12. No sé cómo nos hemos vuelto a encontrar

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JACOB

Esta semana había sido una completa mierda. Tenía muchas llamadas perdidas de mi madre, pero yo no quería hablar con ella.

Sabía perfectamente para que me estaba llamando. Estaba tratando de contactar conmigo para que regresara en navidades a casa, pero yo no quería ir.

Siempre que volvía mi padre hacía de las suyas y acababa yéndome mucho antes de lo planeado. Nosotros nunca nos hemos llevado muy bien, y siempre que iba era cuando él estaba de viaje.

Le evitaba.

Por no hablar del estrés que tenía encima. La semana que viene empezaban los exámenes del cuatrimestre y mi nota tenía que ser alta. Odio mi carrera, pero sabía que pasaría si mi padre se enterase de que quería dejarla. Sus condiciones fueron sacar sobresaliente en todas a cambio de poder pasar los que serían mis últimos años de libertad lejos de casa.

Alex me tenía muy agobiado. Insistía en que saliéramos de fiesta o que volviésemos a quedar con las chicas del bar, pero yo no aceptaba. En parte sentía envidia de él. Está estudiando medicina ya pesar de que casi nunca le veo tocar los libros saca unas notas increíbles.

Ayer se trajo a una chica a casa y casi no me dejaron dormir. Hoy al parecer tenía los mismos planes.

Estaba recogiendo los platos de la cena cuando escuché un portazo en la puerta de casa, poco después vi cómo pasaba por delante de la puerta mientras cargaba a una rubia entre sus brazos.

Estaba tan agotado mentalmente que cogí el abrigo y sin pensar cogí el coche y empecé a dar vueltas.

No sé cómo narices acabé aparcando enfrente del mismo bar en el que la chica con la que no paraba de cruzarme trabajaba.

—¿Qué estás haciendo aquí pelinegro?

Levanté la mirada de la cerveza que sostenía en una mano y la reconocí al instante.

—Intento emborracharme —levanté la bebida de mala gana y me la bebí de golpe —Ponme otra.

—No creo que la mejor manera de solucionar tus problemas sea emborrachándote —dijo mientras sacaba otro botellín de cerveza.

—Ya lo sé, pero me alivia.

—¿Te apetece hablar de tus problemas con una desconocida que te debe un gran favor? —sonrió.

—No me debes nada Victoria.

—¿Te acuerdas de mi nombre?

—Pues claro que sí, cuando la gente habla yo escucho —me señalé las orejas.

—Vale, pues si te apetece hablar me avisas. Tengo que atender al resto de la barra.

Y con una pequeña sonrisa se fue.

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