— ¡Que asco, papá!
El chillido y las carcajadas de una Maia de cinco años se escuchó por toda la casa de los Lupin.
Remus, de ahora veinticinco años, había comenzado a "comerse" los pequeños pies de su hija. Le encantaba jugar con ella y escuchar sus risas de niña, pues la necesidad de disfrutar lo más que pueda mientras sea posible, es un sentimiento que no lo abandonaba desde hacía tiempo.
— ¡Tengo hambre y me voy a comer ese piecito! —gruñó el de cicatrices, moviendo los dedos para hacerle cosquillas en la extremidad de Maia, provocando que esta se riera e intentara escapar de sus manos.
— ¡Papá, no! Son mis pies, y no se comen. Ni el guau guau Moony puede hacerlo. ¡Son míos!
A pesar de la inocencia y la edad de la pelinegra, Remus no había tenido otra opción más que contarle a su hija sobre su condición. Claro, había romantizado y colocado todo con flores la situación, haciéndole entender a Maia que se convertía en un perro grande cada luna llena del mes.
Si es honesto, no quería hacerlo, pero su hija merecía una explicación de por qué la dejaba encerrada en el sótano cuando sucedía esto.
— Está bien, bunny-bun. No comeré tus pies, pero lo haré si no vas a desayunar. Ve, ve.
La pequeña hizo caso a la orden, bajando de la cama con tal rapidez que hizo que casi se cayera. No le importó, por lo que con sus cortas piernas fue corriendo al comedor. Remus fue detrás de ella, supervisando que no se matara en cada paso que su hija daba.
Realmente amaba a su pequeña bunny-bun.
Y también amaba el apodo que había ganado a partir de los años; en su cuarto cumpleaños, Maia había obtenido como regalo un pequeño peluche de conejo, el cual apodó como "Señor bunny-bun", haciendo referencia a su pequeña colita de pompón.
Remus estaba seguro de que, si no fuera por la pequeña de ojos azules, él no seguiría allí.
— Hoy es tu primer día en el jardín de infantes, ¿estás emocionada?
Mencionar el hecho de que estaría lejos de su padre, hizo que Maia mirara con ojos cristalinos al de cicatrices. Luego, su cara se tornó roja. Y finalmente comenzó a llorar.
— ¡Noo! ¡No quedo id! —habló con toda la boca llena de pan.
— Hija, ya hablamos de esto. Tienes que ir y hacer amigos. ¿Acaso no quieres tener amigos?
La niña inmediatamente negó con la cabeza.
— Pues qué mala suerte, porque vas a tener que socializar igual —el sarcasmo se hizo presente en la voz del mayor—. Y traga la comida antes de hablar, mi amor, por favor.
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𝙂𝙤𝙙 𝙞𝙨 𝙖 𝙬𝙤𝙢𝙖𝙣 - 𝗿𝗲𝗺𝘂𝘀 𝗹𝘂𝗽𝗶𝗻! 𝗽𝗼𝘀𝘁 𝘄𝗮𝗿
FanfictionRemus John Lupin tenía tan solo 21 años cuando perdió a todos los que amaba. Dos mejores amigos muertos y el tercero encarcelado en Azkaban por ser la razón de su desgracia. Que aparezca una tierna bebé en la puerta de su vieja y agrietada casa...