4. Volvemos a encontrarnos

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Al entrar al bar le rogué a Alex que se callara. Llevaba todo el camino hablando de esas chicas con las que supuestamente habíamos quedado, estaba harto de escucharle.

—Mira, son esas de allí.

Nos dirigimos a una de las mesas que había frente al escenario.

—La morena es mía —me susurró.

Solamente había pasado una hora y Alex ya estaba borracho.

—¿Qué estás estudiando? —me preguntó la rubia que estaba sentada junto a mí.

—Derecho.

—¿Y qué tal? Dicen que el trabajo lo pagan muy bien.

Me encogí de hombros desinteresado mientras bebía de mi cerveza.

—¿También trabajas? Alex me dijo que eres entrenador personal.

—Si ya lo sabes, ¿para qué peguntas?

—Es una forma de hablar...

Puse los ojos en blanco antes de terminarme la cerveza.

—Y ¿dónde...?

—Camarero —la interrumpí, —ponme otra.

—Mi compañera les atenderá enseguida, mi turno ya ha terminado.

—Gracias.

La rubia carraspeó.

—¿Y dónde entrenas?

—En un gimnasio.

—Ya. ¿Pero en cuál? —insistió.

Levanté una ceja. Esta chica está desesperada.

—Mira, no me interesas en lo más mínimo. Así que ahórrate las preguntas por favor.

La rubia se levantó enfadada.

Me revolví el pelo mientras me pregunté por decimoquinta vez qué hacía aquí.

Necesito otra copa.

Justo en ese momento una cerveza se posó frente a mí.

—Siento mucho la tardanza, pero yo no suelo servir las mesas. Has pedido una cerveza ¿verdad?

Me llevé la bebida a los labios y me la bebí de golpe.

—Si no necesitáis nada más...

Cuando hizo el ademán de irse la agarré con delicadeza de la muñeca y le tendí el vaso.

Al levantar la mirada la reconocí.
Era la misma chica con la que me choqué ayer por la noche.

—Ponme otra igual. Por favor.

Acordes NevadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora