Capítulo 21: James, algo más.

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"Todos tenemos un precio, solo debemos saber cuál es"

Desperté de golpe y vi que a mi lado ya no estaba Adriana, por lo que me puse de pie, me coloqué la ropa deprisa y salí de la habitación.

—¡Detente ahí! Hoy quise prepararte el desayuno, yo misma —dijo ella que tenía puesta solo mi camisa.

Me acomodé en el lugar de siempre y la vi, llevábamos más de dos semanas teniendo encuentros sexuales, íbamos a fiestas, entre muchas locuras más. Adriana era vida pura, si alguien amaba su tiempo en la tierra era en definitiva ella.

Me enseñó muchas cosas, incluso apreciar hasta el más mínimo segundo.

—Hoy tengo que ir a la universidad, mi tesis está en revisión y es muy importante que ya la finalicé —anunció y colocó sobre mi plato dos panqueques.

—¿Qué harás cuando te gradúes? —inquirí.

—Tenía muchas ideas en mente, pero todo cambio con lo de mi ex, vivir con un acosador es acomodar tu vida de tal manera que nadie te vea, te vuelves invisible, incluso para ti misma —comentó Adriana.

—Estuve investigando el paradero de esa rata, he tenido breves reportes de que está aquí en la ciudad, así que haré todo lo posible para que esto termine cuanto antes —afirmé.

—¿Sabes? A veces me preguntó cómo le harán aquellas chicas que su único apoyo es la ineficiente policía, si yo teniendo a mi lado a uno de los mejores Inversionistas de Lancima tengo miedo, no me imagino como será para las demás —comentó Adriana y le dio un sorbo a su jugo de naranja.

—Es una lástima que el mundo se encuentre lleno de basuras acosadoras —dije y la vi a los ojos.

Ella me sonrió y me dio un delicado beso.

...

Cuando dieron las cuatro de la tarde, Adriana estaba lista para ir al instituto, ya que debía hablar con su asesor.

—¡Ya vengo! —anunció alegre.

Yo me quedé junto a la camioneta, aunque una pequeña sensación de inquietud me invadió así que caminé a la escuela, noté como a lo lejos Adriana conversaba con dos de sus compañeros.

—Disculpe ¿Tiene encendedor? —me preguntó un hombre corpulento.

—Claro —respondí y creé en mi bolsillo un encendedor de oro que le extendí al extraño.

—Es hermoso —comentó el hombre que observó con detenimiento la pieza.

—¿Gusta un cigarrillo? —me ofreció y yo acepté.

Algo en él no me dio buena espina, era como si su aura trajera pura oscuridad.

—¿Estudia aquí? —le pregunté, aunque supuse cuál era la respuesta.

—No, solamente vine porque tengo un trabajo en el plantel —contestó con la mirada baja.

Antes de que yo pudiera decir algo más aquel sujeto contestó una llamada y se retiró, así que yo lo seguí, pude escuchar como recibía órdenes de que detuviera el paquete antes de que llegara a su coche, fue en ese momento que supe que se referían a Adriana.

—Llévame con tu jefe —le indiqué al hombre cuando colgó la llamada.

—¿Quién rayos eres? —me preguntó con recelo.

—El hombre que te hará muy rico, si no me dices te sacaré la verdad después de quebrarte cada hueso de tu cuerpo, en cambio, si me ayudas te daré tanto dinero que nunca más necesitaras volver a la vida de ampón de quinta —oferté.

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