, siendo demasiado tímida para tomar al caballo por las riendas, ni si quiera fue ella la que le dio el primer beso a Catra. Esta vez era su turno.

Antes de salir con determinación de la habitación, se asomó al balcón para tomar el aire que le hacía falta para continuar con valor, observo un momento la playa y se sintió inspirada con el vaivén del océano, estaba por emprender su camino cuando la vio allí, abrazando sus piernas. Sólo lograba ver su espalda con claridad, pero su cabello rebelde era inconfundible, para Adora, incluso su silueta lo era.

La ojiazul no apuró el pasó en lo absoluto. Como nunca, contuvo su ansiedad y le bajó a su aceleración... tomó el ascensor con calma porque de alguna forma sabía que Catra iba a estar en la misma posición en la que la vio desde lo alto. Caminó desde el bar del hotel, atravesó las piscinas, se detuvo en los bares y pidió dos cocteles, siguió por el sector de juegos hasta pisar la arena y dio unos cuantos pasos más, aun de pie, tomó una increíble cantidad de aire y dijo

- ¿Está ocupado este asiento, gatita? - Catra despegó el abrazo de sus piernas y miró hacia arriba con una mezcla de sentimientos en sus ojos bicolor, señalando con la cabeza que Adora podía sentar a su lado en la arena.

Tempus Fugit - Catradora AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora