9. LINGERIE

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Dante esperaba a Estela sentado en la cama, jugueteando distraídamente con sus pulgares. Estaba tardando mucho para algo que, en un principio, no debería ser complicado, miró con cierto recelo la puerta del baño y se cuestionó si debería preguntarle cómo iba la cosa.

El comprarle aquel conjunto de lencería rosa había sido un pequeño impulso, siempre le había dado curiosidad verla así y no se pudo contener. Era cierto que ella había mostrado cierta resistencia a probárselo, pero en el momento en el que vio cuánto le había costado se fue a cambiarse corriendo. Muy propio de ella, que siempre había tenido esa obsesión con no desperdiciar el dinero. No se levantó del sitio, decidió que lo mejor era pegar un grito.

– ¿¡Te queda mucho!? ¿¡Te han dado ganas de cagar mientras te cambiabas o qué!? – sonaba más preocupado que otra cosa.

– ¡Es que estoy ridícula, me da vergüenza que me veas así!

– ¿¡Pero cómo que ridícula!? ¡Si te paseas por toda la casa en pelotas todo el día, no me jodas!

– ¡No es lo mismo! ¡He nacido desnuda y eso no tiene por qué ser sexual ni nada del estilo, pero la lencería me parece pretenciosa y estar intentando realzar algo que ni siquiera es bonito en primer lugar es estúpido!

– ¡Delante de mí no te vas a llamar fea!

Sin pensárselo mucho, se dirigió hasta la puerta y la abrió con decisión. Allí estaba la más alta: con los brazos cruzados, las mejillas sonrojadas y esa mueca que ponía siempre cuando algo no le terminaba de hacer gracia. Tardó en responder porque se quedó embobado apreciándola, pasando poco a poco la mirada por todo su cuerpo. No entendía de dónde venía esa inseguridad que había exteriorizado su novia, para él estaba más que perfecta con esas prendas.

– Estás preciosa, en serio.

– Parezco un esqueleto con sujetador y tanga.

– Eso no es...

– ¡Además, que yo lleve sujetador ya es ridículo de por sí! ¡Ya lo dice el nombre: están para sujetar! ¿¡Qué se supone que están sujetando en este caso...!?

No fue capaz de terminar porque, mientras había ido hablando, el mayor se le había estado acercando y la había acabado acorralando contra la pared. Se le quedó mirando con cierta duda, no entendiendo a qué venía ese movimiento ni por qué conseguía agitarla internamente de esa forma.

– ¿Tú sabes las ganas que me dan de curtirle el lomo a todas y cada una de las personas que te hayan podido hacer un mal comentario sobre tu físico en tu vida cuando empiezas a decir este tipo de cosas?

– B-bue...

– Me dan ganas de poder intercambiarnos la vista para que veas que a mis ojos eres perfecta.

Podía notar sus mejillas arder nada más escuchar ese comentario, no se esperaba que le dijese algo como eso tan seriamente. Dante era de ese tipo de hombre que da cumplidos con una sonrisa o una mueca graciosa, pero ahora parecía hasta enfadado. Obviamente, no lo estaba con ella, su rabia provenía de ser consciente del pasado de bullying que había tenido Estela y todavía la perseguía, del daño que le habían hecho a su autoestima en aquel entonces y que no parecía tener arreglo de buenas a primeras.

Le miró a los ojos y, por un momento, solo quiso dejarse caer en sus brazos, ni siquiera tirarse. Quería que cualquier tipo de fuerza desapareciese de su cuerpo y él se encargase de llevarla a donde quisiera, de hacerle lo que le apeteciese y simplemente dejarse llevar por la confianza ciega que tenía en él. Eso no quitaba que tenía cierto carácter cuando estaba enfurruñada y necesitó quitarle hierro al asunto con una broma casi susurrada.

–Tienes que ir a que te vuelvan a graduar las gafas, amor...

– Podría decirte exactamente lo mismo, cariño.

Mierda, tenía razón. Se quiso aguantar las ganas de reírse que le había dado una equivocación tan tonta como esa, pero también se quería mantener fuerte. Levantó un poco la cabeza, tratando de evitar que él le viese la cara.

