Capítulo 22: Paula, pintura roja.

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"La vida me enseño que todo lo que amo, se muere, me odia o está en brazos de otras personas"

Pasaron dos días desde que estuve con Julián en los que decidí no volver al apartamento. Me enfoqué en salir con personas que conocía en los bares a los que iba, ignoré por completo los mensajes de Kate y me dediqué de lleno a divertirme.

—¿Llevan hielo? —me preguntó Niko, un amigo que conocí en un bar quien estaba de vacaciones y venía de Irlanda.

—Coloqué dos bolsas en la hielera que está en la camioneta de Fred —respondí.

Éramos cinco, tres mujeres y dos hombres, los cuales convergimos en una amistad instantánea. Esa mañana decidimos ir al lago Loch Lomond a una hora cincuenta de Edimburgo.

—¿Quién quiere un trago? —preguntó Giulia, una joven muy risueña que venía de Italia, y que dominaba bastante bien otros idiomas.

Todos gritamos al unísono que sí. Fue un recorrido muy divertido entre música, alcohol y anécdotas divertidas.

—¡Vengan por la foto! —anuncié cuando llegamos.

No tarde en postearla en mi red social con la leyenda "Buenos tiempos, buenas vibras".

"¿Qué carajos crees que haces? Vuelve ya" Me escribió Kate y yo borré su comentario, luego la bloqueé.

Disfrute tanto ese día, entre risas y mucho, pero mucho alcohol, fue asombroso, ya que en verdad no quería pensar en nada.

—Eres la onda amiga —dijo Fred mientras encendía un cigarrillo.

Para todos era el alma de la fiesta, alguien que tenía una sonrisa la mayor parte del tiempo, una chica que irradiaba alegría y esperanza, aparentaba ser feliz, lo que resulto en una buena idea porque nadie te pregunta nada cuando finges que todo va bien.

Pasamos unos momentos muy agradables en el lago, aunque no tardamos mucho puesto que Giulia dijo que tenía una fiesta en la casa de un amigo, por lo que nos invitó a ir con ella.

—¡Dale más volumen! —indicó Tasya quien era la más pequeña del grupo, apenas había cumplido los 21 años, venía de Rusia y era muy alegre.

Durante el camino de regreso note como una motocicleta parecida a la de Kate pasó junto a nosotros, pero no le preste mucha atención, puesto que solo estaba enfocada en festejar.

Al llegar a la casa del amigo de Giulia después del medio día me di cuenta de la inmensidad del festejo, era una casa situada en una colina, muy grande y de vistosa fachada, a las afueras varios empleados nos recibieron como si nos conocieran de toda la vida.

—Bienvenida señorita Giulia, ya la espera el señor Alessandro —indicó quien parecía ser el jefe de la servidumbre.

Los cinco entramos a esa enorme casa que estaba a reventar de asistentes que bailaban al ritmo de la música en vivo. Los meseros con las bebidas iban de un lugar a otro, incluso en una mesa se encontraban varios tipos de drogas a la vista de quien quisiera un poco más de emoción, y ni hablar de algunas parejas que se besaban y toqueteaban sin ningún tipo de vergüenza, vi tantos senos y miembros masculinos que pronto dejó de asombrarme.

—¡Mi vida bienvenida! —exclamó Alessandro que se acercó y besó a Giulia.

Los cuatro nos presentamos, éramos como unos pequeños ratones asombrados de un torbellino de desenfreno.

—Sí, son amigos de mi amada Giulia también son mis amigos, así que disfruten —indicó Alessandro que se llevó del brazo a Giulia.

Pronto Fred y Niko se perdieron entre el tumulto de bailarines, y Tasya se fue a platicar con unos chicos que saber dios porque no tenían la camisa puesta.

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