28. PETTING

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Se suponía que Estela solo había entrado a su habitación para preguntarle algo relacionado con uno de los libros que estaba escribiendo, que solo tendría que dejar de lado lo que estaba haciendo un momento y, tras una pequeña charla, ella volvería a su cuarto y se dedicaría a teclear igual de preocupantemente fuerte.

Quién diría que a ambos les ganaron las hormonas y, como siempre, acabaron besándose y con ella sentándose en el regazo de él... De alguna manera u otra, la grandísima mayoría de las veces quedaban enganchados, pero Dante tampoco se iba a quejar de ello porque sería muy hipócrita de su parte cuando lo disfrutaba tantísimo. No podía evitar notar que había una gran diferencia en toda esa situación comparándola con las otras veces que se habían besado: ella estaba mucho más receptiva y, si le apuraban, hasta revolucionada. Hasta ahora, nunca le había metido la mano debajo de la camiseta durante un momento así, tampoco se había dado el lujo de soltar algún que otro jadeo durante las pequeñas pausas que le estaban pasando factura por momentos. También se estaba dejando hacer de la misma manera, por una vez no sentía ese temor irracional que había guardado en el fondo de su mente a pasarse de la raya y que la morena pudiese odiarle por ello.

En resumidas cuentas, no tenía claro cómo habían llegado a ese punto, pero le estaba encantando. En medio de una de las separaciones para poder respirar un poco, ella se alejó lo suficiente como para poder mirarle a los ojos, agarrándole la cara por las mejillas.

– Quiero lo de la otra noche...

La otra noche... Dios, ¿por qué se sentía tan bien escucharla decir eso y, además, en ese tono de voz tan necesitado? ¿Era por la complicidad y el secretismo que desbordaba aquella afirmación? ¿Porque no hacía otra cosa que recalcar que lo que había sucedido antes claramente no había sido un sueño o una alucinación?

Sabía perfectamente que se refería, le estaba hablando de cuando se masturbaron el uno al otro durante las fiestas del pueblo en esa misma habitación en vez de salir a bailar, beber o divertirse. Hacía un par de días de aquello y no habían vuelto a tener la oportunidad de repetirlo, aparentemente ella también había estado pensando en el tema tanto como él. Y, por mucho que le tentase demasiado la oferta...

– T-tu familia está en casa ahora. – no pudo contener ese nerviosismo que le daba solo de valorar el volver a tener un acceso tan íntimo a la chica.

– ¿No quieres...? – sonaba preocupada, también le subió un pequeño sonrojo al preguntarlo de la vergüenza que le daba el pensar en haberse lanzado tan a lo loco para recibir un rechazo.

– ¡No es que no quiera...! Claro que quiero, solo me da angustia pensar que nos puedan escuchar.

– A mí también me raya, no te voy a mentir. – cerró los ojos y apoyó la frente contra la del mayor – Pero es que no he podido sacar ese momento de mi cabeza de ninguna de las maneras... No te puedes imaginar lo mucho que me he estado tocando en solo 2 días, me da hasta cosa admitirlo.

– Ah, ¿sí? – se le escapó una pequeña sonrisa mientras preguntaba, bajando lentamente las manos de la cintura de la menor a su trasero.

– Sí... Pero no era lo mismo, mi cuerpo te pedía a ti y no he podido quitarme las ganas yo sola de ninguna manera. – le tembló un poco la voz, había algo extraño en admitir todo ese tipo de cosas en voz alta y frente a otra persona.

Algo que siempre iba a valorar Dante de Estela era su sinceridad tan brutal. Encontraba algo entre divertido y caliente que le pudiese confesar de buenas a primeras que se había estado masturbando mucho (le daba curiosidad saber a qué cifra se refería exactamente con eso) a costa de su pequeño momento juntos y ni con esas había conseguido calmarse, la forma en la que podía decirle sin dudarlo que lo que quería era a él.

KINKCEMBER 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora