24. El bastardo en su lugar

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Alexander vio el pequeño debate que su querida esposa tenía internamente, no quería asustarla, pero Dahiana tampoco era que le dejara alternativas de sus cosas.

Vio que un par de meseros se encontraban con varias mesas y puso los ojos en blanco cuando vio que toda su familia estaba de impertinente, ni siquiera podían pasar una noche a solas y a gusto con Owen y Dahiana sin que ellos se metieran.

— Ni siquiera porque es algo individual, pueden estar en sus lugares...

— Espérate, maldita sea —bramó una chica, empujando a su primo Yuri—. Buenas noches, lamento la tardanza.

— Ella tiene la culpa —Yuri la ayudó a sentarse—. Tía Rebecca, cada día estás más hermosa —sacó de su bolsillo una barra de chocolate

— Aw, por eso eres mi sobrino favorito, sabes cómo comprarme.

Ya eso parecía ser más una cena navideña que otra cosa.

Alexander no despegó su mirada de Dahiana, la cual se encontraba conversando con Jolanis, ya que a ella le quedaban pocas semanas para terminar su pasantía y a Dahiana un mes y medio. La humana tenía una hermosa sonrisa, no se lo iba a negar nadie.

Recordó cuando ella cumplió dieciocho años, le dijo a él que era hermoso y que tenía que besarlo a como dé lugar, sin embargo, a él se le escapó decirle que no besaba a chicas que no eran de su clase social y la terminó empujando.

Desde entonces, ella se la ha pasado hablándole mal a tal punto de que para nadie en la empresa era un secreto que ellos dos en el pasado no podían verse ni en pintura.

Las horas pasaron, Dahiana se había levantado para ir al baño con su mejor amiga, mientras que Owen y él se quedaron a la espera de Dahiana.

— Papá —lo llamó Owen—. ¿Por qué ese sujeto nos está mirando?

— ¿Quién nos está mirando? —preguntó Alexander—. No entiendo.

— Quien era mi otro papá —apuntó sin reparo hacia dónde se encontraba Jonathan—. Me da miedo.

— Como le dije a tu madre, no le hagas caso a ese hombre, estoy contigo ahora, por lo que eso es cosa del pasado.

Después de calmar al pequeño alfa, Dahiana regresó minutos más tarde, cuando las parejas se encontraban bailando.

— Vamos a bailar —propuso Dahiana, a lo que él se colocó de inmediato—. Después podemos terminar la cena.

— Mamá —llamó la atención de Rebecca—. Cuida de Owen, unos minutos.

— Claro, cariño.

Alexander llevó a la humana hasta la pista de baile, viendo una sonrisa burlona que ella tenía adornando sus labios.

— ¿De qué te estás riendo? —la tomó de la cintura y con su mano libre, tomó la de ella—. Si quieres, podemos regresar a la mesa.

— Solo te dije que quería bailar y te pusiste de pie en cuestión de segundos —Dahiana le mostró una pequeña sonrisa—. Mi esposo es todo un caballero, a tal punto de que no se ha quitado las joyas que compramos.

— Valieron una fortuna —el alfa comenzó a guiar sus movimientos—. Además, tú tampoco te los quitas, ni siquiera cuando sales a la calle sin seguridad.

— Las personas ya después de hoy se me van a quedar mirando porque me casé contigo, siendo una humana común y corriente —Dahiana sonrió con amargura—. Peor aún, cuando descubran que Owen es nuestro hijo de una manera...

— Owen es nuestro hijo por todas las leyes, si dentro de diez meses decides terminar con esta relación, lo entenderé —Alexander la cortó—. Sin embargo, quiero que sepas que podrás contar conmigo siempre.

Una esposa para el alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora