42. Último punto de la lista

7 2 0
                                    

VICTORIA

—¿Una cafetería?

Ambos salimos del coche y nos dirigimos hasta el interior. Jacob tal y como hacía desde que nos conocimos, me sujetó la puerta para que yo pasara primero.

La cafetería es increíble. No la recordaba porque por fuera era tan simple como cualquier otra, pero cuando vi que una de las paredes estaba recubierta de madera recordé dónde estábamos.

—Recuerdo este sitio.

—Eso es bueno —Jacob sonrió. —Es la misma cafetería a la que te invité cuando nos chocamos esa noche.

La noche en la que pensé que me seguían. La misma en la que me perdí y tuve la suerte de volver a encontrarme con él.

Con el mismo chico que veía allá donde fuera.

—¿Dónde te quieres sentar?

Me dirigí hasta uno de los asientos que había junto a la ventana, y que estaba pegado a la pared de madera.

Al sentarnos una camarera se acercó a nosotros.

—Buenas noches, ¿qué desean tomar?

Antes de que tan siquiera miráramos las cartas Jacob habló.

—Tráenos un café negro y un chocolate caliente, vamos a mirar la carta y ahora te decimos.

La chica apuntó el pedido en su libreta y se alejó de nosotros.

—¿Qué se supone que estás haciendo Jacob?

—Es una sorpresa. ¿Qué te apetece comer? —leyó la carta en alto.

—Yo quiero un gofre con chocolate negro y mucha nata.

—Te vas a empachar —sonrió. —Yo pediré unas tortitas con caramelo.

—Bien, puede que te quite un poco.

Cuando la camarera volvió a la mesa nos trajo nuestros chocolates y apuntó todo lo que Jacob pidió. Minutos más tarde estábamos disfrutando de nuestros platos.

Partí un trozo de su tortita y rápidamente me lo llevé a la boca.

—Si quieres coger del plato dímelo.

—Quiero otro trozo —Jacob me lo acercó y yo me llevé otro trozo a la boca. —Gracias. ¿Quieres un trozo de gofre?

—No me gusta el chocolate negro.

—¡Ay dios mío! —me llevé una mano al pecho. —Eso no puede ser cierto. ¿Cómo puedo estar saliendo con alguien a quien no le gusta el chocolate?

—¿Y eso que tiene que ver?

—Pues que cuando un día vaya a tu apartamento y me apetezca comer chocolate no vas a tener.

Jacob apoyó ambos codos en la mesa.

—En realidad, lo que ocurrirá será que cuando vengas siempre tendrás chocolate.

Dejé de masticar porque tenía razón. Siempre que vaya a su apartamento tendrá chocolate porque cómo a él no le gusta lo tendrá ahí, esperando a que yo lo devore.

Cuando terminé el último trozo, relamí el tenedor.

—No me mires así. Estaba buenísimo.

La sonrisa de Jacob se extendió aún más.

—Creo que hemos cumplido todos los objetivos que apuntaste en la lista.

—En realidad no.

—¿Cómo qué no? ¿Cuál nos queda?

—Tomar un chocolate caliente, con jerséis navideños mientras presenciamos la primera nevada del mes.

Cuando la camarera se acercó a recoger los platos Jacob le dio un par de billetes y pagó la cuenta.

—Me ha encantado esta noche —dije cuando la camarera se alejó. —A pesar de que no ha nevado puedo tachar ese punto de la lista.

—¿Cómo que a pesar? —se llevó una mano al pecho haciéndose el ofendido. —Perdona, pero he cumplido todos los puntos de la lista, sin excepción.

—Eso no es verdad porque no está...

Me callé en el momento en el que desvié la mirada al cristal de mi izquierda. Me incorporé en el asiento para ver más allá.

—Te lo he dicho, he cumplido todos los puntos de la lista. Por lo que tomar chocolate caliente mientras llevamos puestos jerséis navideños y mientras vemos la primera nevada puede tacharse de la lista.

Me quedé con la boca abierta. Cuando volví mi vista al frente vi que Jacob estaba de brazos cruzados y sonreía victorioso.

—No me lo puedo creer.

Estuvimos un rato más en la cafetería. Yo aún estaba sorprendida porque Jacob había conseguido cumplir hasta el último punto de la lista que hice a principios de mes.

Cada maldito punto.

Cuando salimos a la calle estaba nevando con un poco más de fuerza. Se notaba que las calles empezaban a teñirse de blanco. Miré hacia arriba y un par de copos de nieve me cayeron de lleno.

—No puedo creerme que hayas cumplido toda la lista.

—Hago cosas imposibles por personas increíbles.

—Esa frase es de libro —sonreí.

Nos quedamos los dos, bajo la nieve mirándonos fijamente. Me miraba con un cariño y una dulzura que provocaron que las piernas me temblaran.

—¿Sabes en qué estoy pensando ahora? En lo increíble que sería besarte bajo de la nieve.

—¿Y por qué no lo haces?

—Porque quiero recordar este momento toda la vida —Jacob tiró de mis caderas acercándome más a él. —Victoria, te quiero.

—Yo también te quiero Jacob —dije a escasos centímetros de sus labios.

El pelinegro suprimió el poco espacio que quedaba entre ambos y me besó. Sin que se enterara saqué el móvil de mi bolsillo. Terminé el beso de manera abrupta y me acerqué a su oído.

—¿Sabes que estaría bien? —susurré.

—¿El qué? —puse la cámara.

Me alejé de su oído y le miré directamente a los ojos.

—Guardar este momento en una foto.

—¿Quieres que nos hagamos una foto ahora?

—Quiero que nos hagamos una foto ahora, besándonos mientras que los copos de nieve caen sobre nosotros.

Le miré fijamente a los ojos antes de preparar el móvil.

—¿Preparado? Voy a poner el temporizador. Cuando llegue a tres nos besamos.

Jacob ignoró lo que le había dicho. Posó su mano izquierda en mi mejilla mientras que con la otra acercó mis caderas a él, y unió nuestros labios de nuevo.

No pude evitar sonreír.

Nos besamos esa noche de diciembre bajo la primera nevada, justo en frente de la cafetería en la que habíamos sido nosotros mismos por primera vez. A pesar de ser unos completos desconocidos.

Acordes NevadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora