17. Legalmente

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Alexander abrió los ojos y lo primero que vio fue a Owen durmiendo sobre su brazo, el cual se encontraba medio dormido. Fue una odisea el que

Dahiana lo dejara dormir con él, ya que Owen no quiso separarse de su presencia desde que llegaron. Ni siquiera tenía deseos de trabajar, pero tenía que hacerlo y el pequeño ir a la escuela. Miró la hora en su celular, y era el momento de irse.

— Owen —movió al pequeño alfa—. Es hora de levantarse.

— Es muy temprano —el pequeño se metió debajo de su cuerpo—. Mamá nunca me despierta tan temprano...

— ¡Buenos días! —Dahiana abrió la puerta de la habitación—. Es hora de irnos, el camino es más lejano. Arriba.

— Ya no quiero vivir aquí —gimoteó Owen, abrazando a Alexander—. Quiero a la abuela.

— La abuela ya se marchó a la empresa, tiene que abrir la cafetería —la humana quitó las sábanas que cubrían ambos cuerpos—. Tienen media hora para arreglarse, los estaré esperando abajo con el desayuno.

— Podemos...

— No pueden nada, no es mi culpa que ambos se hayan dormido tarde —les apuntó a ambos—. Buscaré la ropa de la escuela de Owen, vayan a darse un baño.

Alexander ni siquiera pudo quejarse, porque Dahiana salió de la habitación con mucha rapidez. Lo admitía, se quedó con Owen hasta altas horas de la noche viendo películas y hablando, tenía que sacarle información acerca del tiempo que él duró con su padre y de la relación que tuvo con Dahiana durante esos años. Llegó a la conclusión de que ella se enamoró demasiado de un vividor y no vio las banderas rojas que la vida le estaba dando.

Se dio una ducha con Owen, y cuando salió del cuarto de baño, ya se encontraba la ropa del pequeño sobre la cama. Media hora más tarde, se encontraba bajando las escaleras con el pequeño en brazos, después prosiguió a entrar a la cocina, en dónde encontró a Dahiana colocando los platos sobre la mesa.

— Se ven tan bonitos —se burló de ellos—. Tomen asiento.

— ¿Por qué no comer en el comedor principal? —preguntó, dejando al pequeño en una de las sillas—. Hay más espacio.

— Está muy lejos, y es solo un desayuno —Dahiana fue a buscar el jugo—. Coman rápido, tenemos que irnos.

— ¿En verdad nos vamos a quedar aquí? —preguntó Owen, acercándose a su plato—. Es una casa muy grande, mamá.

— Será por un tiempo, no siempre, porque la escuela y el trabajo está un poco lejos de aquí —Dahiana le sirvió el jugo a su hijo, y después a Alexander—. Sé que es temprano, pero tenemos que acostumbrarnos.

— Entiendo, no me gusta.

— ¿Nos mudamos a otro lado entonces? —preguntó Alexander, probando el desayuno—. Esto está delicioso.

— Lo sé, es que cocino como los mismos dioses del olimpo —se sentó frente a ellos—. Sonrían, vamos a tomarnos una foto.

Alexander la vio como si se estuviera volviendo loca, pero de todos modos hizo lo pedido por ella.

— ¿Qué harás con la foto, mamá? —preguntó Owen, tomando un poco de jugo—. ¿La vas a guardar?

— Será una sorpresa, como estas de aquí —les mostró las fotos que les había tomado antes—. Estas son las que nos tomamos en la isla, me costó, sin embargo, conseguí dos contigo y las otras con tu familia —pasó a las siguientes—. Las otras son de anoche, cuando me metí a la habitación para ver si seguían con vida, y los vi viendo una película y después durmiendo. Tienen hasta la misma pose para dormir.

Una esposa para el alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora