Cho Miyeon sabía que estaba mal cruzar las puertas de aquel restaurante de sushi, pero aún así lo hizo.
Quería hablar con Minnie Yontararak.
Tenía un sentido del humor extraño y hablaba de vaginas como si fuese un típico tema de conversación entre desconocidas, pero se sentía cautivada por su belleza y por su forma de ser. Jamás había conocido a una persona tan llena de confianza, con movimientos tan elegantes y sentimientos tan enigmáticos.
Buscó a la chica con la mirada y no tardó en encontrarla, sentada justo en el centro del lugar, apoyando los codos sobre la mesa y colocando su rostro sobre sus manos, manteniendo la mirada en uno de los bonitos cuadros de la pared con las facciones completamente inexpresivas.
Miyeon sintió un leve apretón en su pecho al darse cuenta de que no era la única que notaba la presencia de Minnie en aquel lugar. Había más de diez hombres fijando la mirada de forma disimulada en ella y esto la hacía arder en su interior, aunque las razones de aquel incendio eran claramente desconocidas.
La tatuadora por fin logró llegar al lugar que Minnie ocupaba y se sentó frente a ella. De inmediato notó que los ojos de los hombres también comenzaban a recorrer su cuerpo.
Fue cuando Miyeon comprendió que Minnie había elegido aquella mesa justamente por aquel motivo.
Le gustaba que la admiraran. Le gustaba que los demás se dieran cuenta de su incomparable belleza… Miyeon suspiró. Ella siempre elegía la mesa del rincón.
Minnie: Sabía que vendrías -Susurró con lo que podía ser cierto aburrimiento en su voz. La estaba observando con sus penetrantes ojos, los lentes de sol colgando del bolsillo de su chaqueta de cuero-, por eso me ocupé de ordenar por ambas. Espero que no te moleste.
Miyeon: No me molesta -Confirmó, y era cierto. Le gustaba el atrevimiento de Minnie. Le gustaba saber que no estaba intentando impresionarla cambiando su forma de ser. Le gustaba saber que solo estaba siendo ella misma.
Prefería estar con Minnie siendo Minnie, que con alguien intentando comportarse como ángel.
Minnie: Bien -Dijo con una sonrisa antes de mover su cabeza levemente a la derecha, despegando sus ojos de los de Miyeon y concentrándose en algo detrás de ella. Cuando Miyeon buscó con su mirada lo que Minnie estaba viendo, se encontró con un hermoso panda deslizándose por los árboles de bambú perfectamente pintado sobre un lienzo. Era el cuadro que la chica había estado admirando antes de su llegada-… Yo lo pinté -Reconoció con orgullo, y cuando Miyeon se giró para verla, la descubrió sonriendo. Y aquella era una sonrisa de verdad.
Miyeon: No pensé que te dedicaras a la pintura -Murmuró amablemente con una sonrisa mientras se fijaba en los dedos de la chica, los cuales seguían sirviendo de apoyo para su cabeza. Pensó en cuántos cuadros habían pintado aquellas manos, en cuántas veces aquellos dedos habían trabajado horas y horas para hacer obras como aquel panda que apenas recibía atención-. Pensé que eras una mujer con otro tipo de… negocios.
Por supuesto Miyeon había pensado que sería una empresaria, trabajadora de un bar nocturno, jefa de narcotraficantes… o líder de una secta satánica…
Minnie: Lamento haberte decepcionado.
Negó de inmediato.
Miyeon: No me has decepcionado, Minnie. Esto es una grata sorpresa... Tal vez podamos hacer concursos de dibujos algún día.
Minnie: Tal vez seria un empate.
Miyeon rió ante esa posibilidad y se cubrió la boca con el dorso de la mano.
Minnie: ¿Qué es tan gracioso?
Miyeon: Antes, a los doce años, era la peor en el arte del dibujo. Los trazos de los demás eran considerablemente buenos y los mios… los mios daban asco… Tuve que recibir clases de arte durante cuatro años para que mis dibujos llegaran a ser lo que son ahora. -Relató sonriendo. Se sentía orgullosa de sus logros, así como Minnie al ver aquel cuadro. Tal vez, muy en el interior, esa chica y ella no eran tan diferentes.
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La tatuadora de libélulas
RomanceCho Miyeon es una joven tatuadora de veinte años. Aunque no esta en el podio de los mejores tampoco es realmente mala y todos sus clientes suelen salir de la tienda bastante conformes con su trabajo. Sus compañeros admiran la pasión que desbordan su...