Capitulo 38: Visperas.

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Alguna vez había dicho que solo hay dos cosas infinitas: El universo y la estupidez humana. Frase que por supuesto no es mía sino del genio físico Albert Einstein. Solía usarlo a menudo solo que un poco alterada. Y hoy esa frase se hacía tan presente e importante.

Tome mi cabeza entre mis manos y solloce con desespero. Mi madre ya no sería la misma de antes, ya nada volvería a ser igual. Aunque intentara explicárselo con dibujos, algún documental o una película; ella jamás saldría de su punto. Fue criada de esa manera y aunque me amara, su religión y sus creencias parecían ser más fuertes. Tal vez por eso me abandonaron, porque yo no era tan importante. Me levante del suelo acostándome sobre la cama. Tome una almohada y la asfixie a mi pecho lamentándome de mi situación. Tal vez para algunos soy solo un niño mimado que llora por un "noviecito" que olvidara en cuanto entre a la universidad. "Tu familia es más importante" "ellos estarán para ti cuando nadie más lo esté". Era lo que escuchaba en mi mente repetirse una y otra vez. Palabras dichas por personas cercanas a mi incluyendo mi círculo familiar. Personas que hoy en día no pertenecían a mi rutina; pero que si estuvieran aquí hoy se sentirían con el derecho de apuntarme con el dedo y juzgarme. Que irónica era la vida. Los que no son nada para ti pretenden serlo todo, y los que si son absolutamente todo son desplazados por no contener tu ADN. Como si el flujo de sangre corriendo por mi cuerpo determinara cuanto aprecio le tengo a alguien.

Corría en el pasto con mis pequeños pies usando aquellos zapatos de charol que mi madre tanto se había empeñado en pulir. El clima era agrio y con nubes grises, pronto empezaría a llover. Y como si de un adivino se tratase de hecho así fue. Llovía a cantaros, volviendo a la tierra barro, pero sin importarme mucho yo seguía corriendo con mis dos brazos extendidos como si fuesen alas. El agua caía por mi ropa y mojaba mi cuerpo haciéndome sentir una sensación fantástica, reía en regocijo. Mi madre salió por la puerta de la casa y grito mi nombre. Sabía que estaba en problemas, había arruinado mi ropa y mis lujosos zapatos debía correr, pero correr no era suficiente. Así que con mis piernas tome impulso y despegue hacia el cielo escapando de mi madre. Ahora el cielo no era más gris, era de un azul hermoso. Con nubes blancas y un brillante arcoíris pintado en el cielo. Volaba junto a las aves guiando el camino y extendiendo a mis brazos. Nunca me había sentido tan libre. Sonreí despidiéndome de mis amigos las aves y aterricé en un bosque de árboles de cerezo. Al colocar los pies sobre la tierra ya yo había crecido, era el Jimin actual. El bosque me recibía con júbilo y luminosidad. Todo a mi alrededor era tan radiante, me odiaba por no saber pintar, pues este lugar era perfectamente una obra de arte si la pasaba al lienzo. Caminaba sin temor, pues me sentía en un sitio muy conocido para mí, además aquella melodía tan reconfortante que se escuchaba en el ambiente relajaba mis sentidos. En el último árbol de este gran camino lo vi a él. Se hallaba de espaldas observando aquel árbol y cuando me acerque a él, este se volvió a mí. Mirándome con una sonrisa de amor puro. Entonces extendió su mano a mí y al tomarla pronunció las palabras "te he estado esperando".

Mis ojos se abrieron y contemple mi habitación a oscuras. El mundo de los sueños me había echado de manera inesperada ¿Qué acaso no podía ser feliz ni siquiera aquí? La vista me pesaba y mi corazón ardía dentro de mi pecho. Había llorado la última lagrima hasta quedarme seco, fue cuando entonces me dormí. Mi reloj digital marcaba las siete y media de la noche, había dormido por lo menos dos horas y realmente lo necesitaba. Llorar tanto me hacía sentir tan agotado, era como una resaca solo que aquí no estaba presente el alcohol.

Me levante sobre mis pies y prendí la luz para ir al baño a lavar mi pegastoso rostro, pero antes de salir de la habitación observe la caja con el regalo de la madre de Jungkook. Me sentí apenado al instante por ser tan descuidado y no haber tendido aquella camisa. Para remendar mi error decidí hacer lo que debí haber hecho antes, pero al sacar la camisa observe una pequeña dentro de la caja que antes no había visto. La sujeté y leí el escrito en ella. "En este día tan especial te deseo que sigas siendo quién eres. Esa persona tan cariñosa y gentil que ha iluminado nuestras vidas de alegría. Y aunque la vida siga su trascurso y puedas tener días grises, recuerda siempre quién eres en esencia. Porque si tú te conoces y te agradas ni hay nadie que pueda cambiarte. Ten siempre en mente que no estás solo y si necesitas una madre aquí estaré yo para ti. Feliz cumpleaños Jimin."

El Árbol de Cerezo Kookmin - JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora