Se estaba volviendo una costumbre que Remus esté envuelto en una bolsa llena de problemas.
No le gustaba. No le gustaba para nada. No desde que no tenía con quién compartir esos momentos riéndose en un dormitorio compartido. El dolor en las piernas tampoco era muy divertido, otra cosa más para agregar en su lista de lo que más odia. Las secuelas de la luna llena debilitaban al castaño en todo aspecto y, aunque haya pasado casi dos semanas de la última, el dolor emocional dentro de sí se manifestaba tanto en el interior como en el exterior.
Sabía que, si seguía corriendo, pronto caería derrotado al suelo. Y no iba a permitir que le quitaran a Maia de sus manos, para hacer quién-sabe-qué con ella. Había hecho una promesa con Andrómeda, con él mismo y con el recuerdo de James.
No iba a echarlo a perder. No esta vez.
Apenas encontró una puerta al final de un largo y oscuro pasillo, entró a la habitación. Los latidos de Remus los podía escuchar él mismo en sus oídos, retumbando. Cerró la puerta con la última visión de los aurores pasando de largo por el pasillo, sin notar la presencia del chico de cicatrices en la habitación. Con la mano que no sostenía a la niña, buscó en su bolsillo del pantalón su varita.
Buscó y buscó, pero la varita no se encontraba con él.
Que mala suerte para Remus, pues los problemas apenas y habían comenzado.
-Vamos, vamos, vamos -se alentó con sus propias palabras, buscando con desesperación y rapidez algún objeto que bloquee la puerta.
Observó el lugar en dónde se encontraba, y pudo identificar un retrato gigante del Ministro colgado en una de las paredes. A Remus le daba la sensación de que lo estaba atravesando con su mirada penetrante, así que quitó los ojos de los suyos y vio un escritorio frente al retrato.
Bingo; había una pequeña posibilidad de que en algunos de los cajones de aquel escritorio, hubiera una varita mágica sin usar. Era el escritorio -y la oficina- del hombre que prácticamente manejaba la magia en el Reino Unido. ¿Por qué no habría de tener una varita en caso de emergencias?
No se diga más. El castaño avanzó de manera acelerada hasta su objetivo, pero aún así no encontró nada que lo pudiera ayudar a bloquear la entrada a la habitación.
Maia apoyó su cabeza en el hombro del chico de cicatrices, aburrida y cansada. Que alguien la haya movido de manera tan brusca había provocado el efecto contrario al que se esperaba. ¿Llorar? ¿Qué es eso? Maia literalmente se duerme en una situación de sumo estrés para su padre.
-Usa a la niña, Lupin -el gigante cuadro del señor con canas habló por primera vez, y Remus se asustó ante tal voz. Estaba completamente seguro de que el cuadro era uno muggle, por no moverse ni tener "vida". Ahora cayó en cuenta de que se había equivocado. Había metido la pata, y muy profundo.
-¿Qué dijiste? -preguntó el mencionado. Pero no hacía falta preguntar. Escuchó perfectamente lo que el cuadro había dicho, solo que necesitaba verificar si sus palabras eran las correctas. Si lo había escuchado bien, o era la adrenalina en su sistema confundiéndolo por completo.
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𝙂𝙤𝙙 𝙞𝙨 𝙖 𝙬𝙤𝙢𝙖𝙣 - 𝗿𝗲𝗺𝘂𝘀 𝗹𝘂𝗽𝗶𝗻! 𝗽𝗼𝘀𝘁 𝘄𝗮𝗿
FanfictionRemus John Lupin tenía tan solo 21 años cuando perdió a todos los que amaba. Dos mejores amigos muertos y el tercero encarcelado en Azkaban por ser la razón de su desgracia. Que aparezca una tierna bebé en la puerta de su vieja y agrietada casa...