En ciudades como estas se acostumbra a temblar.

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No sólo vivíamos en una ciudad fría. Cruelmente fría cuando se lo proponía y bipolar para subir la temperatura cuando menos lo esperas, si no que además estábamos rodeados de montañas. Nada malo hasta hay, lo malo es que las catástrofes naturales para nosotros son estrictamente limitadas a pequeños sacudones llamados temblores. Mi mayor miedo.

Exactamente en una semana me graduaba de bachiller, en sólo una semana y moriría a sólo una pinche semana.

Le había rogado a Garret que me llevara a mi casa, a Maria que siguiera en pie con su cita con Ezequiel y tratara de averiguar algo, a Fernanda y Camila, que porfavor no dijeran nada y además, con la confianza que les tenia, que hablaran con Felipe. Cosa fácil, dado que Camila estaba en el mismo curso que su hermana y lograron entrar a su casa. La excusa que usaron no la conocía y no la quería conocer.

Escuchaba "Un ratito" de Andrés Cepeda, un cantante nacional, a todo volumen. Tanto como los parlantes del estéreo de mi casa aguantaran, era un poco deprimente, tal vez se daba más para el desamor y las tusas de los corazones partidos, también para los eternamente enamorados. No estaba en ninguna de las dos posiciones, o eso creía. Esperaba por Garret que volviera con comida, mientras cantaba hasta que me doliera la garganta y las lágrimas gritarás por poder salir. Habia logrado esquivar a mi hermano y su amigo resguardada en la casa. De hecho solo quería pensar, mientras ellos paseaban por Bogota en mi busqueda. "El mensaje" del mismo artista, empezó a sonar, me tambalee de un lado a otro borracha con los sentimientos, que no me percate del baile que llevaban las cosas colgadas del techo o las decoraciones que tenía mi mama repartida por la casa hasta que sentí una mano tomarme de la cintura y devolverme, de mi habitación al marco de la puerta. Pies puestos en tierra. James sujetaba mi cintura y me mantenía debajo del marco de la puerta, no dijo nada, de hecho no necesito decir nada. Escuche la lámpara de mi cuarto chocar contra el suelo y partirse en dos. Lleve mis manos a mi boca y sentí el tambaleo que causaba el temblor. Más cosas cayeron, las alarmas de los carros de dispararon y sentí que hasta el cielo se oscureció. Mis perritas se escondieron bajo mi cama y me miraban fijamente. Me sentí impotente, no sólo eso, me sentí diminuta y reemplazable. Llore, ahora con motivos de sobra dando un paso cerca de James para aferrarme a lo único que no daba vueltas en mi cabeza. El, conmigo en estos momentos. Escondí mi rostro en su pecho y espere para que todo mi mundo dejara de dar vueltas. Quería gritar, hacer pataleta y dejarme llevar por todos los sentimientos que se abrían paso en el revuelto en mi estómago pero necesitaba mantener la cordura.

–Laura, hay que evacuar – dijo James llamando mi atención, aún su mano subía y bajaba por mi espalda tratando de calmarme. Evacuar.

–Laura ¿que mierda aprendiste en el colegio sobre evacuaciones? – grito Thomas arrinconado en un extremo de mi habitación.

–Tenemos un minuto para salir de aquí – le dije a James, involuntariamente me moví de mi posición y tome a una de mis perritas bajo mi cama, con una mano libre tome mi celular de la toma, una linterna en el camino a la salida, y guíe a James hasta la puerta. El llevaba mi otra perrita. Sólo cruzar mi casa hizo que mis piernas se debilitarán, habían cosas regadas por todos lados, cuadros caídos y hasta las baldosas de la cocina se habían despegado, James empujo mi espalda levemente sacándome de mi casa y cerrando la puerta tras nosotros, señal de que no quedaba nadie. Junto a las escaleras dimos con mi vecina de ochenta años o más, amiga de mi mama, estaba en shock parada contra su puerta, James me miro y luego a ella, me paso mi perrita y la alzo, coloco a la señora de ochenta años sobre su hombro y como pudo nos saco a ambas del edificio hasta la zona verde junto a los edificios, al lado estaba una vía principal, los postes de luz se encontraban lejos, igual que nuestros edificios, teóricamente este era un lugar seguro. Inmediatamente la réplica, me coloque en cuclillas y abrace a mis dos perritas mientras veía como James sostenía las manos de la señora de ochenta años haciendo que lo mirara a él, sólo a él. Ignorando el sonido de los zapatos de mis vecinos correr por el ladrillo y luego la baldosa hasta las zonas apropiadas para evacuar. Para mi, a mis cortos 17 años, era el temblor más fuerte que quiera Dios sentiré en todo lo que me quede de vida. Temblaba en cada centímetro de mi cuerpo y lloraba como loca, tenía pavor. Tenía tanto miedo que no tenía comparación con nada, era una fobia, estaba siendo enfrentada contra mi voluntad al mayor de mis miedos. Sentí las manos de James en mis hombros y la cercanía de la señora de ochenta años, me sentía tan mal por no recordar su nombre.

Síndrome de la página en blanco - Finalizado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora