Una mañana de abril nació un pequeño bebé. Apenas lo cargaron los brazos del personal médico algo los preocupó. El llanto era vigoroso pero su físico no. Lo trasladaron a una sala de cuidados dónde permaneció por varios días.
Los estudios y exámenes exhaustivos arrojaron una penosa y cruel enfermedad. A la madre le informaron amorosamente que su hijo no tendría una vida plena y podría fallecer antes de su adolescencia.
El terror y la angustia no la dejaban razonar. Su mirada vagaba en la habitación. Perdió las fuerzas que le quedaban por un tiempo leve. Cada vez que contemplaba su tierno cuerpecito las lágrimas brotaban sin parar.
Llegó el momento de abandonar el hospital. Llegaron a su esperada morada. Su familia la acompañaba, nunca estuvo sola. La abuela materna se ocupaba de su nieto, su hija sólo repetía : por qué Señor, por qué a él.
Al cumplir tres meses de edad su madre lo tomó en sus brazos por primera vez. Él la miró fijamente y ella sollozó. A partir de ese instante comenzó a acariciarlo, tranquilo en su regazo se durmió acurrucado plácidamente.
Ella le dijo a su madre querida: mamá no tienes que seguir cuidándolo, yo lo haré, es mi hijo. Desde ese bendito día se dedicó a su bienestar. El niño creció hasta la juventud y fue muy amado por todos en el hogar.
Madres biológicas o no como ellas hacen posible que la esperanza de vida al nacer de muchos niños se prolonguen. Su gran dedicación sin medida no tiene precio con nada. Reciban modestamente una medalla de heroicidad.
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La vida en versos.
PoesieMediante letras y vocablos se reflejan vivencias personales, de seres humanos que me rodean y de la naturaleza. Reflexiones, pequeños relatos a través de poemas, mi manera de ver al mundo.