Remus John Lupin tenía tan solo
21 años cuando perdió a
todos los que amaba.
Dos mejores amigos muertos
y el tercero encarcelado en Azkaban
por ser la razón de su desgracia.
Que aparezca una tierna bebé
en la puerta de su vieja y agrietada
casa...
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Remus sostenía a su pequeña hija, Maia, en sus brazos, exhausto y lleno de preocupación. Había logrado rescatarla de las garras de magos oscuros que deseaban experimentar con sus poderes antinaturales.
Remus observaba a Maia con ojos llenos de angustia.
La niña no respondía a sus preguntas, perdida en un estado de shock. Pero sus ojos brillaban dorados, reflejando todo el trauma que había soportado a manos de aquellos magos oscuros.
De repente, sin control alguno, Maia comenzó a manifestar sus poderes. Animales y personas aparecían y desaparecían a su alrededor, creando un caos surrealista. Remus intentó despertarla, pero sus esfuerzos resultaron en vano.
— Bunny-bun, ¡por favor! —acarició las mejillas regordetas de su hijita, pero ella ni siquiera se inmutó. Sus ojos estaban perdidos.
Los poderes de Maia se descontrolaron aún más, desencadenando un violento terremoto que sacudió el suelo bajo sus pies.
Justo cuando la situación parecía inmanejable, los poderes de Maia se detuvieron bruscamente y ella se desplomó en los brazos de su padre. Remus la sostenía con fuerza, preocupado y angustiado, mientras buscaba desesperadamente ayuda médica para su hija.
Pero no había nadie a su alrededor.
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, desesperado ante la falta de respuesta, cuando una luz misteriosa comenzó a formarse frente a él.
Una figura familiar emergió de la luz y se materializó ante los ojos asombrados de Remus. Era James Potter, su antiguo mejor amigo, quien había perdido la vida en la lucha contra el mal años atrás.
Remus, confundido y abrumado, pensó que estaba alucinando. Sin embargo, James le aseguró que todo era real y que la ayuda estaba en camino. Colocó su mano en el hombro de Remus, transmitiéndole una sensación de consuelo y tranquilidad.
El de cicatrices sintió que su corazón dejaba de latir y mil pensamientos inconclusos pasaban por su mente.
— No te preocupes, Lunático. Todo estará bien —dijo James con una sonrisa reconfortante—. Maia y tú están a salvo ahora. No hay más peligro.
La visión de Remus comenzó a desvanecerse, su fuerza abandonándolo poco a poco. Aferró a Maia con todas sus fuerzas, sintiendo un amor y una preocupación abrumadores.
Finalmente, la oscuridad lo envolvió y perdió el conocimiento, quedando a merced de aquellos que pudieran brindarles ayuda.
El sufrimiento llegó a su fin con la llegada de aurores al lugar donde Remus y Maia se encontraban. Dos hombres se aparecieron instantáneamente junto a ellos, utilizando la magia de la teletransportación característica del mundo mágico. Con cuidado, levantaron al hombre lobo y a la pequeña ojiazul y los llevaron rápidamente al hospital más cercano para recibir atención médica urgente. Los demás aurores se quedaron en el lugar, investigando el sombrío y ruinoso escondite de los magos oscuros.
