3. Visita al supermercado

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VICTORIA

El timbre de la puerta me desconcertó. Abrí uno de los ojos y vi que la pantalla de mi teléfono marcaba las once y media de la mañana.

¿Se me había chafado el plan de salir a correr? Efectivamente. ¿Lo veíamos venir? Claro que sí. Llevo diciendo lo mismo desde hace dos meses.

Al abrir, Hugo estaba mirándome con una gran sonrisa.

—Victoria querida —dijo su abuela. —¿Te molestamos?

—No, solo me he quedado dormida —me tuve que tapar la boca por culpa de un bostezo.

—Tengo una cita con el médico bastante importante y me preguntaba si podías quedarte un par de horas con Hugo.

—Claro, tenía pensado salir a hacer la compra. ¿Te parece bien? —le pregunté. Él asintió.

Cuando me despedí de mi vecina, ambos entramos en casa y le pedí a Hugo que me esperara en el salón mientras yo me vestía.

Le dije que podía poner los dibujos mientras tanto.

Una vez en el supermercado Hugo iba metiendo los alimentos que yo le decía en el carro.

—Solamente nos queda ir a la zona del desayuno y el de la limpieza.

Cuando cruzamos al pasillo de los dulces se le iluminaron.

—¡Chocolatinas! ¡¿Puedo coger?!

Suspiré. En cuanto se acercó al estante supe que esta batalla no iba a ganarla.

—Solo un paquete ¿me has oído?

Me costó muchísimo salir de ese pasillo. Hugo es muy difícil de persuadir.

—¿Qué tal en el colegio nuevo?

—Bien.

—Me dijo tu abuela que tenéis tu hermano y tú casa nueva. ¿Cómo está él?

—Siempre trabaja mucho. Ahora casi siempre estoy con la abuela. Le echo de menos.

Estaba preocupándome. Hugo de normal está riéndose y hablando sin parar.

Me acuclillé frente a él.

—Cariño ¿Qué ocurre?

Intentó desviar la mirada varias veces, pero finalmente acabó mirándome.

—No me gusta el nuevo colegio.

—¿Por qué?

—Hay niños que se burlan de mí —sus morritos empezaron a hacer pucheros. —Saben que no tengo a papá y mamá. Me molestan mucho con eso. Y hay un niño que ayer me puso la zancadilla y me caí. Todos se rieron de mí.

Me partió el corazón verle así. Un niño tan bueno como él no debería de estar sufriendo tanto.

Le rodeé con cariño al ver que sus ojos estaban llenos de lágrimas.

—Hay niños muy malos, pero tienes que aguantar un poco. Solo llevas tres días, pero ya verás que pronto harás amigos.

—Creo que no les caigo bien —se sorbió la nariz.

—Eso no es verdad. Tú eres un niño increíble y nunca he conocido a una persona tan buena como tú. Así que no digas eso —le pasé los dedos por debajo de los ojos y le limpié las lágrimas.

—Tú tampoco pasas casi tiempo conmigo.

—Es lo que tiene hacerse adulto. Tengo que estudiar y trabajar mucho. ¿Sabes qué? Podemos fijar un día de la semana para pasar tiempo juntos. ¿Qué te parece?

Se le iluminaron los ojos.

—Nuestro día podría ser el domingo.

—¡Sí! ¿y qué haremos?

—No lo sé, ya se nos ocurrirá algo.

Acordes NevadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora