Capítulo 17

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Playlist: Dollhouse de Melanie Martínez; Look Out de James Vincent McMorrow; Yellow Flicker Beat de Lorde.




No puedo evitar sentir que hay algo, un detalle que se me escapa. No estoy loca. He visto a gente entrar en mi casa. He oído perfectamente esa conversación. No era un sueño. Joder, no estoy loca. ¿O sí?

La gente que pasa por la calle ni siquiera repara en mí. No sabe que estoy a punto de tener un ataque de pánico. No puedo estar loca.

Giro la esquina que da a la casa y el sol me deslumbra. Me cubro los ojos con una mano y espero a que el destello me deje ver la puerta de la casa.

Abierta.




Mi cuerpo tiembla cuando entro. Todo mis nervios están alerta, tratando de ver algún indicio de que alguien ha estado aquí. Un cambio. Algo. Pero no hay absolutamente nada. Todo sigue igual que hace un par de horas. Y no parece haber nadie en la casa. Aún así no consigo calmarme. Sigo con la espalda rígida.

Cierro la puerta y las cortinas y subo silenciosamente al piso de arriba, y como abajo, todo sigue igual que antes. Abro la puerta del dormitorio y me quito las zapatillas. Seguramente no ha pasado nada. Puede que la haya dejado abierta y no me haya dado cuenta. Sí, seguro que ha sido eso.

Me tumbo en la cama y entierro la cara en la almohada. Meto las manos debajo de esta. Mis dedos tocan algo frío. Me levanto veloz y tiro la almohada al suelo. Una masa roja cubre mis manos y la cama. Mi respiración se vuelve a agitar y mi corazón empieza a latir acelerado, martilleándome el pecho con cada golpeteo. Y reparo por primera vez que también en la pared hay una frase de color rojo.

<<Hay partes del infierno más seguras que esta ciudad>>.





Abandono la casa a la carrera. Mis pies no pueden ir más rápido. Ni siquiera he limpiado la habitación. Mis ojos van de un lado a otro tratando de buscar la casa de Sty. No puedo volver a esa casa. Aun que viva en la calle, no volveré a estar un segundo sola ahí dentro.

Noto la ansiedad creciente en mi pecho cuando por fin la veo. Subo las tres escaleras que me separan de la puerta y no me molesto ni en llamar. Giro el pomo, pero este no cede. Lo vuelvo a intentar pero está cerrada. ¿Por que mi casa no está cerrada? Oigo como se mueve la cerradura y Sty abre la puerta.

- Necesito hablar contigo -digo apresuradamente. Se echa a un lado y me deja pasar.

No me doy cuenta que va sin camiseta hasta que se excusa para ponerse una. Me siento en el brazo de un sofá verde y me quedo mirando el papel que cubre la pared, y no puedo evitar imaginarme a alguien sin rostro pintando con esa sustancia roja aquella frase.

Mason... No, Mason no, Sty. Sty interrumpe mis tormentosos pensamientos y se sienta enfrente mía.

- ¿Que te ha pasado?

- Yo... -empiezo. Me doy cuenta que tampoco se muy bien lo que quiero decir-. Cuando he vuelto a mi casa después de hablar contigo... He encontrado la puerta abierta.

- ¿No tienes llaves? -me corta sorprendido.

Niego con la cabeza y continuo.

- Me asusté, pero tenía que entrar. Al principio todo parecía normal, pero cuando subí al piso de arriba, una sustancia roja cubría la cama y la pared -sus cejas forman un ceño en su frente-. Alguien había escrito una frase en la pared.

- ¿Que ponía?

- Hay partes del infierno más seguras que esta ciudad.

- ¿Estás segura de lo que estás diciendo?

- ¡Claro que sí!

- Puede que estuvieras soñando, o...

- No -lo corto tajante-. Es verdad.

Se rasca la incipiente barba y me taladra con sus ojos verdes. Siento que voy a vomitar.

- ¿Donde está el baño?

Señala el pasillo.

- Al fondo.

Me ausento y me dirijo al baño. Cierro la puerta y apoyo la frente en ella. Cierro los ojos con fuerza y mi cuerpo tiembla cuando trato de evitar que las lágrimas salgan. Emito un aullido que no se parece en nada a mi voz y me dejo caer al suelo. No puedo llorar ahora, porque si empiezo, me temo que no podré parar. No podré parar jamás.

Apoyo la mano en el lavabo y me levanto. Abro el grifo y dejo que el agua corra y me empape las manos. Mojo mi frente y mis brazos y poco a poco los temblores van cesando. Me miro en el espejo. ¿Que he hecho para merecer que me suceda todo esto? No hay un solo día en que la angustia y el miedo no amenace con romperme en pedazos por dentro. No hay día en el que no me cueste seguir viva, en el que quiera seguir con esto.

Todo sería mucho más fácil si estuviera muerta. La lucha, las huidas, las lágrimas... Todo cesaría. Pero se a la perfección que soy demasiado cobarde como para pensar siquiera en ello.

Me seco con una toalla y salgo del baño. Sty me está esperando fuera, apoyado en la pared, con otra ropa distinta.

- Vamos a tu casa -aclara-. A ver lo que ha pasado.

Asiento.





Sty y yo subimos arriba. Lo guío y le señalo la puerta del dormitorio. Coge el pomo y lo gira. La puerta se abre con un chirrido que se mete en mis oídos. Entra dentro, pero yo me quedo fuera. Me giro para mirar a la pared y no volver a verlo.

- Aquí no hay nada, July.

No me molesto en corregirle. Entro en la habitación y miro el papel de pared donde estaba escrita la frase. No hay nada. Está todo limpio. La pared, la cama... La almohada está en la cama, no en el suelo. Yo la tiré al suelo, pero no la recogí.

No... No me estoy volviendo loca. Eso ha pasado. Había pintura roja por todas partes. Me miro los brazos. Todavía puedo ver la parte donde me manche, más oscura que el resto de la piel.

- No estoy loca, Sty -le miro. Él me devuelve la mirada con ojos compasivos-. Es cierto, joder. Te lo juro.

- Te creo, pero... Aquí no hay nada, July.

- ¿Puedo... puedo dormir en tu casa?

Él asiente. Sale fuera y le digo que me espere abajo. Tengo la terrible sensación de que alguien me observa, pero no veo a nadie. Cierro las cortinas. Si alguien quiere hacerme quedar como una loca, seré tan astuta y le tenderé una trampa. Abro el armario y saco la mochila que me traje de mi casa. Cojo mi teléfono. Está apagado, y no lo he utilizado desde hace semanas, pero la batería debe estar llena. Lo enciendo. Tardo un poco en acordarme del código. Cuando lo desbloqueo abro la aplicación de la grabadora y le doy al botón rojo. Vuelvo a bloquear el móvil y lo dejo en una esquina del armario. Después dejo la mochila en el mismo sitio, tapando el móvil. Espero que no lo descubran... Y que dure la batería. Necesito saber que no estoy loca.

Bajo las escaleras. Sty está fuera, sentado en las escaleras. Se gira al escucharme bajar. Cierro la puerta. Él se pone de pie y los dos bajamos los tres escalones y vamos a su casa.

Aunque me cueste reconocerlo, puede que la persona que escribió aquel mensaje tenga razón. Por mucho que trate de evitar pensar mucho en ello, en algún momento las grietas hundirán este sitio, y no quiero estar aquí cuando eso pase.



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