Capítulo 14.

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Tu cuerpo dolía de una manera que pocas veces habías sentido.

La noche anterior habías perdido por primera vez en tu vida la consciencia -y eso que muchas veces habías sido golpeado y sometido a vivir con menos de lo necesario-. Cuando despertarte estabas en tu cama.

El dolor constante te recordaba que no había sido un sueño lo de la noche.

Tus ojos bajaron a tus piernas, y desde allí podías ver como baja entre las mismas y tus muslos sangre mezclada con algo más. Al levantarte de la cama, cada músculo hizo acto de presencia. Y para cuando menos te habías dado cuenta estabas sentado sobre tu cama con los pies sobre el suelo y ambas manos sobre el colchón, llorando, sin saber realmente el por qué.

No fuiste a almorzar, sobre todo porque realmente no podías moverte demasiado, así que te quedaste en el jardín escondido, quieto, cerca de tu habitación para volver de ser necesario.

Cada pequeño movimiento te recordaba lo que había sucedido.

- Aquí estas Min - escuchas y no tienes que moverte para saber que era el beta quien hablaba - como no viniste a comer, te traje un té y un poco de pan con queso - dice sentándose al lado tuyo.

- Gracias - respondes, sin dejar de cortar las hojas secas.

- No entiendo para que vas una por una, si al final nunca vas a terminar de quitar todas las hojas que ya están muertas Min - dijo el beta, recostándose en el pasto - tienes demasiada paciencia - murmura, para luego soltar un bostezo.

Miras de reojo al beta, aunque solo puedes observar parte de sus rodillas flexionadas y estómago por la posición.

Tal vez la verdad es que solo disfrutabas de quitar hojas secas porque en esos momentos no pensabas en nada.





Cuando la noche cayó, entraste a la habitación del alfa.

Este estaba dentro, sentado en el borde de la cama, la pierna derecha cruzada sobre la izquierda, en su mano derecha un libro que estaba leyendo mientras que su mano izquierda estaba sobre el colchón, levemente inclinado hacia esa dirección.

Levantó su cabeza solo para cruzar miradas con vos, y en ese momento sentiste una fuerte presión en el pecho que no sabrías como describir.

- Desnudo y en la cama - ordenó mirándote fijo, de manera inexpresiva.

- Si Señor - respondes, quitándote la ropa siendo observado por al alfa en cada pequeña acción que hacías.

Cuando quedaste desnudo caminaste hasta la cama. En cada paso que dabas tuviste que morder tus mejillas internas y tensar tu mandíbula para no hacer ningún sonido que delatara el dolor. Te subiste a la cama, a un lado del alfa mayor, y quedaste en cuatro.

- Esta hinchado - escuchas dice el alfa detrás tuyo, y lo siguiente que sientes es su lengua en tu entrada.

A diferencia de ayer, esta vez la lengua no buscaba penetrar en tu agujero, sino que recorría con pequeñas lamidas los bordes adoloridos.

- Relájate, hoy lo haré sentir bien - dijo el alfa, dejando un beso justo detrás de donde colgaban tus bolas.

Poco a poco te fuiste dejando caer sobre la cama mientras el alfa besaba tu agujero. Se sentía bien, tan bien, que no sabías en que momento tus ojos se habían cerrado y los dedos de tus pies se curvaban.

Habías oído el rumor de que la saliva de los alfas tenía propiedades curativas, y ahora estabas comprobando que era verdad.

Tus brazos fallaron al sentir como la lengua penetraba tu agujero, y terminaste semirecostado, con tu trasero elevado.

El Alfa que se Enamoro de un Humano - HyunHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora