Hace 26 años atrás, una bella mujer llamada Catra, junto su adorable esposo Raúl visitaban el hospital de Luna Brillante para recibir a su primer hijo. Ambos, enamorados el uno de la otra, de la vida, y de su pequeño en camino miraban alegres y ansiosos su futuro. Debía ser un parto normal, o eso decía el doctor.
Tras la grata sorpresa de ambos al ver que su esperado hijo resultaba ser una hija, idéntica a su madre, el doctor le solicitó a Raúl acompañarlo al cunero, mientras la enfermera terminaba de arreglar a la reciente madre.
Shadow llevaba trabajando más de 24 horas sin dormir, se encontraba de un particular mal humor y le irritaba de sobre manera la fingida felicidad de la pareja; estaba convencida de que nadie podía ser tan auténticamente feliz. Le tocaba, por desgracia, atender a la mujer, quien desbordaba una alegría casi tangible. La joven no paraba de repetirle lo alegre que estaba de recibir una pequeña, que era un regalo de las estrellas.
De pronto, el entusiasmo de Catra bajó, y bajó, y se desmayó. Más que preocuparse, Shadow se alivió de no tener que escucharla más, se regocijó del silencio que sentía mientras limpiaba su cuerpo, acomodaba sus piernas y sacaba los desperdicios de la sala de parto. Se alegraba de poder hacer su trabajo en silencio, le daba paz ver la cara dormida de la mujer, sin pizca de las felicidad de antes, solo con cara de tranquilidad.
La llevó en su camilla al cuarto reservado para ella, solo una hora después, Shadow, Raúl, la pequeña bebé y el doctor atravesaban el cuarto de Catra para compartir el primer momento de felicidad en familia, mas cuando los presentes vieron a la mujer, se encontraron con un cuerpo pálido, frío y rígido; cualquier evidencia de una madre alegre se había esfumado junto con los latidos de su corazón. Catra había muerto. Una hemorragia interna, hubiese sido fácil de corregir si lo hubiesen frenado a tiempo.
Shadow Weaver mintió.
- ¿Notaste que se desmayase o perdiese la consciencia en algún momento?
- No, me habló todo el camino a la habitación de lo alegre que estaba de que la pequeña naciera mujer.
En el fondo del diálogo entre enfermera y doctor, un reciente padre lloraba desconsoladamente con su pequeña en brazos. Despidiéndose entre lágrimas del gran amor de su vida.
La negligencia de Shadow Weaver nunca salió a la luz. Ni Raúl, ni el doctor, ni nadie entendió cómo la hemorragia actuó tan rápido, ni cómo fueron capaces de obviarlo.
Catra, 26 años después, no lo entendía, no lo sabía, no lo comprendía, pero estaba soñando con esa noche. Con lo que Catra no soñó, fue con la culpa y el odio que impregnó el alma de Shadow Weaver, tampoco soñó con su insulsa manera de remediarlo: una religión, para ser perdonada por quién sabe quién; mucho menos con la manera en que fingió ser otra persona para conquistar a su padre, ni con el deseo de aquella mujer de ser si quiera un poco amada como su difunta esposa Catra. Tampoco soñó con el sentimiento de ira y odio que le generaba la pequeña que arruinó su vida y la llenó de angustia y culpa, no logró ver los brutales intentos que la mujer hacía para que la hija se pareciese un poco menos a su madre. No. Solo soñó con aquella noche, con el olor a sangre, con los llantos de su padre y de su pequeño pecho.
El tiempo era algo curioso, realmente no había sido un sueño. Catra estuvo allí, como un ser omnisciente, pero al volver al presente lo sintió como un mundo onírico, que no comprendía y que se negaba a aceptar como real. Su negación no evitó el profundo dolor que sintió entre las sábanas, ni las lágrimas que violentamente recorrían su mejilla. Se aferró un poco más fuerte al calor entre sus manos, abrazando con los ojos apretados a la única ¿cosa? que le entregaba un poco de seguridad.
***
Adora no se quejó cuando Catra cruzó de una cama a otra en medio de la noche, guardó silencio y lo sintió como un sueño, y disfrutando de él, cayó rendida ante el cansancio, solo gozando de lo surreal del momento, viviendo su fantasía. La morena, por su parte, no supo del recorrido nocturno hasta que limpió sus lágrimas en la espalda de Adora, mientras abrazaba con firmeza el abdomen de la rubia. Por un momento se sintió molesta, creyendo que Adora había invadido su espacio, hasta que entre las lágrimas vio el balcón demasiado cerca de la cama. Intentó sacar la mano del estómago de la rubia, pero esta, durmiendo, entrelazó sus dedos con los de la morena.
Catra estaba exhausta, confundida, sentía miedo, pero extrañamente no se sentía sola... no sabe por qué decidió omitir la extrañeza del momento, acercando su nariz a la nuca de Adora, cayó rendida ante el sueño una vez más.
***
En la mañana, la cama se sentía grande y Catra estiro la mano buscando el calor que poco a poco se iba esfumando de su lado. Hasta que recordó, despertó y se sentó de golpe. Buscó con los ojos a Adora, pero solo escuchó el ruido del agua cayendo en el baño. Se sintió aliviada de no tener que enfrentar a la rubia boba al despertar, pero eso no quitó el poderoso nerviosismo que la recorría al pensar que tendría que explicarle que rayos hacía en su cama.
Entre los nervios volvía a aparecer la pena, y algunas imágenes confusas del extraño sueño. Qué mierda me pasa. Pensó. Miró hacia su cama y vio que estaba solo con un poco de las tapas corridas, como si la hubieses abierto y nunca se hubiese acostado. ¿Qué rayos hago aquí?
Sus pensamientos ocuparon tanto tiempo, que ni siquiera alcanzó a pararse de la cama cuando la rubia salió del baño, desprendiendo un suave pero agradable aroma a Shampoo.
- Es tu turno de usar el baño.
- A- adora, yo... no sé...
- Date prisa, es el primer día de trabajo. - Interrumpió Adora, ocultando sus mejillas coloradas de los ojos de la muchacha en su cama.
Catra voló hacia el baño. Lo cierto es que aquello alivió a la rubia, pues se sentía culpable. Despertó con el cuerpo de Catra completamente pegado al suyo, en un abrazo delicioso, con los primeros rayos del sol atravesando la ventana, vio durante una hora como la oscuridad del cielo daba paso a la luz del día, se tomó incluso la libertad de acariciar la mano que sostenía su estómago. Se sintió culpable de la comodidad que sintió, culpable de no querer abandonar la cama, culpable del disfrutar tanto, cuando al voltearse, vio el camino de lágrimas secas que las mejillas de la morena dejaban ver.
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Tempus Fugit - Catradora AU
FanfictionCatra experimenta una rara situación, no sabe si lo soñó, si es real o si tiene daño cerebral. Algo no parece andar bien, pues es imposible que esté volviendo a vivir días que ya habían pasado. El tiempo le da segundas y terceras oportunidades, sobr...