Capítulo 9: Desenfreno.

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"La peor perdida que alguien puede tener es la del tiempo" Sai Atharv.

Pensamientos de Paula:

Pasaron seis meses desde nuestro ingreso al área de Inversionistas de Lancima, éramos seis alumnos que escogimos ese rubro, los demás en su gran mayoría prefirieron volver a casa y brindar apoyó a otros como parte del Gremio, algunos se volvieron Recolectores y casi todos los del turno matutino se avocaron para ser Cazatalentos.

Durante ese tiempo nos fue enseñado en su mayoría técnicas de defensa y ataque, pasamos la mayor parte de las clases en el patio de entrenamientos de la Academia que en los salones. Al principio se me hizo tedioso debido al enorme dolor que me quedaba en el cuerpo después de cada entrenamiento, pero poco a poco me fui acostumbrando. Sin duda el más animado era James que se volvió muy fuerte y demasiado hábil en un sinfín de técnicas, por su lado Eli con mucha dedicación consiguió controlar sus poderes, así que pasó noches enteras en el risco de las Almas Perdidas donde saltó Julia, decía que le encantaba ver el mar, eso le ayudaba a canalizar mejor su energía. Al final nuestros dos compañeros más se trataron de Sandy que también eligió el área, y Samuel, un chico que estudió su año de entrenamiento en el turno matutino, su don era muy útil, pues podía atravesar cualquier cosa tales como: paredes, puertas, incluso estructuras de metal.

En general nos volvimos cercanos, tanto que todos íbamos de vez en cuando a cenar al restaurante de la familia de Samuel, me encantaba estar con ellos, en especial con James y Eli, que eran como mis hermanos.

A veces no podía creer lo fuerte que me volví, aunque pensaba muy seguido en mi prima y en lo sucedido aquella fatídica noche, pero siempre terminaba en el mismo razonamiento, "de haber sido más fuerte pude haberla salvado".

Fue algo que muchas veces no me dejaba tranquila, mi mente atacaba con pensamientos de culpabilidad, mis manos sudorosas desenmascaraban la incomodidad que tenía de no sentirme bien en ninguna parte, solo en aquellas noches cuando salía de fiesta con los chicos, era cuando al fin mi mente dejaba de molestarme, como una pausa a mi sufrimiento.

—¿Vienés está noche? —me preguntó Samuel cuando me vio en el pasillo de la escuela.

Asentí y pasé de largo, tenía que quitarme de encima esa sensación de nerviosismo que me aquejaba, debía volver a la normalidad antes de salir, así que me encerré en mi cuarto, de inmediato me di una ducha y traté de alejar esos pensamientos de culpa por lo sucedido con mi prima, respiré profundo hasta que poco a poco me fui sintiendo un poco menos estresada.

Acomodé mis ideas, y me escondí de mí misma hasta que hallé la tranquilidad en el fondo de mi mente, fue hasta entonces que comencé arreglarme, eran las ocho de la noche y la cena sería hasta las nueve, así que me sentía a tiempo, aprisa me vestí, maquillé y perfumé. Cuando me vi al espejo me notaba radiante, no se veían señales de la mala jugada de mi mente de hace rato, me sonreí a mí misma, viéndome al espejo, no perdía la esperanza de que todo estaría bien, así que tomé mi bolso, luego salí de la habitación, justo al llegar a la puerta de la escuela noté que ya me esperaba Eli.

—¡Te ves increíble! —exclamó satisfecha al verme.

—No sabía si usar el vestido lila o verde y al final me quedé con el azul —comenté sonriente, luego subí al coche.

Durante el viaje traté de alejar las escenas de esa noche con mis primas, no sé por qué razón siempre buscaban el momento para colarse y hacerme sentir en desequilibrio, así que divagué viendo el paisaje hasta que llegamos al restaurante y bajé del auto.

Lo primero que sentí fue el viento frío sobre mi rostro, el cual fue de gran ayuda, ya que me relajó bastante, al llegar a la mesa los primeros en saludar fueron los padres de Samuel que se acercaron acompañados de Richie el hijo mayor, quien a primera impresión me pareció muy atractivo. No tardé en sonreírle de manera coqueta, aunque me resultó algo extraño, pues hacía mucho tiempo en que no había pensado acerca del amor y esas cosas, mi mala experiencia con David fue la última y desde entonces me mantuve ocupada, por lo que fue grató sentir esa chispa otra vez.

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