Capítulo 16: Segundo año, prácticas individuales. Paula.

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"Las mejores cosas llegan de improviso, los diamantes son un regalo inesperado de la vida" Paula Miller.

Al salir del juzgado mis abogados me rodearon y por sus rostros supe que no había más que hacer.

—Su hermana fue clara, no quiere nada que ver con usted —dijo uno de ellos.

—Supongo que esto fue todo —murmuré.

—Le mandaremos nuestros honorarios —indicó otro abogado y ambos se marcharon.

Vi como Gloria salió acompañada de mi tío y de mi prima Penélope, me dedicaron una mirada de desprecio y se marcharon.

A pesar de que perdí quise saber si mi hermana estaría en buenas manos, así que me volví invisible y me coloqué dentro de la camioneta con ellos. Escuché su plática y como despotricaron en contra de mí, se burlaron de mi intento por ganar la custodia.

—¡Nunca en la vida quiero saber de esa perra! —exclamó Gloria y mi corazón se partió en dos.

Cuando llegamos a la casa, fui un fantasma que se paseó por todo el lugar, noté como ninguna foto de mis padres estaba, era como si para ellos mis padres dejaron de ser importantes. Hasta en la habitación de Gloria no había un solo vestigio de ellos. Observé sus comportamientos; mientras mi tío Luis fue por una cerveza y prendió el televisor, mi prima Penélope se fue hablar por teléfono, en lo que Gloria se arregló para luego bajar las escaleras a prisa.

—¡Ya vuelvo! —indicó y se marchó.

La seguí y llegamos hasta un barrio donde solo las bandas se reunían, Gloria se acercó a un malandro y lo besó.

—¿La molestia de tu hermana ya quedó arreglada? —le preguntó ese hombre tatuado del cuello.

—Sí, gracias a dios no la volveré a ver, aunque si sigue molestando pediré una orden en su contra, no entiende que soy feliz con ustedes —aseguró Gloria.

Vi cómo se reunió con sus amigos y fumo un poco de hierba, luego se marchó a casa donde ceno con mi tío Luis y Penélope, entre risas devoraron una pizza y se regodearon por haberme ganado. En ese instante comprendí que ya no tenía caso, estaba cansada de intentar algo que no era posible.

—Adiós mi hogar —murmuré cuando estuve frente a mi antigua casa que tenía el letrero de venta.

Seguí caminando hasta que llegué al camposanto, y me dirigí a la tumba de mis padres, ahí lloré y les dije todo lo que hice por recuperar a Gloria, incluso mencioné que pensé en secuestrarla.

—Solo te odiaría más —me dijo la profesora Kate Instar que salió de detrás de un árbol.

—Escuchar conversaciones ajenas es una falta de respeto —protesté mientras me limpiaba los ojos con un pañuelo.

—Debes dejarla vivir con sus decisiones, has hecho todo lo que has podido y lo sé, porque te he investigado, hay cosas que por sanidad emocional debemos soltar —aconsejó Kate.

La vi con detenimiento a pesar de la oscuridad, sus ojos verdes aperlados, sus facciones sensuales y sus labios con aquel labial rojo intenso le dieron un toque de sensualidad inmediata. Ni siquiera parecía tener 30 años, tenía ascendencia brasileña y hablar varios idiomas, era su fuerte, pues ni siquiera tuvo que usar la pócima, era muy alta de 1.80 m, un cuerpo envidiable y un cabello sedoso de color café. Creó que fue la primera vez que en verdad la observé.

—Pedí permiso para venir a verte en persona, tu tiempo ha expirado, ya todos están en su segundo año de entrenamiento en individual, así que es hora de que vuelvas a Lancima, sé que nunca existirá un tiempo que nos ayudé a sanar por completo de una perdida, al menos debes intentarlo —pidió.

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