Capítulo O5.

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Sientes una mano en el cuello, sobre tu nuca. Pero había algo diferente, no era el peso de la mano de siempre, el que conocías.

Miras hacia atrás y ves a uno de los sirvientes que estás seguro has visto trabajando dentro de la mansión, en la cocina.

- Te traje agua fresca - dijo con una sonrisa que hacía que se le marcará los hoyuelos.

Te quedaste mirando sus hoyuelos, y pensaste que estos eran más pronunciados que los del alfa Hwang, sin embargo, no tan encantadores como los del rubio si tenías que compararlos.

- Gracias - respondes, dejando la podadora en el pasto y agarrando la botella, bebiendo.

- Minho, ¿verdad? - pregunta y lo miras de reojo aun bebiendo el agua, asintiendo con la cabeza - nunca hemos hablado y hace como dos meses que has llegado.

No habían pasado dos meses aún, faltaba una semana para que sean dos meses. Pero no lo corregiste. No tenía sentido.

- Me llamo Christopher, pero me dicen Chan - se presenta, autoseñalándose.

- Mucho gusto Christopher - saludas, haciendo una pequeña reverencia.

El castaño parecía de tu edad, pero no estabas seguro si era mayor o menor a vos, mucho menos como tratarlo teniendo en cuenta que tus charlas nunca habían pasado las dos palabras con otra persona que no fuera Hyukjae.

- Chan, dime Chan - dijo sentándose en el suelo al lado tuyo - ¿cuántos años tienes Minho?

- 24 - respondes, mirando una hoja que había sido comida por una hormiga.

Tal vez deberías agregarle un poco más de pesticida.

- Ah, eres un año menor - dijo Christopher y lo miraste, recordando su presencia - pensé teníamos la misma edad, deberíamos ser amigos.

Hyukjae alguna vez había halagado tu falta de interés por el mundo que te rodea. Decía que lo que te hacia bastante útil es que no molestabas, que no te sentías curioso por los demás, que los rumores o chismes no te convocaban, y, que lo más interesante es que hacía tu trabajo bien.

- ¿Amigos? - preguntaste confundido, tu cabeza cayendo a un costado.

El castaño te quedo mirando fijo.

- Wuow... eres lindo - dijo de repente, acariciándote la cabeza.

Fueron microsegundos. En un momento el castaño te sonreía y al otro miraba detrás tuyo con miedo. Sacó su mano de tu cabeza como si esta quemara. Se puso de pie e hizo una reverencia para luego salir prácticamente corriendo.

Pestañeaste confundido y volviste a beber de la botella de agua, mirando por donde se había ido Christopher cuando una mano apareció por tu visión periférica y te quito la botella.

Miraste quien había llegado y al notar que era el alfa mayor te pusiste de pie e hiciste una reverencia. Al estar recto y levantar la mirada, tus ojos se cruzaron con los opuestos, los cuales desprendían ira.

Ah... probablemente ibas a ser utilizado como saco de boxeo.

Hacia bastante tiempo que no te rompían un par de huesos, pero era algo que no se podía evitar, así que solo te restaba prepararte mentalmente.

El alfa dejo caer la botella al pasto y con la misma mano que antes la sostenía te tomó desde tu nuca, ejerciendo un poco de presión y este si era el peso conocido al que estabas acostumbrado.

El alfa mayor de los Hwang apretó tu cuello y te llevo caminando, direccionando el camino. Solo después de dar unos pasos te diste cuenta que quizás te estaba llevando hacia el cuarto donde guardabas las herramientas para la jardinería.

No luchaste. Solo un tonto haría semejante idiotez.

Cuando entraron a la habitación, solo en ese momento el alfa soltó tu nuca, luego de empujarte levemente hacia delante. Cerró la puerta, y en ese momento te diste la vuelta para mirarlo de frente.

- ¿Qué hacías con el cocinero? - pregunto el alfa, sus ojos brillaban, una aureola de color dorado rodeaba su iris.

Algo que habías aprendido es que cuando un alfa era dominado por su parte más primitiva, sus ojos adquirían un brillo especial. El color era lo más variable, y según tenías entendido no tenía ningún significado especial el color que adquiría.

- Hablaba Señor - respondiste automáticamente, sin poder dejar de ver sus ojos.

Era algo hipnótico ver aquel brillo. Pocas veces habías visto esa aureola. Pocas veces los alfas dejaban que sus instintos más primitivos gobernaran por sobre su parte humana, y esto solo pasaba cuando estaban muy furiosos o cuando su celo había comenzado.

En este caso sabías que era por lo primero. Lo que no sabías era el por qué.

- ¿Hace cuánto? - pregunto, sus manos fuero al cuello de tu camisa y de un tirón desprendió todos los botones.

¿Te iba a golpear con algo que te dejara marcas?

- ¿Hace cuánto que Señor? - respondes con una pregunta observando como el alfa recorre con su mirada todo tu pecho y abdomen.

Tal vez sí. Quizás estaba pensando con que podría cortarte.

- ¿Hace cuánto hablan? - repitió lento, cada palabra masticada con rabia.

Tu cabeza se inclinó a un costado y comenzaste a pestañear varias veces, mirando hacia una esquina de la habitación, notando que había una telaraña.

Pensaste en la pregunta que te había hecho el alfa mayor, tratando de no olvidar recordar tener que sacar la telaraña más adelante, pero la verdad sea dicha, la situación en sí era confusa.

- Hoy es la primera vez Señor - dices, y no sabes cómo explicarlo, pero algo en su expresión había cambiado. Se había relajado - me alcanzó agua fría y se quedó hablando señor - explicaste, aunque no sabes porque le estabas dando explicaciones.

- Bien - susurra, su voz mucho más relajada, la aureola dorada desapareciendo de su iris – bien, bien - repite con la voz aún más baja, sus manos sobre tus pectorales, recorriendo tus costillas, subiendo y bajando de manera suave erizando toda tu piel.

Sentiste que el aire dejo de filtrarse por tus pulmones cuando el alfa se acercó aún más, acortando la distancia. De repente fuiste consciente de una gota de sudor que baja por tu cuello solo porque esta había sido interceptada por algo húmedo.

La lengua del alfa mayor recorrió todo el camino inverso de bajada de aquella gota, para luego detenerse debajo de tu oreja, su cálido aliento te revolvía el estómago de una manera extraña.

- Solo no te acerques de nuevo al cocinero Hyung - susurro el alfa en un tono muy bajo, tu piel erizándose.

La sensación de las manos del alfa estaban ahora en tu cintura, como si aún estuvieran allí, presionando, cuando ya no lo estaban.

Bajaste la mirada al piso, sintiéndote de repente avergonzado. No sabías que hacer.

Cuando el alfa salió de la habitación, dejándote solo, aún sentías su presencia allí, en todo tu cuerpo. Sus manos aún en tu cintura, su aliento aún en tu cuello.

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El Alfa que se Enamoro de un Humano - HyunHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora