Prólogo

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Dahiana miró a la pequeña vida que estaba sosteniéndose de su falda como si fuera la cosa más segura del mundo. Ella en ese momento dirigió la mirada hacia el hombre que una vez le dijo que eran ellos contra el mundo. Sin embargo, él estaba comprometido con una hermosa mujer que parecía ser una supermodelo, en cambio, ella, era una humana común y corriente que tenía que hacerse cargo de un niño que era del hombre que en ese momento sonreía ante las cámaras.

Sintió sus ojos arder tanto como las cosas que estaba viendo. El niño de apenas cinco años no entendía qué ocurría.

¿Cómo le decía a ese pequeño ser que su padre lo dejó en el olvido por dinero?

— Vamos con la abuela, mi amor —cargó al niño en sus brazos, antes de darle una última mirada al hombre que fue su amor—. ¿Tienes hambre?

— ¿En dónde está mi papá? ¿Se murió?

— Sí, ese ser horrible se murió y te dejó conmigo —mintió, antes de mirar a ambos lados y cruzar la calle—. Ahora, eres mi hijo y tú serás mi vida.

Mentirle a un niño tan hermoso debía ser la peor cosa que ella ha tenido que hacer en toda su vida, nunca se imaginó tener que pasar por una situación tan complicada.

Hace años había comenzado una relación con el padre del pequeño alfa que se encontraba en sus brazos, le prometió todo y no valió de nada, porque ya se había casado con alguien más. Olvidándose de que tenía un niño. Owen es un niño que estaba pasando por una mala situación, el perder a su padre fue duro, y más porque este decía ante las cámaras que no tenía un hijo, dejándole toda la responsabilidad a ella.

A lo lejos vio a ese ser que no deseaba ver en toda su existencia, un ser llamado Alexander, por algún motivo que no tenía explicación, odiaba a ese hombre. En verdad que lo hacía, y ni hablar de que iba a dejar las cosas tal y como estaban, su odio era tanto, que lo iba a matar en cualquier momento...

— Mami —la llamó Owen—, ¿sucede algo?

— No, mi amor, ¿por qué lo dices? —preguntó, ladeando la cabeza—. ¿Qué sientes que anda mal?

— Porque no dejas de mirar al jefe de la abuela —apuntó, hacia donde estaba en alfa—. ¿Te gusta más que mi papá?

— No, ese hombre es malo, mucho peor que tu padre —hizo una mueca, entrando por el área de la cafetería—. Supongo que ahora pasaremos más tiempo aquí, porque también trabajaré.

— La abuela me dijo que no te gusta este trabajo, y que ibas a terminar en prisión.

— Tu abuela dice muchas cosas sin sentido, y esta es una de ellas —bromeó, besando la mejilla del pequeño—. Sé que debes estar confundido ahora, pero verás que vamos a salir adelante.

— No hagas promesas que no puedes cumplir —su madre le dio unos cuantos golpes con un paño de cocina—. ¿Ya fuiste a la entrevista?

— No...

— Dahiana... —su madre negó con pesar—. Deja de hacerte daño, ya ese hombre dejó en claro que no está interesado en ti, que hasta abandonó a su hijo, mi niña.

— Es que me siento molesta, mamá —dijo Dahiana, mirando al pequeño con mucho pesar—. Sé que él no tiene la culpa de nada, pero en estos momentos siento que está así por mi culpa y...

— Nada de tu culpa, deja de pensar en esas cosas, porque lo único que haces es mostrarle algo que no es a tu hijo.

— Lo haré, no te preocupes —sonrió a medias—. Vi que Alexander acababa de llegar, ¿tiene que ser precisamente con ese sujeto con quién tenga que hacer la entrevista?

Una esposa para el alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora