46. Un corazon roto

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UNA SEMANA DESPUES:

VICTORIA
Agarré la manta tirada en el suelo y me la eché por encima. Sigo teniendo ganas de llorar. Después de ocho días tirada en el sofá todo me seguía doliendo.

Antes de que Eric me viniera a recoger esa noche, Jacob se coló en la habitación. Intentó pararme, me suplicó que no me fuera, que habláramos las cosas.  Y yo lo único que le pedí fue sinceridad.

—¿Todo lo que ha dicho tu padre es cierto?

—No. Claro que no. No pienso casarme con una mujer a la que ni conozco, yo te quiero a ti.

Dejé la camiseta a medio doblar y le miré.

—Pero te obligará. Así funcionáis. Él te manipula para que hagas todo lo que quiera y a cambio tú le dejas.

—Eso no es verdad.

—¿A no? —me acerqué a él. —¿Entonces puedes explicarme por qué no te has defendido? ¡¿Por qué no le has enfrentado?! ¡¿Cómo puedes permitir que te manipule?! Tú odias esa carrera, pero no la vas a dejar porque le temes.

Negué decepcionada ante su silencio.

—Yo no me he enamorado de este chico —dije mientras que las lágrimas amenazaban con salir. —Tú no eres el Jacob de que me he enamorado. Él lucharía, él daría la cara por lo que quiere. Tienes que aprender a amarte a ti mismo antes de amar a otra persona.

Esa fueron las últimas palabras que intercambiamos. Terminé de hacer la maleta como si él no estuviera, como si no se hubiera quedado mirándome fijamente desde una esquina de la habitación.

Cuando Eric me avisó de que ya estaba bajé las escaleras y vi cómo toda su familia me estaba esperando. Amanda con arrepentimiento en sus ojos, los mellizos confusos y adoloridos, y su padre con la sonrisa más amplia que probablemente nunca hubiera tenido.

Salí en dirección al coche. Antes de abrir la puerta le sentí, me estaba mirando.

Decidí girarme. Y ahí estaba él, mirándome desde la ventana de su habitación. Ni si quiera me ha seguido.

Le miré una última vez con la esperanza de volver a ver a ese chico con el que tropecé a principios de octubre, con el chico que me defendió de una clienta malhumorada, o el que me enseñó defensa personal.

Pero lo único que vi fue a un Jacob perdido.

No sé si me lo imaginé, o si mi cabeza quiso jugarme una mala pasada; pero creí ver cómo una lágrima le recorría la mejilla izquierda.

Esa fue la última vez que le vi.

A medida que nos alejábamos de allí el dolor en el pecho aumentaba.

Pasé dos días de invitada en la casa de la prima de la señora Harper. No salí de la habitación nada más que para comer e ir al baño.

Cuando regresamos a Chicago, los Harper me pidieron pasar la celebración de año nuevo junto a ellos, pero yo me negué.

Solamente quiero estar sola. Quiero llorar y recuperarme antes de que volviera a empezar la universidad.

Ya es dos de enero.

Me encontraba algo mejor así que decidí salir, intentar volver a mi rutina. Seguía haciendo frío, por lo que a pesar de llevar unos guantes guardé las manos en mis bolsillos mientras el aire frío me daba en la cara.

Me gusta andar sin rumbo fijo. Puede que esa fuera la razón por la que acabé en la cafetería.

Me quedé quieta frente al cristal. Vi como las personas disfrutaban alegremente de sus cafés calientes.

Esta cafetería me encantaba. No solo por la tranquilidad que me transmitía el hecho de que fuera tan acogedora, sino porque aquí cumplí el último objetivo de mi supuesta lista.

Al principio dudé, pero acabé entrando.

Por suerte mi mesa favorita estaba libre. Me senté de espaldas a la pared de madera y esperé a que las camareras no estuvieran ocupadas. Pedí un chocolate caliente. Tengo muy claro que no me va a saber igual que la última vez.

No se cuánto tiempo llevaba allí, puede que diez o veinte minutos, no estoy segura.

Estaba concentrada mirando por el ventanal de la cafetería. Restos de la última nevada cubrían las aceras y ventanas de los edificios.

Sonreí por la bonita vista.

—Echaba de menos esa sonrisa.

Me giré sobresaltada. Ahí estaba él. De pie. Mirándome con una leve sonrisa. Como si los últimos días hubieran sido una pesadilla dolorosa.

—¿Qué haces aquí?

Jacob se sentó frente a mí y apoyó los antebrazos en la mesa.

—No te he dado permiso para sentarte.

Jacob ignoró mi queja y cogió aire antes de hablar.

—Lo he hecho. Le he enfrentado. He puesto por delante todas las cosas que me importan. He tenido tiempo para pensar. Vi el regalo, no sabía si debía de abrirlo, pero supuse que lo dejaste allí por algo.

Jacob sacó algo del pantalón y lo dejó con cuidado sobre la mesa.

—Me encontré con una pequeña libreta. Supuse que me la regalaste porque querías que siguiera componiendo. Cuando vi el llavero supe qué es lo que quiero hacer realmente.

Los latidos del corazón se me aceleraron con rapidez.

—Quiero hacer música —dijo finalmente. —Quiero componer, tocar la guitarra, me da exactamente igual. Quiero poder tocar las canciones que he estado componiendo estos últimos días. Todas van sobre ti.

Abrí y cerré la boca, pero ni una palabra salía de mí a pesar de la cantidad de cosas que tenía por decir.

—Me enfrenté a mi padre. Él no está de acuerdo conmigo. Me gritó muchísimo y me amenazó de todas las maneras posibles, pero no me doblegué. Ahora soy libre Victoria.

—¿Y qué ha hecho él al ver qué no ibas a dejarte controlar?

—Ha cancelado la matrícula de la universidad. Y me escupió que para él estoy muerto. No quiere saber nada de mí y no me piensa pasar dinero. Tendré que doblar mis turnos en el gimnasio para poder seguir pagando el piso y la comida, pero saldré adelante.

Ambos nos miramos a los ojos. En ese momento le volví a ver. Volví a ver al Jacob cariñoso, callado y valiente del que me enamoré. Había vuelto con mucha más fuerza.

—Perdóname por favor —me agarró ambas manos. —Se que tendría que haber abierto los ojos antes, que te tendría que haber contado todo, lo siento muchísimo.

Tenía miedo, ahora lo entiendo. Mi expresión se relajó.

Jacob ha estado siendo manipulado por una de las personas más importantes de su vida. Tenía miedo de las consecuencias que traerían no hacerle caso a su padre.

—Conozco un sitio donde puedes tocar algunas de tus nuevas canciones.

Sus ojos se iluminaron.

Acordes NevadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora