10. El lobo de Alexander

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Dahiana estaba mirando a su amiga bajar del avión, al igual que un sujeto que parecía ser un mafioso asiático o algo parecido. Alexander tuvo que agarrarla por la cintura para que no se cayera al ver el rostro de su amiga hinchado y moretones, los cuales supo que se los había dado el loco que ella llama novio. Le daba tanta lástima verla de ese modo, sin embargo, ella fue la que eligió ese destino y no podía meterse en eso.

— Bahir se la llevará con él, la protegerá —le dijo Alexander, y ella asintió—. Vamos, tienes que hablar con tu amiga y yo con mi primo.

Dahiana fue hacia dónde se encontraba su amiga, a la cual abrazó como si estuvieran años de no verse. La sentía como si se fuera a romper y el abrazo correspondido por parte de su amiga, se sintió vacío hasta cierto punto, puesto que ella la estaba abrazando sin muchas energías.

— Él se enteró de que me acosté con Bahir —comenzó a decir su amiga, y ella se sintió aún peor—. Se volvió loco a tal punto de que dijo que me iba a llevar con él y me tomaría como una de sus esposas...

— No puede hacer eso, es imposible —Dahiana frunció el ceño—. ¿Por qué no hablas con tu familia?

— Mi familia fue la que me vendió a ese sujeto, los papeles son claros y están firmados —pasó saliva en seco la omega—. Sé que posiblemente este sea el comienzo, pero ese sujeto no se va a rendir tan fácilmente y mucho menos me dejará sola.

— Estás a salvo ahora, esta familia es poderosa y el que hayan llamado a ese tal Kang para que te rescate de tu ex, ya dice mucho —Dahiana miró a su amiga con dulzura—. Esta gente tiene mucho dinero, poder, estarás bien.

— Él me dijo que no debía buscar ayuda —sollozó Jolanis—. Me siento fatal, me buscará y me matará. Sé que lo hará.

— Escúchame bien, no te hará nada ese jodido loco —volvió a abrazarla—. Vamos a que te des un baño y de paso obligo a Bahir a que pague por un balneario para ti.

Jolanis asintió y se abrazó a sí misma mientras caminaba de regreso al hotel. Bahir se la llevó para que descansara en su habitación y ella no volvió a ver a ese mafioso nuevamente. Por un momento, se encontró mirando a esa familia que parecía unida a tal punto de que si no se llevaban bien, no importaba ayudarse entre ellos.

— Daya —Alexander la llamó—. Vamos adentro, no podemos quedarnos mucho tiempo aquí porque llamaríamos la atención.

— Tú me estás ayudando mucho —dijo Dahiana, mordiendo su labio—. Parece ser que el dinero para ti no es problema.

— Es que el dinero para mí no es problema alguno —bromeó Alexander—. Me odias sin justificación.

— Te odio por el simple hecho de que tú usas tu poder para lograr lo que quieres, yo he tenido que trabajar para comer —le apuntó con el dedo—. Ahora que estamos casados, seremos la mejor pareja de todas y espero que gastes mucho dinero en mí, porque este juego de joyas de recién casados que tenemos, hará que valga la pena.

— Dijiste que ibas a vender el anillo —farfulló el alfa, tomándole las manos—. A decir verdad, tal vez si termine esta vez por lanzarte de unas escaleras...

— ¿Qué?

— Sí, ¿no es lo que dices de mí? ¿Qué yo te lancé desde unas escaleras? —acercó su rostro al de ella—. ¿Quieres besarme, Dahiana?

— Sí... —respondió sin darse cuenta—. Quiero besarte desde que nos vimos esta mañana.

Ni ella misma sabía las razones por las cuales decía esas cosas, solo que los labios del alfa se posaron sobre los suyos y pequeños flashbacks de lo que sucedió entre ellos en el pasado llegaron de repente. Ese jodido beso se sintió bien, demasiado para su gusto culposo.

Una esposa para el alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora