Capítulo 4

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Antes siquiera de darme cuenta, Mason y yo ya estamos lo suficientemente lejos de las grietas. Y por primera vez desde que aparecieron, me siento segura, y no se muy bien el porqué. El estomago me sigue dando vuelta, y la bilis me sube por la garganta con solo pensar en lo cerca que hemos estado de morir.

Seguimos andando a través del bosque y por fin encontramos una carretera. Tiene una grieta no muy grande justo en el centro, y no parece que esté activa, por lo que decidimos seguir a través de la carretera. Está practicamente vacía. Solo se ven un par de coches abandonados. Los inspeccionamos en busca de provisiones, pero parece ser que los dueños de estos ya se lo han llevado todo, porque no encontramos nada útil.

La luz del sol se va apagando poco a poco. El paisaje es muy bonito. La carretera, que está rodeada por unos muros a cada lado, se eleva hasta un bosque verde a lo lejos.

- Está anocheciendo -informo.

Mason susurra algo, pero no logro captar lo que dice. Tengo demasiado calor por culpa de los nervios y la caminata. Tengo la impresión de que me quedan muchas caminatas si quiero salir viva de lo que narices sea esto. Me remango la chaqueta y saco la botella de agua. Bebo hasta que me sacio y se la paso a Mason. 

- Gracias -dice cogiendo la botella. Prácticamente se la acaba, y cuando me la devuelve parece avergonzado-. Lo siento.

- No te preocupes, tengo dos botellas más -le digo señalando con un gesto de la cabeza la mochila que cargo.

- Debe de pesar -se acerca y con una mano la levanta. Sin previo aviso, me la quita y se la echa al hombro-. Ya la llevo yo.

- Gracias.

Extrañada por el amable gesto de Mason, decido que lo mejor es darle conversación para matar el tiempo.

- ¿Hacia donde vamos? -estoy realmente interesada en saber hacia donde nos dirigimos.

Se para en seco y parece dudar un segundo. Frunce el ceño, que hace que su frente se llene de pequeñas arrugas que le hacen menos atractivo. Se frota los ojos con los puños y grita frustrado.

- Ni siquiera se adonde debemos ir -pienso en algo para ayudarle, pero me quedo en blanco-. Según recuerdo, si vamos hacia allá -dice señalando al horizonte-, iremos justo al lugar donde te encontré.

Pienso en la noche del desastre. Solo han pasado dos o tres días, no se muy bien cuantos, pero parecen siglos. Es extraño como cambia el tiempo parece ir más despacio cuando algo malo pasa.

- ¿Y si vamos hacia allá? -me giro para mirar hacia el otro lado de la autopista.

- Creo que hay un pueblo no muy lejos de aquí, pero no estoy seguro.

Lo miro expectante, esperando a que diga hacia donde dirigirnos, y aunque yo lo tengo claro, no le digo nada. Espero a que decida cual es nuestra mejor opción.

- Deberíamos ir hacia allá -responde por fin, señalando hacia el supuesto pueblo que hay al final de la autopista.

Asiento satisfecha y empezamos a movernos en dirección contraria.

- No creo que lleguemos antes de que anochezca -se gira para mirarme-, así que si quieres podemos descansar.

Sonrío de felicidad. No solo mi mente agradece su ofrecimiento, si no mis piernas, que parecen gritar de alegría cuando esas palabras salen de su boca.

- Por favor.

Seguimos caminando un poco más y cuando ya está anocheciendo, Mason me dice que hagamos un pequeño descanso. Nos apartamos de la carretera y nos acomodamos como podemos en el arcén. Mason me devuelve la mochila.

La GrietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora