Intento ordenar de nuevos mis pensamientos, eliminando los que me producen ansiedad. Necesito tranquilizarme por el bien de mi salud mental. Cualquier cosa podría hacerme estallar, y no quiero que eso pase. Tengo que estar bien si quiero encontrar a mi madre, y me he propuesto encontrarla aunque sea lo último que haga.
Vuelvo al segundo piso y entro de nuevo a la habitación para inspeccionar el armario. En el interior encuentro ropa de mujer. La mayoría es igual: camisetas de tirantes blancas o negras y algunas blusas, también blancas o negras. Cojo una camiseta blanca y cierro de nuevo el armario.
Entro en el baño rápidamente para no encontrarme con el gruñón propietario. Necesito una ducha para quitarme la suciedad que me cubre el cuerpo, pero sobretodo necesito despejar mi mente. Me quito la ropa y la dejo doblada encima de la taza de váter. Me echo el pelo atrás y me miro en el pequeño espejo que hay encima del lavabo. Apenas reconozco a la chica que me mira. Sigo siendo yo, pero una versión más triste. Mis labios forman una pequeña línea, y mis ojos han perdido su luz. Me entran ganas de llorar, pero sacudo la cabeza para ahuyentar mis pensamientos y me meto en la bañera. Gracias a la ventana y a la luz que entra no estoy totalmente a oscuras, pero me cuesta encontrar el grifo del agua. Lo giro hacia la izquierda para que salga agua caliente y cojo una pastilla de jabón que huele a vainilla. Mi mente se logra despejar y consigo apartar el mundo que hay mas allá de estas cortinas del baño. Mientras me quito las capas de sudor y suciedad, veo como lo poco que queda de mi vida normal se va desvaneciendo por el desagüe, y aunque me cueste admitirlo, es mejor así.
Me pongo la ropa nueva una vez estoy seca, y me vuelvo a sentir persona. Tengo puesta la camiseta de tirantes que encontré en el armario y mis vaqueros. Intento buscar un secador de pelo, pero llego a la conclusión de que aunque encuentre uno, no funcionaria, pues se había ido la electricidad.
<<Genial>> digo para mis adentros. Me ato el pelo de nuevo con la goma y vuelvo a sacar mi teléfono. Sigue muerto. No se enciende, y no encuentro explicación. Las lágrimas vuelven a nublarme la vista. Necesito hablar con mi madre, aunque sea una sola vez más... Me seco las lágrimas que aún no he derramado enfadada. Odio en lo débil que me he convertido durante las últimas horas. Se que tengo que ser fuerte, pero ni la situación ni la compañía me lo pone nada fácil.
Salgo del baño y vuelvo a la habitación, encontrándome a Mason, que mira a través de la ventana, dándome la espalda. Se gira cuando me oye entrar, pero no dice nada. Titubeo, pero al final decido romper el hielo.
- Estaba duchándome -le digo señalando el baño.
El asiente, pero no se gira, si no que sigue penetrándome con esos ojos grises. La situación no podía ser de lo más incómoda. Me quedo de pie donde estoy, pues Mason me bloquea el paso hacia la cama.
- Se que tengo que irme -desvío la mirada y continuo-. Solo necesito descansar un poco más. No tedrás que verme más, te dejaré en paz.
Mason no responde. Dejo la camiseta sucia que llevaba puesta antes junto con mi teléfono en el escritorio donde se encuentra mi mochila. Me pongo la chaqueta y me apoyo en la pared. Mis piernas empiezan a cansarse de estar de pie, pero no me atrevo a decir nada más. Bastante miedo me da ya.
- Siento haber sido tan... brusco -dice sorprendiéndome. Levanto la vista y nuestros ojos se cruzan-. Tu no tienes culpa de nada.
Sus labios se curvan en algo que parece una sonrisa y le vuelven a aparecer hoyuelos. Me muerdo el labio, porque no se que responderlo.
- No pasa nada.
Mi voz es apenas un susurro, pero se que me ha oído, porque sacude la cabeza y se sienta en la cama. Apoya los codos en sus rodillas y apoya la frente en sus manos. Aprovecho y me siento en la cama, principalmente porque mis piernas están más que debilitadas por la caminata. El silencio se torna más cómodo, ya no me molesta, y espero que no diga nada más, porque estoy agotada, pero él decide continuar con la conversación.
ESTÁS LEYENDO
La Grieta
Science FictionJuly no cree en la suerte. Solo sabe lo que sus ojos pueden ver y lo que su corazón siente. Tras una gran tragedia, puede ver como su madre sana, pero no tardará mucho tiempo en ser arrebatada de toda normalidad. En una noche como cualquier otra, la...