Mason me coge de la muñeca y me aparta de la carretera antes de que me trague literalmente la tierra. Hago caso omiso de las voces que me gritan que todo ha acabado y que me rinda de una vez por todas.
Esquivo como puedo las ramas de los árboles y utilizo las pisadas de Mason para distraerme de los crujidos de las grietas. Mis pulmones arden y trato de respirar profundamente, pero la tensión y el miedo no me permiten respirar.
- Mason -digo como puedo.
Mason se para al instante y se gira para mirarme. Me agacho y apoyo las manos en las rodillas. Empiezo a jadear y toser de forma incontrolada. Cierro los ojos con fuerza y hago todo lo posible para no desmayarme.
- ¿Estás bien? -Mason me toca la espalda y mi cuerpo reacciona de inmediato. El vello de la piel se me eriza y me aparto, no se muy bien porqué.
Asiento y me pongo erguida de nuevo. Escuchamos un crujido a unos metros y Mason me vuelve a coger de la muñeca. Esta vez vamos más rápido, y se lo agradezco. Mis pulmones todavía se resienten, pero tengo que continuar. La mano de Mason me da apretones de vez en cuando alrededor de mi muñeca. No se cuanto tiempo más podré aguantar. Mis pies me suplican que paren. Mis pulmones parecen haber llegado al límite, igual que mi mente.
Ya no oigo ningún crujido. Me giro un momento para mirar atrás. Todo el bosque parece en calma. Solo se escuchan nuestras pisadas sobre el suelo. Estoy a punto de decirle a Mason que parece seguro parar cuando mi pie derecho se enreda con unas raíces y me pare en seco, llevándonos a Mason y a mí contra el suelo.
Caigo encima de Mason, que emite un quejido cuando su espalda toca la tierra. Y es en ese momento cuando el cielo se vuelve negro, los árboles desaparecen, y solo escucho un leve pitido.
Mi madre me mira con ojos tristes. Su cabello negro está grisáceo, y sus ojos verdes llenos de vida están apagados. Sigue siendo mi madre, pero hay algo extraño en ella. Está sentada en el sillón de nuestro salón. De lo que había sido mi salón. La televisión está encendida. La señora del tiempo avisa de tormentas. Vuelvo la vista hacia mi madre, pero ya no está.
Alguien me toca la espalda y una boca se pega a mi oído. Se que es Mason sin tan siquiera girarme para comprobarlo.
- Pobre July -su voz suena distinta, más rígida, más exigente-. Siempre dependiendo de alguien. ¿Que hubiera sido de ti sin mi ayuda, July? -la forma en la que pronuncia mi nombre me da escalofríos, pero de esos que te asustan-. Eres débil... muy débil. Y estoy harto de tener que estar pendiente de ti.
Intento girarme, pero mi cuerpo está congelado. Me muerdo el labio. Esto no está pasando, ¿verdad?
- Normal que tu madre se fuera sin ti -trago saliva mientras me reprimo para no llorar. Esto no es real, se que es un sueño-. No eres más que una carga. No vales para nada.
Mi cuerpo está completamente relajado. Pequeñas descargas producen sensaciones extrañas en mi cuerpo. Intento abrir los ojos, pero los párpados me pesan demasiado.
- July, despierta -la voz de Mason, su voz, me inunda.
Al final ceden y un tormentoso cielo me recibe. Caen pequeñas gotas, como avisando de lo que viene. Giro la cabeza y me encuentro un pequeño riachuelo de aguas cristalinas. En ese momento me doy cuenta de lo sedienta que estoy.
Mason me ayuda a incorporarme y apoyo mi cuerpo en el tronco de un árbol. Mis pulmones ya no me duelen, pero siento una leve molestia al respirar. Mis pies ya no me duelen, pero la cabeza me palpita. Hago un gesto de dolor y me toco la nuca.
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La Grieta
Science FictionJuly no cree en la suerte. Solo sabe lo que sus ojos pueden ver y lo que su corazón siente. Tras una gran tragedia, puede ver como su madre sana, pero no tardará mucho tiempo en ser arrebatada de toda normalidad. En una noche como cualquier otra, la...