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Ya había pasado una semana desde que George y Clay visitaron el pueblo. Durante este tiempo el príncipe a penas tuvo tiempo de respirar. El día anterior hubo una fiesta en palacio que George tuvo que organizar completamente tan solo para recibir riñas de sus padres por pequeños inconvenientes que ocurrieron.

Debido a esto Clay sabía que el estrés del contrario estaba a niveles inimaginables. Razón por la que trató por todos sus medios distraer a George en sus escasos tiempos libres.

George salió del ala este algo antes de lo habitual y como siempre Clay esperaba en la puerta su llegada.

–Hola– saludó George algo cansado. Tenía ojeras marcadas bajo los ojos y los párpados se le cerraban solos.

–Hola ¿Te acompaño a tu habitación?– cuestionó Clay a lo que el príncipe asintió.

Ambos comenzaron a caminar y de camino a la habitación su conversación surgió como habitualmente.

–Tengo que terminar una cosa y podré irme a dormir por fin– suspiró George aliviado.

–¿Necesitas que te ayude? Así podrías irte antes a la cama– sugirió Clay algo preocupado. George le miró con sorpresa, nunca nadie le había preguntado si necesitaba ayuda.

Sabiendo que eso significaba pasar algo más de tiempo con Clay el príncipe aceptó la propuesta y ambos entraron a la habitación de George.

Al estar trabajando en equipo no tardaron más de dos horas en terminar todas las tareas. Clay entonces se preguntó a si mismo cuánto le costaba a George hacer todo esto por su cuenta y se sintió algo mal por el contrario.

–¡Por fin!– exclamó el príncipe dejándose caer en su cama visiblemente agotado– Gracias por la ayuda Clay– dijo regalándole una amable sonrisa al más alto.

–No es nada– mencionó el caballero sentándose a los pies de la cama.

–Clay– llamó George tras unos segundos de cómodo silencio.

–Mhm– añadió Clay dirigiendo su mirada a la del príncipe.

–¿Mañana podemos ir al pueblo de nuevo?– Clay sonrío al escucharlo y asintió.

–Pero tengo una idea mejor– añadió el rubio.

–¿Que cosa?

–Lo verás mañana– respondió con una sonrisa que el contrario no pudo ver.

George bufó ante esa respuesta y Clay se levantó de la cama para acto seguido caminar hacia la puerta.

–Hasta mañana Clay– se despidió el príncipe recostándose entre sus sábanas.

–Hasta mañana George.

(...)

El día siguiente llegó y para sorpresa de George su despertador no sonó. Sus nervios se dispararon al ver que la hora en su reloj eran casi las diez de la mañana por lo que rápidamente se cambió la ropa a una algo más discreta.

No había acordado ninguna hora con Clay pero teniendo en cuenta que normalmente se despertaba a las ocho de la mañana supuso que habían quedado a esa hora. Lo que quería decir que llega dos horas tarde.

Cuando salió del baño casi pega un grito al ver a Clay parado en medio de su habitación.

–¿Que estás haciendo aquí?– preguntó George tratando de bajar sus pulsaciones.

–Estaba esperando a que te despiertes. He estado entrando cada media hora desde las ocho. He sido yo quién ha apagado tu despertador, lo siento– dijo Clay sonriendo. Y ese fue el momento en el que George se dió cuenta de que no tenía la máscara puesta y que estaba viendo su sonrisa una vez más.

Rewrite the stars - DreamnotfoundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora