Solos

Capítulo 2: Esperanza.

"Sé que soy buena, y merezco todo, pero tu vida me das nada" Paula Miller Castillo.

Y desperté con la misma jaqueca de hace dos días, el estrés me carcomía, era tan difícil lidiar con los exámenes finales, el dolor de cuello y la actitud de David, me tenían al borde todo el tiempo. Me levanté como de costumbre directo a la ducha, sentir el agua recorrer mi cuerpo me hacía sentir un poco mejor. Cuando estuve lista me vi al espejo, al menos ya no tenía aquellas terribles ojeras, me terminé de acomodar el cabello y bajé para el hermoso desayuno con mi familia, lo único que me alegraba.

—Hija, buenos días ¿Se te ha quitado el dolor de cabeza? —me preguntó mi adorada madre, con su jovialidad de siempre.

Deposité en su frente un cálido beso, y asentí para no preocuparla más, tras saludar a mi padre y mi hermanita, desayuné con gran entusiasmo para al fin despedirme.

Al llegar al colegio me encontré con la misma escena de siempre, mis amigas fundidas en su celular, me hicieron tantas preguntas sobre mi relación con David que me sentí ajena, como si yo también fuera una espectadora. Me cuestioné de manera interna que había hecho ese año de relación para que él ni siquiera me escriba, mientras estaba hundida en mis pensamientos, sentí una mano que rodeó mi cintura de forma algo brusca.

—¿Puedes parar? —le murmuré a David en cuanto lo vi.

—¿Otra vez comenzarás con lo mismo? —pregunto él en tono burlista.

—No es eso, te desapareciste todo el fin de semana, cuando habíamos quedado de ver una película en mi casa, ¿acaso lo olvidaste? —indagué irritada, pero David solo rio y me abrazó como siempre haciéndome sentir como si yo fuera la dramática.

—Cariño, tienes razón, es que en tu casa no me siento cómodo, y me encantaría llevarte a mi casa, pero mis padres tienen visita, eso me tuvo ocupado todo el fin, pero ¿Qué te parece que rentemos una habitación para comer algo? Pasar un rato juntos y estar bien —propuso con su habitual sonrisa que me hizo acelerar el corazón.

Sin dudar acepté, y a partir de ahí el día en la escuela se me hizo eterno, solo quería salir y verlo a él, ese sentimiento en mi pecho me estrujaba el corazón. El amor me hacía sentir tan especial, un lujo de la vida, algo tan inexplicable, poco a poco el tiempo resbaló como mantequilla y al final la chicharra anunció la salida.

Tomé mis cosas, y a prisa caminé por los pasillos de la escuela.

Cuando escuché su melodiosa voz, al verlo mi corazón se aceleró aún más, caminé hasta donde él me esperaba, lo seguí como un fiel cachorrito, las calles me parecieron más brillantes y bellas, cuando al fin caí en cuenta me hallaba frente a un hotelucho de mala muerte, lo que me hizo voltear a verlo.

—Bebé, sé que no es lo que esperas, pero es lindo por dentro, además, lo importante es estar juntos ¿No crees? —me preguntó David con las cejas enarcadas.

Una parte de mí se desanimó, pero terminé por asentir, cuando entramos la recepcionista mal encarada nos cobró la habitación. David rio de manera nerviosa y miró su cartera, casi le pude leer sus pensamientos y antes de que me prestara el dinero, terminé por pagar ¡Qué tonta me sentí! Pero, aun así, proseguí. Al entrar a la habitación, de cierta manera no estaba tan mal como imaginé, de inmediato tomé el control de la televisión, y busqué con mucho ahincó alguna película que pudiéramos ver. Mientras él acomodaba sus cosas sobre una mesa.

Le pregunté si quería ordenar pizza, David asintió feliz, luego se dejó caer sobre la cama, yo coloqué el control sobre el buró de al lado y me acomodé entre sus brazos.

No pasó mucho tiempo para que sus manos comenzaran a acariciarme, e introdujo una de ellas debajo de mi blusa, para después despojarme de ella, me lleno de besos, y caricias que cada vez sentía más sofocantes. Vi hacia el techo llena de dudas, nunca había estado con nadie antes, en verdad perder la virginidad de esa manera me pareció demasiado terrible, por lo que antes de que pudiera desabrocharme el pantalón me hice a un lado.