Lios de corazones

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Habían decidido esperar una semana para hacer el simulacro del tan famoso examen nacional. Cada día estábamos un paso mas cerca, ahora mientras veía televisión a la hora de la cena pasaban comerciales anunciando las fechas finales de inscripción y estrategias y métodos recomendados para un mejor resultado. Todo empezaba a girar mas y mas en torno a ese examen.

Como en la mayoría de colegios, había más de un curso del mismo grado. Para ser más específica, habían tantos estudiantes que había Once A y Once B, Decimo A, B, y C y así sucesivamente. Once A, en su mayoría eran barones, Once B en mayoría éramos chicas. Once A tenia chicos súper altos y atléticos, Once B bueno no podía opinar mucho al respecto de los chicos que consideraba mis hermanos de otra madre en ese aspecto. Once A no era tan unido como nosotros, Once B. Once B tenia problemas con el rector, Once A no podía cruzar sus caminos con los de ese señor, era increíble como se llevaban de mal.  

– Él es definitivamente un dios sexy – dije ese pensamiento en voz alta mientras lo seguía con la mirada a uno de los chicos de once A. Nos encontrábamos en el intermedio del simulacro para el famoso examen y eso causaba que saliéramos prácticamente dos horas después de lo que estábamos acostumbrados. No había fila en la tienda y el lugar se veía desierto. Habiendo pasado tan poco tiempo de las vacaciones a el día de hoy consideraba que estos serian los resultados mas sinceros dado que reflejaría lo que realmente sabíamos.

– Que carajos – dijo María mientras aguantaba la risa volviéndose a ver a Garret para obtener una explicación un poco mas razonable

–¿De dónde carajos sacaste eso?

– Confesiones de Georgia Nicols – dije como si fuera lo más obvio.

–¿La del gato y el morreo?

– Si. La de "Mi gato Angus, el estorbo de mi padre y el primer morreo." – habíamos visto la película en mi casa.

– Esto está peor que la lo mordida cerda con deseo – dijo Garret mirándonos como si fuéramos de Marte.

– Tú inventaste eso de la mordida cerda con deseo – dije en mi defensa.

– Debiste ver tu cara de pervertida cuando hablabas del tal ''pepito'' – dijo riéndose del recuerdo. Algunas veces éramos peores que las propagandas de los Martes de Relaciones en Home and Health. Pepito era en pocas palabras mi obsesión cuando estaba en primero de bachillerato. Me encantaba, tenía un parecido con Nick Jonas, y eso me obsesionada, trataba de hablarle y solo por el soporte interminable descansos viendo jugar a los niños al futbol en compañía de Fernanda y aguantaba los comentarios en burla de mi hermano, éramos las únicas mujeres, literalmente, solo nosotras sentadas en las bancas mientras los chicos corrían de lado a lado, también éramos las únicas que gritaban cuando hacían gol cualquiera de los equipos, le dábamos un poco de animo a la situación, así hasta que llegue a decimo y el a once. Ya no me gustaba, sabía lo comprometido que estaba con su actual novia gracias al imprudente de mi hermano que para mi tragedia era su amigo, por gracia divina no habían quedado en el mismo curso. Aunque esa promociones ya se hubiera graduado algunos me recuerdan por ser la hermanita menor del gran Nicolás Gonzales quien se hizo de una reputación tanto en once A como en once B y en el reto del colegio. Aun si encuentro chicas de su promoción tienen el descaro de preguntar por el idiota de mi hermano, créanme señorita el 'gran' Nicolás Gonzales no ha cambiado prácticamente en nada a lo largo del ultimo año y medio.

– Como sea. Ahora él está apodado como el "dios sexy" – Garret y María se miraron entre ellos y se burlaron de mi enamoramiento. Pero definitivamente era hermoso. El año pasado estábamos en la misma ruta, y las rutas normalmente son 90% niños chiquitos y de primaria y el otro 10% son chicos de los primeros grados de bachillerato. Solo estábamos los dos y una chica de decimo que no hablaba mucho. La cuestión, me senté junto al conductor para tener control de la emisora. Inhumanamente me recogían a eso de las cinco y media de la mañana y no podía evitar quedarme dormida, pero para la segunda semana el chico se sentó a mi lado en la ruta, creo que cuestión de aburrimiento. Igual seguía quedándome dormida, y en una de las ocasiones estoy segura de que le caí encima, creo que por decencia no dijo nada. En una oportunidad lo ayude a desenredarse del cinturón de seguridad cuando llegamos a su casa, me sonrió y ahí, si AHÍ me di cuenta de lo hermoso que era.

Síndrome de la página en blanco - Finalizado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora