Remus sentía que le iban a dar siete paros cardíacos en menos de cinco segundos, gracias a la felicidad que su pecho contenía.
Antes de estar así, se encontraba calentando el agua para el té que iba a tomar como merienda. Y era raro, pues desde que había entrado en ese episodio de depresión, no se esforzaba en comer más de lo necesario, provocando que su delgadez sea más que evidente.
Estaba... aliviado. No recordaba desde hace cuánto tiempo que se sentía como una persona normal, dentro de lo que cabe. Y le gustaba.
Desde que Sheila Crawford, la madre de su hija, había osado entrar a su casa, engañarlo y finalmente intentar llevarse a Maia, Remus se había vuelto aún más protector con la niña. Hizo una promesa hacia sí mismo y a Maia aquel día; mientras sus pulmones recibieran aire, él no iba a dejar que ella saliera lastimada.
Remus ya había vivido un infierno, ahora le tocaba ser el demonio que protegiera al ángel de caerse del cielo.
Volviendo a la realidad, el chico de cicatrices había volteado a buscar un plato para dejar el pan que iba a acompañar a su té, pero se encontró con algo completamente diferente.
Maia estaba parada frente a él, caminó y comenzó a balbucear, intentando hablar sin éxito con el aire.
Aire el cual Remus no dejó entrar al quedar en shock con lo que estaba viendo, y que pensó que se moriría ahogado en cualquier momento.
— ¡Merlin santo, Maia! ¡¡Estás dando tus primeros pasos!! —el castaño chilló fuerte, logrando que la niña levantara su cabeza abruptamente y se asustara por el grito.
Remus se quiso reír de su cara, sí, pero las ganas se fueron cuando Maia comenzó a tambalearse, para adelante y para atrás, debido a que su cabeza todavía le era pesada. Finalmente, su cuerpito no pudo más y cayó dando la cara en el piso.
El llanto de la bebé se pudo escuchar desde Londres hasta Latinoamérica, de eso estaba seguro.
— ¿Estás bien, mi Maia? ¿Te duele? —la respuesta que recibió fueron llantos y sollozos que aturdieron a sus oídos. El chico de cicatrices se apuró en levantar en brazos a la niña, y pudo ver que en su frente había una herida que, seguramente, iba a dejar una cicatriz que llevaría durante el resto de su vida—. Ven, vamos a desinfectar eso y a ponerte una bandita.
Los próximos minutos fueron así; Remus consolando a su hija con palabras dulces, Maia sollozando por dolor, el chico teniendo que hacerle caras graciosas para que se distrajera, y dos algodones manchados con sangre en el tacho de basura.
— Listo. ¿Ves que todo tiene una solución? No hay de qué preocuparse, porque tu papá está aquí.
Él siempre estaría ahí.
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𝙂𝙤𝙙 𝙞𝙨 𝙖 𝙬𝙤𝙢𝙖𝙣 - 𝗿𝗲𝗺𝘂𝘀 𝗹𝘂𝗽𝗶𝗻! 𝗽𝗼𝘀𝘁 𝘄𝗮𝗿
FanfictionRemus John Lupin tenía tan solo 21 años cuando perdió a todos los que amaba. Dos mejores amigos muertos y el tercero encarcelado en Azkaban por ser la razón de su desgracia. Que aparezca una tierna bebé en la puerta de su vieja y agrietada casa...