Parte 6

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Narra Harry

Acerco el coche a las puertas doradas y siento en la boca del estómago la misma sensación de culpabilidad que ya me resulta tan familiar. Mientras mi mirada se desvía hacia la casa oculta tras los arboles verdes y las rejas blancas, me doy cuenta de que soy un mimado. La casa está cubierta de ladrillos grises y ventanas reflectantes, y pilares de mármol blanco rodean la puerta principal.

El nudo en la garganta se me hace más grande mientras veo a varios trabajadores cortar arbustos y recortar los coloridos parterres del jardín delantero. La mayoría de los adolescentes pensarían que tener mayordomos y criadas es algo bueno, pero al cabo de un tiempo llega un punto en que los calificas de molestos, más que de útiles.

Los múltiples mayordomos y criadas siempre diciendo, 'Señor Styles' esto y 'Señor Styles' aquello. Me preguntan constantemente si mi bebida está suficientemente fría o si mi almohada es lo bastante mullida. Ya casi no tengo intimidad.

En cuanto al tiempo a solas con mis padres, la ocasión es rara. Apenas tienen tiempo para mí, aparte de los buenos días ocasionales y las cenas alrededor de la mesa del comedor, que consisten sobre todo en un silencio incómodo.

Mi madre se niega a que las criadas o los mayordomos cocinen, porque, al fin y al cabo, ella es cocinera. Sin embargo, se les asigna la tarea de limpiar, lo que significa que siempre están correteando por la mansión como abejas atareadas, quitando el polvo de las estanterías de los libros y barriendo el suelo.

A diferencia de los adolescentes normales, mi habitación siempre está ordenada y limpia. Mi cama está siempre bien hecha y mis ventanas están pulidas a la perfección. A veces resulta molesto, ¿sabes? Las criadas y los mayordomos tocan constantemente mis cosas y objetos.

Como he dicho antes, no tengo privacidad.

La mansión tras la reja es el lugar al que llamo "hogar", aunque casi nunca lo parezca.

Las puertas se abren lentamente, me dejan pasar y subo por el largo camino pavimentado. Aparco el coche delante de la casa como todos los días, me acerco a la puerta y desaparezco en el interior de la mansión. Estoy harto de esta aburrida rutina.

Subo corriendo la escalera de caracol metálica y me dirijo a mi dormitorio. Abro la puerta, con la esperanza de que no hayan tocado ni movido nada de mi dormitorio, y suspiro al ver que todo ha vuelto a su sitio.

Suspiro y me dejo caer en la cama, mirando el aburrido techo blanco. Todo en esta mansión es aburrido. Todo es viejo y lujoso, y no me gusta nada. Siento vibrar mi teléfono en el bolsillo, lo saco y miro la pantalla.

De: Padre

Ven a mi oficina por favor. Necesito hablar contigo.

Dios, mi propio padre tiene que enviarme un mensaje cuando estamos en la misma casa. Esto se está volviendo ridículo. Me siento tan culpable. Odio el título que me dan en la escuela. Soy el chico popular, rico y mimado que siempre va a fiestas y se acuesta con chicas. Lo que no saben es que sólo me acuesto con chicas para solucionar mi problema; así es como yo llamo a ser gay. Es mi problema y hay que arreglarlo.

Para: Padre

Estaré allí en un segundo.

Vuelvo a meter el teléfono en el bolsillo y camino por el largo pasillo, recibiendo varios saludos de criadas y mayordomos. Finalmente llego al despacho de mi padre, sintiéndome ligeramente amenazado por la gruesa puerta de roble que tengo delante.

Pongo la mano en el pomo, la abro y veo a mi padre sentado en su gran escritorio, tecleando en su portátil. Tiene un negocio de coches de mucho éxito, pero no sé mucho sobre su trabajo. Apenas sale a relucir en las conversaciones.

Detencion - L.S (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora