35. Te quiero.

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Dahiana comenzó a sentirse un tanto sofocada con lo que estaba sintiendo en su pecho, el que él haya encontrado a su alma gemela después de tanto tiempo era bueno, pero para su pobre corazón que a duras penas estaba comenzando a sentir cosas por él era todo lo contrario.

— Necesito irme de aquí ahora —susurró consternada—. Me llevaré a mi hijo, tú debes hablar con ella, porque es tu alma...

— No te irás de aquí hasta que hablemos —Alexander agarró su rostro—. Mírame bien, porque no lo repetiré otra vez, Dahiana —quitó los mechones de cabello que estaban en su rostro—. Yo te marqué a ti, mi lobo lo hizo también y si yo no hubiese querido estar contigo antes de esto, la marca no estaría sellada, los bebés estuvieran en peligro y tú sufriendo.

— Es que...

— La madre de Owen tiene un lazo con mi primo Kang, es con él que quiso estar —dejó un beso en su frente—. Mis padres no son destinados, la hermana de mi madre era la pareja de mi padre, su alma gemela y mira cómo están ahora, queriéndose sin importar nada.

— Tus padres...

— Se aman, no son destinados y yo estoy teniendo sentimientos por ti, mocosa —la abrazó con ternura—. Para que las almas gemelas puedan estar unidas, los dos deben quererse y amarse. No es necesario que sean...

— Destinados, pero están rompiendo lo que la diosa luna les han impuesto, por ejemplo, yo soy una humana que no...

— Eres, una de las pocas humanas que existen en el mundo actualmente —Alexander dejó un casto beso—. Mira, hablaré con ella, puedes estar presente si gustas. Somos destinados y te corregiré en algo, tú y yo somos almas gemelas ahora, no ella conmigo. Lo que sentí por ella fue una conexión rota y ya.

— ¿Y si yo...?

— ¿Mami? —ambos giraron la cabeza hacia dónde se encontraba Owen—. ¿Por qué estás llorando?

— Owen quiso venir, lo siento —dijo Rebecca—. Los dejaré a solas, si se quedan a dormir ya sabes que tu habitación está libre y ordenada.

— De acuerdo, gracias, mamá —Alexander le sonrió a su madre, y esta se alejó—. ¿Por qué no puedes estar un momento tranquilo, Owen?

— Es que sentí a mamá llorar —Owen levantó sus brazos para que lo cargara—. ¿Qué le hiciste?

— Yo no lo hice —lo cargó y tomó la mano de Dahiana para caminar por el jardín—. Tu madre siente que no la estamos dejando de lado, porque esa mujer está lejos de ti.

— Ella dijo que es mi mamá —Owen lo abrazó por los hombros—. Yo no la quiero.

— Nadie te estará obligando a nada —dijo Dahiana con un hilo de voz—. Sin embargo, tienes que hablar con ella si te lo pide. No la trates mal.

— Es que no me gusta, solo tú —gimoteó el pequeño—. Es por eso que me quería ir a casa, nadie me escuchó cuando se lo pedí.

— Porque en las conversaciones de los adultos los más pequeños no pueden meterse —le pellizcó la nariz—. Nos iremos mañana temprano, la abuela nos acaba de decir que hay una habitación lista para nosotros.

— ¿Y ella se quedará con nosotros?

— Es la pareja del tío Kang —intervino Alexander, entrando poco a poco al bosque—. Ella no vino a llevarte, solo ha venido para sacar la basura que te dije antes.

— ¿A mi otro papá?

— A ese mismo —rio el alfa mayor—. Tu mamá está triste, teme que la dejemos abandonada por ella, algo que no es así, ya sabes por qué.

Una esposa para el alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora