Los cambios ocurren lentamente, tan lentamente que no los notamos hasta que estos han dejado secuelas permanentes.
Miyeon no sabía esto.
Mientras leía el libro de Howe recostada sobre su cama, no se dió cuenta de lo muy cuerdo y sabio que se había mostrado al inicio, ni de como poco a poco la demencia invadía sus palabras. Solo se dió cuenta del gran cambio que había atravesado el relato cuando las palabras del lunático se volvieron un sin sentido de oraciones.
“Y aquí Ana, de cabello rojo, dijo al caballo: ‘Mátame’, y el pobre Ruben, que era un perro, por fin hizo realidad su sueño de ser un gorrión”
Nada tenía ningún sentido, y Miyeon dudaba que Minnie leyera aquel libro por otro motivo que no fuese reírse de la locura del escritor.
Fue entonces que, casi como si la pintora hubiese leído su mente, su teléfono comenzó a reproducir los primeros acordes de Eighteen, anunciándole a Miyeon que estaba recibiendo una llamada.
Y no era una llamada cualquiera… Era la llamada de Minnie.
Miyeon: ¡Mimi! -Saludó con entusiasmo antes de cerrar el libro de Howe con brusquedad.
Lo cierto era que la demencia del pobre había comenzado a darle dolor de cabeza.
Minnie: ¿Mimi? -Repitió- Es un apodo un tanto extraño -Reconoció tras el auricular del teléfono-, pero me gusta -Miyeon casi pudo deducir que la joven estaba sonriendo.
Miyeon: ¿Casi tanto como la Nutella? -Intentó bromear.
Minnie: Casi tanto como tú -Corrigió- y tu trasero -Agregó -, pero no planeaba decir eso porque habría sonado poco romántico.
Miyeon simplemente se hechó a reír nerviosamente.
Habían pasado dos semanas desde lo sucedido en el departamento de Minnie, y aunque cualquiera habría creído al escuchar las conversaciones que habían mantenido, que las cosas cambiarían, ese no fue el caso.
No se habían besado en esas dos semanas, y tampoco habían tenido peleas estúpidas. Minnie no había avanzado mucho con la pintura de Miyeon, pues siempre terminaban distrayéndose cinco minutos después de empezar… Y los motivos de sus distracciones eran siempre tan estúpidos que cualquiera habría rodado los ojos al escucharlos.
Miyeon: ¿Podemos hablar de lo demente que Howe estaba? -Cuestionó con una sonrisa- Juro que a partir del octavo capítulo el pobre estaba alucinando… Y puedo jurarlo porque se olvidó de escribir el capítulo ocho.
Minnie: Es de lo único que hemos hablado durante estas dos semanas -Reconoció-… Pienso que te has leído los cinco libros de Howe que te he prestado solo para burlarte de el.
Miyeon: ¡Por supuesto que no! -Se negó no demasiado alto. Soojin estaba dormida en la cama inferior de la litera de al lado y no quería despertarla. Como era de noche, Yuqi y Chuu trabajaban-. Lo hago porque quiero entender que es lo que ves en estos libros.
Minnie: No vas a entenderlos si tratas de entenderlos.
Miyeon: ¡Esto es confuso! -Se quejó - ¡Y estresante! -Añadió.
Minnie: Tú también sueles estresarme cuando te llamo y solo comienzas a hablar de Howe, pero no suelo quejarme de esto.
Miyeon rió y respiró hondo antes de hablar nuevamente.
Miyeon: Está bien, lo siento… ¿De qué quieres hablar?
Minnie: Iré al estudio mañana para recogerte. Quiero pintarte un poco más… Y tal vez podamos besarnos por fin… Créeme que estoy desesperada.
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La tatuadora de libélulas
RomanceCho Miyeon es una joven tatuadora de veinte años. Aunque no esta en el podio de los mejores tampoco es realmente mala y todos sus clientes suelen salir de la tienda bastante conformes con su trabajo. Sus compañeros admiran la pasión que desbordan su...