– ¿Te crees que no me doy cuenta de que te estás riendo por debajo de la nariz? – ahora el hombre sonaba más juguetón.

Acabaron soltando una risita tonta los dos, en la que él aprovechó para apoyarse sobre el hombro de la chica y acarició con un deje de afecto su cintura y cadera. Una vez se le pasó la tontería fue cuando movió ambas manos hacia el trasero de ella, que le agarró de la camiseta con un poco más de fuerza y trató de hundir su rostro contra el cuerpo moreno. Eso significaba que no estaba incómoda así que se permitió el lujo de ir explorándola a tientas, ni se le pasaba por la cabeza el volver a la cama.

Era extrañamente placentero, no terminaba de entender por qué algo tan irrelevante como la tela de la lencería conseguía excitarle a esos niveles y las reacciones de Estela tampoco le ayudaban. Solo soltaba leves exhalaciones si llegaba a rozar ciertas zonas, le acariciaba el cabello y le iba dando algún que otro beso en la mejilla derecha o el cuello, especialmente en un lunar que tenía ahí.

Todo era tan... ¿Delicado? Hasta él era más cuidadoso de lo normal inconscientemente, la atmósfera había cambiado muy drásticamente. Se preguntó si con esos tocamientos dulces podría pegarle un poco del amor que sentía por ella y que así dejase de odiar tanto la imagen que veía en el espejo siempre, pero lo descartó rápidamente porque él mismo se dio cuenta de que eso no tenía sentido. Tampoco era culpa suya ser ilógico, técnicamente tenía excusa porque se le estaba yendo la sangre hacia otros sitios.

Notó una de las piernas de su novia tratar de enlazarse con su cadera y, al entender la intención, no dudó en levantarla. No era complicado, aunque ella fuese más alta no dejaba de estar en infrapeso. No le pilló por sorpresa que empezase a frotarse contra él y se limitó a seguirle el ritmo, dejándola disfrutar a su manera y sabiendo perfectamente que eso siempre le había encantado a la menor.

Casi parecía que estuviesen danzando y, cuanto más tiempo pasaba, el sonrojo de ella iba expandiéndose. Primero solo las mejillas, después el resto de la cara, el cuello, el pecho... Dante siempre había pensado que este era un detalle entre adorable, gracioso y sexy, este último factor tomó un poco más de importancia en su cerebro cuando la vio echar la cabeza hacia atrás y escuchó ese pequeño gemido que se le escapó. No dudó en besar lo que le había dejado expuesto, tampoco pudo evitar aspirar con un poco más de intensidad de la normal. Olía a una mezcla de sudor y su perfume de siempre: una mezcla de frutas veraniegas.

Si fuese por él, se habría quedado en ese mismo instante en bucle el resto de su vida.

***

QUIERO ROMPER TODO QUÉ COJONES ES ESTO LOS AMO Y LOS ENVIDIO A LA VEZ ME CAGO EN LA PUTA OTRO DÍA QUE ESTÁ EN MI TOP 10 VAMOS MAL

Vale, ya he respirado un poco y me he calmado, pero la certeza de que nunca voy a tener un Dante en mi vida se va a quedar aquí un ratito (desgraciadamente) :)

Otro día en el que realmente no pasa nada demasiado explícito, pero no siento que sea necesario que suceda porque estamos en un terreno más emocional que sexual, respetemos las atmósferas ???

No me voy a quedar mucho porque cierta señorita se tiene que depilar las piernas y no lo ha hecho desde octubre así que, como os podréis imaginar los que tengáis también un vello corporal que crece a la velocidad de la luz y es más gordo que un gorrino, va a ser un trabajo arduo y que voy a odiar (por lo menos no es con cera, voy a usar un cacharro que tengo por casa, pero eso hará que me salgan granos en los muslos así que tampoco es que sea la divina papaya) :c

Un besazo fuerte a todos y pasadlo bien hoy, en verdá qué loco que solo llevemos 9 días de diciembre (qué decía JAJAJA) -3-

KINKCEMBER 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora